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José Enrique Rosendo

En el Constitucional también hay filtraciones

Estamos en eso, en que para algunos las instituciones son, simplemente, un patio particular de vecinos.

Las sesiones del Tribunal Constitucional debieran celebrarse en medio de la plaza principal de Móstoles, moderado por alguien como Mercedes Milá. O en cualquier otro foro público, con el beneplácito y la organización previo trinquineo sin miramientos de la Academia de Televisión del simpar Campo Vidal. También podrían acudir, todos ellos juntos, al programa 59 Segundos, que está tan de moda como el Club Siglo XXI en los albores de la Transición.

De este modo evitaríamos que nuestros muy ilustres vocales del Alto Tribunal se vean en el triste y bochornoso papel de filtradores de las deliberaciones, supuestamente secretas, que están teniendo lugar en dicha sede en relación con el recurso de inconstitucionalidad que pesa sobre el tan traído Estatut. Y que conste que no me refiero a la tipología de filtraciones que ocasionaron las reformas del pisito público del ministro Bermejo, sino a las otras, a las de rotativa.

La Vanguardia ha adelantado ya que el TC va a respetar el término "nación" para referirse a Cataluña, tal y como se contempla en el preámbulo estatutario. El argumento es fácil de imaginar: dicen que como el preámbulo no es dispositivo, sino meramente declarativo, no infringe el artículo 2 de la Constitución, que consagra a España como Nación única e indivisible. De todo esto se infieren dos cosas: la primera, que el TC no sabe contar. Habrá que visionarles el Barrio Sésamo donde Coco explicaba eso el significado de la palabra "único". Y la segunda, que olvidan nuestros juristas que los preámbulos de las normas constituye una fuente de interpretación de las mismas, ya que explicita la voluntad del legislador que posteriormente va a aplicarse en el articulado. Con respecto al término Nación y sus consecuencias político-legales, me remito a la doctrina de Stalin cuando estudió la diferencia entre región, nación, país, etcétera. Convendría que no lo olvidaran, porque los nacionalistas están en ello, es decir, en la semántica estalinista de la descolonización.

Pero no quiero entrar en el fondo del asunto. Lo que me llama la atención es que, ahora que Luis Herrero y Federico Jiménez Losantos están en el homenaje de Antonio Herrero, haya algún miembro del TC que hace lo propio con la figura de Francisco Fernández Ordóñez.

Ustedes recordarán a Paco, el hermano del actual presidente del Banco de España, que era el jefe de la tropa socialdemócrata de UCD. Pues en las memorias de Calvo-Sotelo, cuya lectura recomiendo tanto por lo interesante de los muchísimos datos que aporta cuanto por el buen castellano que se gasta el tío de la ministra de Educación, se refiere la anécdota de que los ministros suaristas pillaron in fraganti en más de una ocasión a Fernández Ordóñez colgado del teléfono, dictándole al entonces director de El País, Juan Luis Cebrián, lo que se había discutido en el Consejo de Ministros recién terminado.

La incontinencia filtradora de Fernández Ordóñez llegó tan lejos que, a veces, incluso se excusaba con que iba al servicio para poder anticipar las cosas al capo del diario independiente de la mañana  hoy convertido por arte de birlibirloque en el primer diario global en español, desde la salita contigua a donde seguían deliberando sus compañeros de Gabinete.

Lo mismo, lo mismito, es lo que está haciendo ahora alguien, como diría Gila, en el Tribunal Constitucional. Sólo que ya no es Paco, claro, porque murió, y que tampoco es ya El País, sino La Vanguardia, mucho más a propósito cuando estamos hablando del Estatut. Estamos en eso, en que para algunos las instituciones son, simplemente, un patio particular de vecinos.

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