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Emilio J. González

No hay crisis, no hay medidas

Qué poco le van a durar, a este paso, los últimos restos que le quedan de la buena herencia económica que recibió del PP

Difícilmente se pueden resolver los problemas cuando se niega su existencia. El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, ha vuelto a desperdiciar una nueva oportunidad de sentar las bases para solucionar la grave crisis en la que está entrando la economía española, al seguir sin admitir la realidad de la misma. La ocasión era excelente para dar un giro a lo que ha venido siendo el discurso económico del Gobierno desde el pasado verano. Se trataba de la presentación del informe económico de 2008 de Zapatero. Aún así, sigue empeñado en sus trece y la política económica está resintiéndose de ello.

Zapatero dijo que la economía española padece dificultades serias, que afectan a todos los ciudadanos, para añadir a continuación que está ahora en mejor situación que en el pasado para soportar lo que está por venir, a modo de justificación de la falta de medidas adecuadas para afrontar esas dificultades. En cierto modo, lo que dice Zapatero es verdad. Ahora no partimos de una situación de déficit público, sino de superávit; la inflación no es del 6%, aunque empieza a aproximarse; la tasa de paro es de un solo dígito, y no del 18%, aunque, en breve, volverá a tener dos; los tipos de interés están en el entorno del 5%, lejos del 10% de 1993, si bien el diferencial con Alemania ya se está ampliando como consecuencia de las dudas que genera la economía española. En general, por tanto, es verdad lo que dice Zapatero, aunque el mérito le corresponde, más bien, a los gobiernos del Partido Popular.

Pero igual de cierto es que, como el Ejecutivo siga sin hacer nada, la crisis va a ser una de las peores de la historia contemporánea española. No hay que olvidar que ahora ya no podemos devaluar, con lo que todo el peso de la misma va a recaer sobre la producción y el empleo. También conviene recordar que hay de por medio el estallido de la burbuja inmobiliaria, de cuyas consecuencias nefastas para la economía española nos va a costar mucho salir. Cuando una burbuja semejante estalló en Japón a principios de la década de los 90, a la economía nipona le costó quince años recuperarse; cuando estalló en Noruega, al país escandinavo le llevó cinco años. Aquí no hay razón para que las cosas sean diferentes, sino todo lo contrario.

Prueba de ello es el nuevo paquete de medidas que acaba de presentar Zapatero. Sus propuestas, en el mejor de los casos, van a servir de poco, pero lo normal es que agraven la situación. Dudo que la construcción, tan importante para la economía porque arrastra consigo a otros sectores, vaya a recuperarse pronto si al estallido de la burbuja inmobiliaria ahora se une la competencia desleal de la vivienda de protección oficial que va a promover Zapatero. Con ello no va a salvar muchos empleos; sin embargo, va a provocar que la caída de los precios sea todavía mayor de la que ya se está produciendo. Y aunque eso es tan bueno como lógico, teniendo en cuenta la desproporción entre el coste de una vivienda y el poder adquisitivo de los españoles, no es el fruto de la liberalización del suelo, que es por donde hay que empezar para abaratar la vivienda y, de paso, dinamizar al sector de la construcción. Por aquí es por dónde hay que empezar. Por cierto, ¿se ha dado cuenta Zapatero de que todos aquellos que han invertido en vivienda pueden ver deteriorado su patrimonio aún más de lo que va a quedar tras el estallido de la burbuja a causa de las políticas del Gobierno?

En cuanto a las medidas de calado que necesita la economía española, Zapatero ni dice ni propone nada. Ni hay una nueva reforma laboral para evitar que el paro se dispare, ni se bajan impuestos a las empresas, ni se toman medidas para combatir la inflación, un punto este último que debería estar en lo más alto de la agenda económica del Gobierno. ¿Por qué? Porque los precios están subiendo mientras el crecimiento cae, corriéndose el riesgo de que España entre en una situación de estanflación –estancamiento con inflación–, porque estancamiento va a haber, y para rato. Esta situación es la más difícil de resolver porque cualquier cosa que estimule el crecimiento económico dispara la inflación, y la inflación de hoy es el paro de mañana.

Así es que, como Zapatero sigue sin admitir que hay crisis, el Gobierno sigue sin tomar verdaderas medidas para resolverla. Qué poco le van a durar, a este paso, los últimos restos que le quedan de la buena herencia económica que recibió del PP, una herencia que ha dilapidado de una forma y por unas razones difíciles de creer.

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