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EDITORIAL

Y si a Bono se le escapara Ben Laden

Si nuestra fuerza en Afganistán se encuentra con el asesino más buscado del mundo le dejaría marchar sin dudarlo. Órdenes son órdenes.

Cuentan que el General Patton dijo en cierta ocasión que prefería tener a un soldado alemán en frente que a uno francés en la retaguardia. Quizá por cuestión de agallas. Si hoy viviese, tras escuchar el manojo de lugares comunes aducido por el ministro Bono, al célebre militar norteamericano no le quedaría más remedio que trocar la nacionalidad del último por la del ministro timorato.
 
Ayer José Bono compareció ante la prensa, es decir, ante la cadena SER, para puntualizar los pormenores de la misión española en Afganistán. El ministro de Defensa quitó hierro a los potenciales riesgos que los soldados pueden encontrarse en Kabul, asegurando que era consciente que existía peligro pero de otra naturaleza, una naturaleza que no se ha tomado el trabajo de precisar. Lo que si quiso dejar bien claro el ministro es que el contingente español acudirá a Afganistán a "garantizar el derecho al voto" en las elecciones que este mes van a celebrarse en el antiguo taifa medieval de los talibanes.
 
No sabemos si Bono desconoce los apuros a los que va a enfrentarse, le guste o no, nuestro batallón en Afganistán o si, por el contrario, está jugando a que controla una situación que bien podría írsele de las manos. Las instrucciones que los militares españoles se llevan consigo a Afganistán están condensadas en el abstracto principio de usar la mínima fuerza posible. Disparar sólo cuando al soldado le vaya la vida en ello y no importunar, bajo ningún concepto, a los afganos. Para ese viaje no hacía falta entrevista alguna, ni en la SER, ni en El País ni en ninguno de los muchos medios del arco iris polanquista.
 
Cualquier ejército de cualquier nación civilizada del mundo –y la nuestra es por fortuna una de ellas– procura administrar el uso de la fuerza a los casos en que éste sea imprescindible. En ciertos rincones del planeta -desgraciadamente- a los soldados no les queda otra elección que estar alerta las veinticuatro horas para mantenerse a salvo. Afganistán es uno de esos rincones. El "país de Bin Laden", tal y como ha remarcado Bono, no es un paraíso democrático donde los ciudadanos acuden a las urnas pacíficamente y sin que nadie les incomode. En Afganistán siguen activas milicias perfectamente armadas cuyos objetivos predilectos son los soldados occidentales. En la capital, Kabul, muchas son las mujeres que no se registran para votar por miedo a que un salvaje siegue su vida sin contemplaciones. Y esto último lo ha reconocido hasta el mismísimo Bono.
 
Nuestros soldados van a encontrarse en medio de ese huracán y tienen que estar preparados para lo peor. Decirles que sólo aprieten el gatillo en legítima defensa es como firmar la sentencia de muerte de muchos de ellos, recordarles que no detengan a nadie es una simpleza propia de un aficionado y no de todo un ministro de Defensa. Si, Dios nos oiga, nuestro destacamento da por casualidad con Osama ben Laden, tendría que dejarle marchar a no ser que el terrorista disparase antes. Parece de chiste pero es así. Si nuestra fuerza en Afganistán se encuentra con el asesino más buscado del mundo le dejaría marchar sin dudarlo. Órdenes son órdenes.
 
En un día en el que el terror ha golpeado con fuerza en Israel y Rusia, ningunear a sus artífices de esta manera es, cuando menos, una temeridad. Los matarifes de Hamas y la suicida de Moscú han matado al menos a 22 personas en una misma jornada en la que los periodistas franceses siguen secuestrados en Irak, a pesar de la trompetería que Chirac ha hecho sonar desde El Elíseo.
 
El batallón español en Afganistán se las va a ver cara a cara con los primos hermanos que hoy han teñido de rojo Beersheva y Moscú. Eso lo deberían saber ellos, lo deberíamos saber nosotros y lo debería saber el ministro. Si Afganistán no fuese un país peligroso, inestable y resbaladizo en grado sumo para los ejércitos extranjeros, en lugar de enviar soldados enviaríamos observadores electorales o al ex presidente Carter. Éstos nunca utilizarían la fuerza, ni siquiera en legítima defensa. Quizá Bono debería replantearse la misión antes de enviar a 500 soldados a una ratonera.

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