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Mark Steyn

Defendiendo lo indefendible

¿Cuál es el significado de esa frase? ¿Que las peroratas paranoides y racistas de Jeremiah Wright forman parte ya del discurso cultural establecido en la vida cotidiana afroamericana y que, por tanto, deben suscitar nuestro respeto?

“Estoy seguro”, ha dicho Barack Obama con ese tono de barítono que hace que suene profundo hasta un pedido de Big Mac con patatas grandes y batido de fresa, "que muchos de ustedes habrán escuchado comentarios de sus pastores, sacerdotes o rabinos con los que han discrepado."

Bueno, sí. Pero no muchos de nosotros hemos escuchado comentarios de nuestros pastores, sacerdotes, o rabinos que son puras y duras idas de olla. Al contrario que Bill Clinton, cuyas legiones de “consejeros espirituales” llegaron a superar en número en el clímax de su Problema Mónica al cuerpo diplomático, el senador Obama sólo ha tenido uno en toda su vida adulta: el reverendo Jeremiah Wright, pastor durante dos décadas del presunto presidente. El reverendo Wright piensa que el sida fue creado por el Gobierno de los Estados Unidos, y no como una cura para el resfriado común que saliera trágicamente mal y cuyo origen tuviera que ser encubierto por Karl Rove, sino con el propósito explícito de matar a millones de sus propios ciudadanos. El Gobierno nunca ha dicho la verdad sobre este feo asunto, pero el reverendo Wright los sabe. “El Gobierno mintió”, informó a sus fieles, “sobre la invención del virus del VIH como herramienta de genocidio contra la gente de color. El Gobierno mintió."

¿Se lo cree de verdad? Si es así, está como una cabra, y ninguna persona cuerda se sentaría a escuchar este galimatías, y menos aún durante 20 años. ¿Y si simplemente lo dice por decir? En ese caso, es profundamente malvado. Desde el momento en que se sabe que el sida se propaga gracias a la promiscuidad sexual y el consumo de drogas, se sabe que está en nuestras manos protegernos de la enfermedad. Pero si te cuentan que el sida es simplemente el último complot taimado de los blanquitos para oprimirte, pues oye, no hay nada que pueda hacer, nada que pueda cambiar en mi vida para prevenir el contagio.

Antes del discurso, Mickey Kaus, de la revista Slate, aconsejó al senador Obama repudiar a Wright: “Hay muchas cosas que potencialmente podría repudiar aún: discriminación positiva, nacimientos fuera del matrimonio – escribió –. Pero por encima de todo, la mentalidad de víctima que dice a los afroamericanos (al estilo de los más infames sermones del reverendo Wright) que las fuerzas que realmente modelan sus vidas son las acciones perversas de los demás, de las demás razas". Ya lo creo. Para los tipos blancos no supone ninguna diferencia que un pastor negro atice a su congregación con teorías genocidas propias de un chalado: las víctimas son quienes lo escuchan y cometen el error de creerle. El reverendo Wright tiene un templo enorme con más de 8.000 fieles, y el senador Obama nos asegura que su pastor hace una buena labor "tendiendo su mano a quienes sufren el sida". Pero tal vez no habría tantos norteamericanos negros "sufriendo de sida" si Wright y otros de su estirpe no andaran vendiendo locas teorías de conspiración a su propia comunidad.

No obstante, la semana pasada, Barack Obama informó a Estados Unidos que "no puedo repudiarle más de lo que puedo repudiar a la comunidad negra”.

¿Cuál es el significado de esa frase? ¿Que las peroratas paranoides y racistas de Jeremiah Wright forman parte ya del discurso cultural establecido en la vida cotidiana afroamericana y que, por tanto, deben suscitar nuestro respeto? Fiémonos de la palabra del senador cuando asegura que casualmente no se encontraba presente el domingo de la conspiración del sida, ni el domingo del "Dios maldiga a América", ni el domingo de los "Estados Unidos del Klan", ni en el servicio del "América lo provocó" inmediatamente posterior al 11 de septiembre. Un político convencional habría afirmado que estaba impactado y sorprendido al descubrir que en su templo se ensañaba una suerte de teología de la liberación negra afrocéntrica. Pero Obama hizo algo mucho más audaz: en lugar de distanciarse de su pastor, intentó acortar distancias entre Wright y el resto del país argumentando, en la práctica, que el personaje no es sólo su tío loco, sino también el tío loco de Estados Unidos.

