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EDITORIAL

Sí, se puede... ¿pero qué?

Pocas cosas hay más propias de la mentalidad adolescente que votar a un candidato por ser mujer, o negro. Los norteamericanos deberían elegir al más capaz de los candidatos disponibles. Y ese no es Obama.

Pese a los grandes titulares, en realidad la situación en el Partido Demócrata no ha cambiado tanto. Obama logra la mayoría, pero sólo si suma los superdelegados –cargos del partido que pueden votar a uno u otro candidato según estimen oportuno– que le han prometido su apoyo. Hillary Clinton no ha abandonado, y es muy probable que no lo haga hasta la convención. Su esperanza es que se encuentre algo bien gordo que descalifique a Obama como candidato, de modo que los superdelegados cambien de opinión. Pero su estrategia va más bien dirigida a desgastar a su contrincante e impedirle centrar su campaña en la contienda contra los republicanos, para hacer más probable que pierda contra McCain y así postularse de nuevo como candidata en 2012.

Siendo sin embargo lo más probable que Barack Obama sea el contrincante demócrata en las elecciones presidenciales, conviene analizar qué cabe esperar de él. Su campaña ha estado basada en un llamamiento al "cambio" y la "esperanza" –que tuvo su momento álgido en su discurso tras las primarias de New Hampshire, conocido popularmente como Yes, we can–, pero ha procurado definir lo menos posible la manera en que llevará a la realidad tan bonitas palabras. Lo cierto es que su historial de votaciones en el Senado lo coloca en la extrema izquierda de la cámara, lo cual casa muy mal con la imagen de sí mismo como la persona que curará las divisiones de la sociedad norteamericana.

Curiosamente, es McCain quien más ha hecho por reducir el sectarismo, lo que le ha valido las críticas de la derecha estadounidense, entre las cuales se le ha visto frecuentemente como un traidor. Pero en este mundo en que la política tantas veces se reduce a mera imagen, especialmente entre los "sofisticados" progresistas, Obama sabe vender su producto. La duda es si la realidad de su extremismo se imprimirá en la mente de los votantes con la suficiente fuerza antes de las elecciones de noviembre. Ya ha dado algún paso para evitarlo, como borrarse de la iglesia a la que ha acudido durante los últimos 20 años, y que tenía por costumbre realizar propaganda antiamericana y racista desde el púlpito. Pero cabe esperar que Hillary primero y McCain después sigan hurgando en esa y otras heridas similares.

Los medios han destacado que es el primer candidato negro a la Presidencia, lo que sin duda es un dato positivo y que juega a su favor. Al contrario de la imagen que quieren imponernos de Estados Unidos, lo cierto es que los norteamericanos están deseando elegir a un presidente negro. Sin embargo, pocas cosas hay más propias de la mentalidad adolescente que votar a un candidato por ser mujer, o negro. Los norteamericanos deberían elegir al más capaz de los candidatos disponibles. Y ese no es Obama.

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