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EDITORIAL

Pumpido, ese ejemplo de esfuerzo por el consenso

La permanencia de Pumpido y Bermejo demuestra que ese ánimo de pactar y llegar a acuerdos de Estado sólo parece estar en la mente de los populares. Zapatero sigue a lo suyo, sólo que con menos obstáculos, al carecer de una oposición digna de tal nombre.

Pocas actuaciones más vergonzosas hemos podido contemplar que la de Conde Pumpido enunciando –que no justificando de ninguna manera– su cambio de posición con respecto a ETA. Ya no hay que "ensuciar las togas con el polvo del camino" ni la Ley de Partidos Políticos es un "Guantánamo electoral"; no, ahora se compromete a "perseguir a los terroristas, a quienes les amparan y a quienes facilitan o aplauden su acción". Hasta que Zapatero le diga que deje de hacerlo, naturalmente.

Nos hemos malacostumbrado a que la Justicia en España parezca en muchas instancias, básicamente las más altas, una mera extensión del parlamento. Una de las instituciones más perniciosas para la apariencia de imparcialidad es la de la Fiscalía General del Estado. Sólo la contención de quien ocupa la Moncloa puede impedir que quien ocupe este cargo no sirva a intereses políticos. Y no es esa precisamente la principal virtud de quien llega a la presidencia de un Gobierno democrático.

Sin embargo, ni siquiera Eligio Hernández, el "Pollo del Pinar", que fuera elegido sin cumplir siquiera los requisitos legales para ello, alcanzó las cotas de indignidad en las que retoza gozosamente Conde Pumpido. Como bien ha recordado Ignacio Astarloa, ejerciendo al fin de oposición mientras otros compañeros de su partido se dedican a otros menesteres, Pumpido "ha convertido su actuación en la burla de la ley y se ha jactado de hacerlo". Y es que más que Fiscal General del Gobierno, como le hemos definido en más de una ocasión, se ha convertido en Fiscal General del Partido.

Sin duda, el punto más bajo de sus cuatro años al frente de la Fiscalía tuvo lugar a lo largo de todo el proceso de rendición, al que no dejó de rendir pleitesía por más que ello lo obligara a dejar de hacer cumplir la ley, como es su obligación y por lo que recibe el sueldo que le pagamos –querámoslo o no– los españoles. Hasta tal punto llegó que el propio Otegui, como oportunamente ha recordado hoy Rosa Díez, preguntó en una de las ocasiones en que fue detenido si Pumpido sabía lo que estaba pasando. Bien sabía que era su mejor defensor.

La permanencia de Pumpido y Bermejo demuestra que ese ánimo de pactar y llegar a acuerdos de Estado que tanto regocija a quienes se dedicaron a denigrar al PP por desleal y crispador por denunciar las tropelías de, entre otros, Conde Pumpido en nombre de la "paz", sólo parece estar en la mente de algunos populares. Zapatero sigue a lo suyo, sólo que con menos obstáculos, al carecer de una oposición digna de tal nombre. ¿Cómo se atreven algunos siquiera a insinuar que llegarán a pactos con el PSOE mientras estos dos personajes cuyo sólo nombre evoca a la injusticia permanecen en sus puestos?

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