Para lograrlo presentó una falsa equivalencia. "No puedo repudiarle más de lo que puedo repudiar a mi abuela blanca – continuó –. Una mujer que ayudó a criarme, una mujer que se sacrificaba por mí una y otra vez, una mujer que me quiere más que a nada en el mundo, pero una mujer que una vez confesó su miedo a los negros con los que se cruzaba en la calle". Bueno, en realidad, si nos fiamos del relato que hizo de ese hecho en su propio libro autobiográfico, fue un negro concreto en el autobús donde viajaba, y no se limitó simplemente a "cruzarse con ella".

Cuando el primer ministro británico Harold Macmillan se desembarazó de parte de sus colegas del gabinete para atajar una crisis política, el líder del Partido Liberal Jeremy Thorpe dijo: "No hay amor más grande que abandonar a sus amigos a cambio de la vida". En Filadelfia, el senador Obama llegó aún más alto: no hay amor más grande que abandonar a tu abuela a cambio de la vida. En los días que siguieron, los entrevistadores de Obama parecieron agradecidos por la introducción de un villano menos complejo: al contrario que el reverendo Wright, ella no quiere que Dios maldiga a América por no ser mejor que al-Qaeda, pero por otra parte sí expresó una vez su aprehensión por un negro del autobús. Ciertamente es cuestión de días que Keith Olbermann la nombre "Peor persona del mundo" en la MSNBC.

Preguntado por el pecado de racismo que mancha el nombre de su abuela, Obama dijo en televisión que "es la típica blanca”. La verdad, no suena en absoluto al tipo de cosas que un supuesto candidato "post-racial” debería decir, pero pase. ¿Cómo es de "típica blanca" la abuela de Obama? Es la mujer que lo crió, es decir, crió a un nieto negro y lo quiso incondicionalmente. En el fondo de su ser, podría albergar un deseo secreto de ser Simon Legree, el amo del Tío Tom, pero no parece muy probable. A su propia manera imperfecta, ella representa a una América post-racial.

¿Pero qué pasa con su equivalente, según dispuso el discurso de Obama? ¿Es Jeremiah Wright "el típico negro”? Esperemos que no. Un siglo y medio después de la Guerra Civil y dos generaciones después de la Ley de Derechos Civiles, el reverendo Wright cree en unas tesis victimistas que son más demenciales que nada de lo que promulgara en el culmen de la esclavitud o la era Jim Crow. Puedo entender el motivo de que Obama esté tan impaciente por reunirse con el presidente Ahmadinejad, el hombre que niega el último Holocausto al mismo tiempo que planea el próximo. Una cumbre semejante sería música celestial tras los sermones mucho más contundentes de Jeremiah Wright.

Pero Estados Unidos no es el Irán de Ahmadinejad. Las sociedades libres viven en la verdad, no en las febriles palúdicas de Jeremiah Wright. El pastor es un fraude, un charlatán y un timador; si hubiera de verdad un país cuyo Gobierno inventase un virus para matar a los negros, ¿por qué iba a dejarlo vivo para denunciar la verdad? Confiar a sus hijas al cuidado espiritual de un hombre así durante toda su vida es la elección de Barack Obama, pero en Filadelfia el senador intentó universalizar su peculiar juicio afirmando que, teniendo en cuenta la historia de Estados Unidos, sería irracional esperar que los negros de la generación de Jeremiah Wright no predicaran locuras llenas de odio. ¿No es eso, cuál es la palabra..., racista? Pues vaya con el candidato post-racial.

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