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Juan Carlos Girauta

Rajoy no sabe el porqué

Sirera se estrenó con la precampaña de las generales y quiso transmitir un nuevo mensaje que marcaba distancias y que se resumía en esta declaración: "No somos nacionalistas".

"No sé por qué Nebrera ha sacado tantos votos". He ahí un reconocimiento de ignorancia en toda regla sobre las claves de su partido allí donde se juega (y pierde) las elecciones. Dada la idiosincrasia del personaje, adivino en la frase esta coletilla: "…ni me importa". Si es así, que siga tranquilo don Mariano. No tiene más que continuar como hasta ahora para que la cabal comprensión de los problemas no importune su suave paso por el mundo.

Si no es así, sí tiene algún sentido suponer que Rajoy desea saber por qué Nebrera ha sacado tantos votos, que alguien le recuerde su viaje a Barcelona de hace un año, cuando vino a avalar ante los suyos al recién ascendido Daniel Sirera. Quizá recuerde el entusiasmo; todos querían sumarse al espíritu de la nueva etapa, resumido en la voluntad de abandonar por fin el largo túnel del perfil bajo, del aquietamiento ante el nacionalismo, del disimularse en el paisaje, del no levantar demasiado la voz, del no irritar al establishment catalán, de tantos errores como su partido cometió por seguir la estrategia Piqué-Vendrell.

Sirera se estrenó con la precampaña de las generales y quiso transmitir un nuevo mensaje que marcaba distancias y que se resumía en esta declaración: "No somos nacionalistas, no queremos ser nacionalistas, nunca seremos nacionalistas". Era el momento de pelear el voto del cinturón industrial, de competir con un PSC entregado a la Esquerra y que ya centraba toda su capacidad de intoxicación en el PP. Y había que hacerlo con decisión, sin esconder los cuatro millones de firmas contra el Estatuto, explicándose, dando la cara, sin doble lenguaje, sin equívocos.

Para ello hacían falta candidatos dispuestos a patearse los caminos, fatigar los micrófonos y hacer llegar su voz a cada municipio metropolitano. Para hallarlos, bastaba con fijarse en los resultados de las municipales y extraer consecuencias. Pero a Sirera le hicieron la lista electoral, un despropósito basado en criterios que tienen todo que ver con camarillas y nada con el potencial de los elegidos. Aun ganando dos diputados, al PPC de Sirera, con unos meses de rodaje y sin margen de decisión, se le culpó del "mal resultado". Como si los años de Piqué-Vendrell no hubieran existido.

Ya han amortizado a Sirera, cuyo entusiasmo marianista en Bulgaria/Valencia es un grave error sin remunerar. Tras un tercer grado de seis horas a cargo de Ana Mato, se avino disciplinado al enésimo montaje popular en Cataluña. Él sí, pero no los suyos. ¿Va entendiendo, don Mariano? Los abucheos a la comisaria política que rompió a Sirera prefiguraban el voto adicional a Nebrera, que es un voto de castigo. Aquel entusiasmo de hace un año se ha trocado en indignación. Si sigue tratando así a su gente, Rajoy irá descubriendo cuántas cosas hay en el universo del PPC susceptibles de escapar a su comprensión.

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