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Michelle Malkin

Un predicador del odio al que no puede repudiar

Cualquiera que tenga ojos puede ver que las puestas en escena de Wright son interpretaciones calculadas al milímetro.

Pálido y mortecino parecía Obama en la tarde del martes 29 de abril durante la denominada por él "gran rueda de prensa" sobre el reverendo Jeremiah Wright. Torpe, desbordado y derrotado, Obama, tanto que lo han ensalzado por su elocuencia, respondió a las preguntas tartamudeando y balbuciendo. Parecía estar teniendo una experiencia extracorpórea.

¿Quién habría dicho que la mayor amenaza para su campaña presidencial vendría del predicador que le casó, le bautizó y rezó con él? Barack Obama debería haberlo sabido. Cojamos esta frase y estampémosla sobre un bonito cartel de campaña. ¿"Sí, podemos"? Probemos con "Sí, debiste haberlo sabido."


Durante 24 horas, la campaña de Obama estuvo intentando resolver el problema de cómo capear las consecuencias de la tumultuosa gira de odio de Wright esta semana: de Dallas, donde condenó su "crucifixión pública", a Detroit, donde entretuvo a los peces gordos de la NAACP con parodias sobre los blancos, mofas a la música clásica, desfiles de bandas "blancas" y conferencias sobre teorías raciales que explican la capacidad cerebral. Entre tanto, pasó por el Club Nacional de Prensa, donde se gustó a sí mismo durante una hora de amarga teología de la liberación negra.


Al principio, Obama restó importancia a las comparecencias públicas de Wright. Pero ahora nos dice que esperó 24 horas para convocar una rueda de prensa y condenar el discurso de Wright en el Club Nacional de Prensa, porque "no lo había visto antes". Después de todo este tiempo de campaña electoral, volvemos de nuevo a la historia sobre Obama, el inocentón desorientado. Obama explicó que cuando por fin vio el discurso de Washington, quedó "impactado", "enfurecido" y "entristecido" porque "la persona que veía no era la que había conocido hacía más de 20 años".

Vaya sarta de chorradas. Cualquiera que tenga ojos puede ver que las puestas en escena de Wright son interpretaciones calculadas al milímetro. Su talento para la crítica anti-americana y anti-blancos "imperialistas" no se desarrolló de la noche a la mañana ni a lo largo de unos cuantos años. Lleva décadas difundiendo conspiraciones en torno al sida. Lleva décadas promoviendo el rencor por la esclavitud. Lleva décadas flirteando con la Nación del Islam, que le proporciona el servicio de seguridad cuando va dar sus discursos. Lleva décadas predicando el radicalismo de extrema izquierda.

El libro superventas de Obama La audacia de la esperanza está dedicado al primer sermón que Obama escuchó de Wright hace décadas y en el cual el pastor del resentimiento racial predicó contra un entorno "en el que la avaricia de los blancos dirige un mundo de hambre y apartheid en un hemisferio y de apatía en el otro". Pese a ello, ha sido ahora cuando Obama se ha dado cuenta de que los sermones de Wright son "un atajo de diatribas que no se fundamentan en la verdad".

Bienvenidos al tour de la charlatanería. Uno de mis lectores, un clérigo, me envió un correo electrónico tras la rueda de prensa de Obama:

Como pastor, mi visión es la siguiente: es inconcebible que Obama no tuviera conocimiento de las opiniones de Wright tras 20 años acudiendo a esa iglesia. Como pastor, yo no puedo silenciar mis creencias y pasiones más sentidas. Es lo que soy. Si se me diera un micrófono en el Club Nacional de Prensa, no hablaría sobre algo que hubiera mantenido en el más absoluto secreto durante la mayor parte de mi vida. No, hablaría de mis ideas centrales, del centro de mi servicio religioso, del núcleo de mi pasión, contaría la verdad como creo que es. ¿Realmente puede Obama afirmar que lo de su pastor es nuevo para él? Si se tratara de su cartero, su carnicero o su fontanero, por supuesto. Pero, ¿de su pastor? ¡De ninguna manera!

No, no es Wright el que ha cambiado su estribillo demencial. El año pasado, Obama declaró al diario Chicago Tribune que Wright era la persona que le permitía evaluar sus ideas: "Lo que más valoro del Pastor Wright no son sus consejos políticos cotidianos. Para mí es mucho más que un consejero, es alguien que me asegura que hablo de lo que creo con toda la sinceridad posible y que no me voy por los derroteros de la exageración, el bombo y la tensión que existen en la política nacional."

El pasado mes de marzo, en su discurso de Filadelfia sobre la reconciliación nacional, Obama nos invitó a no despreciar a Wright como "un vehemente o un demagogo" y se mostró molesto por no poder "repudiarle más de lo que puedo repudiar a la comunidad negra". Al descubrir lo mucho que su asociación interesada con Wright ha perjudicado su campaña, Obama en persona ha intentado hacer ambas cosas, y ahora espera que la opinión pública americana le crea cuando afirma, tímida y tardíamente que "cuando digo que encuentro decepcionantes las declaraciones [de Wright], estoy hablando en serio".

Como decimos los que no tenemos cerebros a la europea: flipas.

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