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Carlos Semprún Maura

Voces del barrio

Si se oyen las voces de mi barrio, el tema de la inseguridad sigue siendo una de las principales preocupaciones de los ciudadanos, algo que contrasta con el "silencio de los corderos", bueno, de los políticos, que serán más bien lobos.

Desde que está prohibido fumar en los cafés y restaurantes (además de las oficinas, las discotecas, los transportes, las estaciones, los aeropuertos, etc.), estos establecimientos han perdido tantos clientes que muchos están al borde de la quiebra. Ante las protestas de propietarios y gerentes, el Gobierno ha prometido suavizar las drásticas medidas antitabaco. Por el momento no he notado el menor cambio en mi barrio. Los cafés siguen semivacíos y si bien es cierto que han instalado, cuando pueden, más mesas en las aceras decoradas con ostentosos ceniceros, estas terrazas están aún más vacías, porque hace demasiado frío para instalarse allí y saborear el clásico "café, copa y puro", cada vez más olvidado. Yo, desde luego, desde que se aplica esta ley de apartheid no he pisado ni un restaurante ni un café, salvo para comprar cigarrillos en los café-tabac.

Hace unos días, una pareja de viejos amigos, de paso por París, nos invitaron a cenar. Intercambiamos este tipo de invitaciones desde hace más de 30 años. Me negué y expliqué por qué. "¡Pero si ya lo has hecho!", se extrañó ella. Le dije que cuando había amigos que me –nos– invitaban a restaurantes y elegían zonas de no fumadores, yo, por cortesía, lo aceptaba, aunque me fastidiara tener que levantarme para ir a fumar en la calle. Pero lo que no acepto es que el Estado me lo prohíba, así que no voy. Pienso que la generación de mi padre, y mi propio padre, no lo hubieran aceptado jamás.

Ayer tarde estaba en el simpático almacén, con su simpática tendera, para fotocopiar un manuscrito. Un señor, mientras esperaba sus propias fotocopias, intercambiaba con la tendera el relato de recientes agresiones, robos y demás atracos en nuestro barrio. Su conclusión: "Ya no se puede vivir en París". Pensé entonces que hacía ya unas semanas que el tema de la seguridad era el más frecuente tanto en otras tiendas vecinas como también en muchas conversaciones privadas. Sin embargo, ha desaparecido de la campaña electoral de las recientes municipales, cuando fue uno de los temas centrales en 2002 y contribuyó al prestigio de Sarkozy cuando era ministro de Interior.

Si se oyen las voces de mi barrio, el tema de la inseguridad sigue siendo una de las principales preocupaciones de los ciudadanos, algo que contrasta con el "silencio de los corderos", bueno, de los políticos, que serán más bien lobos. Lo cual, en estas municipales, no impidió la victoria del Partido Socialista (49% de los votos, contra 47% de la UMP), pero puede explicar la fuerte abstención.

Por lo visto, se han nombrado seis nuevos secretarios de Estado, con cargos que, a primera vista, me resultan tan esotéricos como burocráticos: del Gran París, de la Familia, del Empleo... Falta la Secretaría de Estado de la Felicidad Conyugal. Otra vez será.

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