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Dennis T. Avery

Pánico, recalentamiento y consecuencias

¿Tendremos que pasar hambre y necesidad para satisfacer a los alarmistas?

Nos enfrentamos a una crisis alimentaria debida a la creciente utilización de las cosechas para producir biocombustibles. Además, miles de agricultores en Estados Unidos están retirando sus tierras de los programas de conservación del gobierno. La escasez de granos aumenta, se disparan sus precios y quienes crían cerdos los están matando porque resulta antieconómica su alimentación.

Los países asiáticos están prohibiendo la exportación de arroz para poder garantizar el consumo de sus poblaciones, debido a que muchos de los productores de arroz se han cambiado al maíz para venderlo a quienes lo utilizan en la producción de etanol.

Todo esto se debe al pánico del "calentamiento global", que ha hecho que la gente crea que es mejor quemar los productos comestibles para producir energía que alimentar con ellos a las personas y al ganado.

Desde hace más de dos años, los economistas han estado prediciendo las terribles consecuencias de las regulaciones y subsidios a los biocombustibles que dan la espalda a la creciente demanda de alimentos en los países en desarrollo y al aumento de la población mundial.

En un acre (4.047 metros cuadrados) de terreno agrícola se consigue producir apenas 50 galones (189 litros) de biocombustibles al año. Pero en Estados Unidos se consumen anualmente 134.000 millones de galones de gasolina. El masivo traspaso de la producción de alimentos a la ineficiente producción de biocombustibles es una tragedia tanto nacional como mundial. La inmensa cantidad de terrenos requerida para la producción de biocombustibles ha hecho que el desastre no se haga esperar.

En los últimos dos años, el precio de una fanega de maíz se ha disparado de 1,86 dólares a 6. Así constatamos los verdaderos resultados de políticas en contra de la utilización del carbón, la exploración de nuevos campos petroleros y lo costoso y complicado que es obtener permisos para una nueva planta nuclear. El resultado es hambre, necesidad y la destrucción de los recursos naturales del planeta.

El calentamiento terrestre desde 1940 ha sido de 0,2 grados centígrados y no ha habido calentamiento alguno durante los últimos 10 años. Por el contrario, la temperatura bajó en 2007, pese a que el año pasado aumentó el dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera. ¿Tendremos que pasar hambre y necesidad para satisfacer a los alarmistas?

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