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Álvaro Bardón

Concentrando pobreza

El ingreso de los asalariados siempre está determinado por la oferta y la demanda, y la evidencia muestra que en las economías libres en que se deja a la gente tranquila, ella consigue pleno empleo, incluida la más modesta.

El Ministerio del Trabajo de Chile, lejos de promover el empleo y, por esa vía, una "mejor distribución del ingreso", ha logrado una minimización del total de ocupados, de manera tal que en Chile la participación laboral es la más baja del mundo: unos 10 a 15 puntos menos sobre el total de la población de lo que correspondería a un país normal europeo, norteamericano, latinoamericano, asiático o africano –esto es, entre uno y 1,5 millón de chilenos sin trabajo–.

Históricamente, aunque no sea ésa su intención ni la percepción de su propia labor, ese ministerio viene promoviendo leyes de inamovilidad, indemnizaciones, salarios y jornadas parciales, trabajo femenino, infantil, etcétera, que sólo fomentan la inactividad de los más pobres y menos calificados, y con ello la desigualdad.

Si hubiera libertad de trabajo, se podrían pagar remuneraciones por horas o especiales según productividad, edad, sexo y demás variables. Si así fuera, muchas más personas podrían contar con un ingreso más o menos continuo que, junto al resto que percibe el grupo familiar o de los amigos, erradicaría la pobreza y mejoraría la distribución del ingreso como nunca antes.

El socialista constructivista de turno se opondrá de inmediato a toda forma de libertad salarial y de trabajo con argumentaciones como la explotación, el salario de subsistencia, la lucha de clases y toda suerte de términos y teorías que quizás tuvieron sentido en los pizarrones de siglos pasados, pero no hoy.

Por el contrario, con plena libertad de trabajo casi todos tendríamos empleo, y si bien muchos no serían "bien pagados", siempre existiría la posibilidad de mejorar, como ocurre en los más variados mercados libres. En éstos –perdonen la herejía– siempre se igualan la oferta y la demanda, lo cual equivale a pleno empleo, y les aseguro que, más allá de ciertos casos que podrían considerarse injustos y llevarse a tribunales, en el agregado habría mucha más gente trabajando. El ingreso de los asalariados siempre está determinado por la oferta y la demanda, y la evidencia muestra que en las economías libres en que se deja a la gente tranquila, ella consigue pleno empleo, incluida la más modesta, de bajo nivel educacional y de calificación.

El socialismo estanca, y no conozco casos de desarrollo a partir de reprimir la libre iniciativa personal. Las economías "socialistas" europeas de buenos salarios llegaron a esta situación después de años de desarrollo libre, básicamente capitalista. Nosotros, al copiar las leyes sociales europeas, lo que hemos logrado siempre es una mediocridad que concluye en una generalizada insatisfacción, cuando no en revueltas y crisis políticas.

El socialismo estatista ha sido nuestra ruina, y conviene recordar la antigua preocupación de las autoridades del trabajo por la previsión. Les regalaban plata, créditos y casas a los más pudientes, a cambio de una alta inflación para los obreros pobres y pensiones miserables. ¿A esto apuntan los que deforman la nueva previsión chilena por su "falta de solidaridad"?

La prioridad de gobiernos y ministros del Trabajo debería ser no empeorar la situación de los pobres, y eso supone cobrar conciencia de qué les supone a ellos en la vida real, por ejemplo, imponer un "salario ético", o en palabras del presidente de la Federación Gremial de la Industria, "mantener la incertidumbre y la confusión" en materias laborales.

En Libre Mercado

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