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EDITORIAL

La solidez de Astarloa

La intervención de Ignacio Astarloa en la Comisión abre una nueva etapa más esperanzadora para todos y algo más embarazosa para los que la enfocaron como un juicio sumario al Partido Popular

El número dos de Ángel Acebes en el Ministerio del Interior dio ayer en la Comisión de investigación de los atentados del 11 de marzo un recital de cordura que, bien aprovechado, puede marcar un nuevo giro a las labores de los parlamentarios que tratan de esclarecer lo que sucedió aquel día de infamia. Durante casi una hora, el que fuese secretario de Estado de Seguridad hizo un repaso concienzudo de las horas y días posteriores a la masacre tal y como él mismo –desde su cargo- los vivió. El testimonio de Ignacio Astarloa, que, por su relevancia en el anterior Gobierno, era de capital importancia, se ha hecho esperar demasiado y abre nuevas interrogantes sobre el día de autos y, lo que es más grave, los días que sucedieron a la matanza y precedieron a la jornada electoral.
 
De entrada, el ex secretario de Estado no descarta la participación de ETA en los atentados. Y no le faltan razones para la suspicacia. Demasiadas casualidades. Ya es extraño que un comando etarra que iba a atentar en Santander fuese a robar un coche en la misma calle en la que Suárez Trashorras tenía un garaje. Por otro lado, la caravana de los islamistas que se dirigió a Madrid con objeto de sembrar la capital de muerte coincidió en el tiempo con la de los etarras que fueron interceptados en Cuenca, es más, las dos caravanas partieron el mismo día hacia Madrid. En la furgoneta hallada en Cuenca incluso se llegó a encontrar una fotografía de dos terroristas de ETA con dinamita, nada de especial sino fuese porque la fotografía en cuestión había sido tomada en Mieres días antes. Mieres está en Asturias, así como Avilés, el garaje de Trashorras y la calle donde los etarras habían sustraído el coche para el atentado de Santander. Muchas coincidencias como para ser ignoradas a la ligera. Los representantes en la Comisión del PNV y ERC se han sentido molestos al ver como Astarloa ponía el dedo en la llaga. Natural, el juicioso ex secretario de Estado ha hecho que más de uno se sintiese incómodo con ciertos descubrimientos no demasiado aireados por el actual ministerio del Interior.
 
Para saber de una vez si ETA tuvo o no que ver en la preparación de la masacre madrileña sólo existe un camino: investigar hasta el final, estudiar palmo a palmo las pruebas y no dejarse nada en el camino. Los diputados que, aunque algunos no se den por aludidos, representan a todos los españoles, nos lo deben. El problema de fondo radica en que quizá ni el PSOE ni sus socios estén demasiado interesados en que ETA se vea ni de lejos involucrada en los sucesos de aquel día. No en vano, la estrategia seguida desde Ferraz, desde Barcelona y desde la Sabin Etxea de Bilbao para cercar al Gobierno y sacar a la gente a la calle fue esa misma, acusar al propio Gobierno de mentir por haber éste barajado desde el primer minuto la hipótesis etarra que, dicho sea de paso, en aquellos momentos era la única posible habida cuenta del historial delictivo de ETA. En las horas posteriores a los atentados todas las fuerzas políticas, incluido el PSOE, no dudaron que fuese ETA la responsable de la matanza, y no por fijación por la banda asesina vasca sino porque era lo más plausible.
 
Etarras habían sido las intentonas de reventar la Navidad de 2003 con mochilas-bomba depositadas en trenes, etarra había sido el plan para asesinar al Rey Juan Carlos en Baqueira Beret y, en definitiva, etarra era y es la principal amenaza terrorista que padece la Nación desde hace más de treinta años. Frente a tan contundentes argumentos, el peligro islamista era poco menos que testimonial, centrado más en células aisladas que obedecían a organizaciones internacionales. Astarloa lo dejó ayer tan claro y meridiano que no nos queda más que celebrar su comparecencia. Del “desastre policial” que precedió al atentado poco más se puede aportar de lo que ya sabemos a través de las incontables revelaciones que han ido en los últimos meses llenando las portadas de los periódicos. Una lamentable concatenación de ineptitudes que, de ningún modo, puede ser atribuible al ex secretario de Seguridad. Ningún mando le mantuvo informado del desbarajuste asturiano, ni de los extraños movimientos que se estaban registrando en el Principado.
 
La intervención de Ignacio Astarloa en la Comisión abre una nueva etapa más esperanzadora para todos y algo más embarazosa para los que la enfocaron como un juicio sumario al Partido Popular. De ser un mero trámite para culpar al Gobierno Aznar y demostrar que mintió a la opinión pública se ha convertido, casi como por arte de magia, en otro trámite para pasar página lo antes posible. El único objeto de la Comisión es, sin embargo, investigar a fondo, averiguar quien asesinó salvajemente a 192 inocentes y satisfacer a una Nación herida que merece saber la verdad, sólo la verdad y nada más que la verdad. 

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