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EDITORIAL

Cierre en falso de la crisis del PP

Pese a los deseos del presidente interino del PP, la crisis que arrastra la formación desde las elecciones del 9 de marzo no se ha cerrado en Valencia.

El discurso con que Mariano Rajoy ha cerrado el congreso que se quiso búlgaro, pero que le convirtió en el presidente del PP con menor apoyo desde su refundación, ha dejado clara la pretensión del gallego de dar por cerrada la crisis de su partido. Así, se ha referido a la situación de los populares con un par de frases y se ha centrado en la crítica a la gestión de Zapatero, aunque con muchas concesiones en asuntos clave y pocas propuestas alternativas en materias que debería dominar más, como la crisis económica. No obstante, la actitud de mirar hacia adelante sería digna de alabanza, si no fuera porque Rajoy ha sembrado demasiadas dudas sobre su proyecto político, que no ha querido despejar porque no le conviene hacerlo con los discursos de Acebes y Aznar tan cercanos y frescos en la memoria.

Eso sí, los nombres escogidos por Rajoy para la Ejecutiva dejan claro que empieza a dominar el arte de la demagogia de Zapatero, tan experto en hacer una cosa y decir la contraria. Mucho llenarse la boca con eso de que en el PP caben todos y de que el propio Rajoy necesita de "la ayuda de todos", pero ha echado de la Ejecutiva a los miembros más críticos con la deriva encabezada por el presidente interino de los populares. Su problema, de cara a sus pretensiones de heredar el régimen que deja Zapatero sin cambiarlo, es que es incapaz de ejercer esa habilidad contra los socialistas; parece que sólo se le dé bien apartar a sus críticos dentro del partido, no al PSOE del Gobierno.

Así, pese a los deseos de Mariano Rajoy, la crisis que arrastra la formación desde el verano no se ha cerrado en Valencia. Quienes desean llegar al Gobierno explicando los principios del PP y convenciendo a los ciudadanos de su neta superioridad frente a las ideas de la izquierda tienen ahora muchas más razones para dar la batalla. Entre ellas, y no la menor, el aplauso de la izquierda a la permanencia de Rajoy al frente del partido. Eso sí, seguramente sea una lucha más soterrada, con críticas más indirectas, guardando las armas ante los previsibles malos resultados del gallego en las próximas elecciones, especialmente las europeas.

Al contrario que durante la primera legislatura de Zapatero, en la que casi todos cerraron filas, ahora Rajoy tiene en su partido verdaderos enemigos que esperan verlo caer lo antes posible. El principal, por su falta de escrúpulos y de lealtad, es Ruiz Gallardón, que espera con ansias sustituir al gallego en su tarea de abandonar los principios del PP y llegar al poder con pleno apoyo de Prisa. Otros muchos esperan poder sustituirlo por alguien que sí respete esos principios y pueda explicárselos a los ciudadanos y convencerlos, para así revertir el rumbo que ha tomado España estos años, un camino que nos lleva a la ruina económica, el derribo de la nación y unas mayores restricciones a los derechos individuales.

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