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EDITORIAL

Sequía sin soluciones

¿Se acuerda alguien de las desaladoras?, ¿cuántas se han puesto en funcionamiento?, ¿han servido de algo para prevenir la sequía los planes del sustitución del PHN que Narbona anunció el año pasado a bombo y platillo?

A no ser que el otoño se presente lluvioso en extremo, el año 2005 será recordado como el de la gran sequía. Según los expertos este está siendo el año más seco en el último siglo. Todos los meses del año han sido secos o muy secos según los baremos con los que trabajan los climatólogos lo que, unido a la habitual escasez de lluvias en verano, ha dejado las reservas hídricas en mínimos históricos. Por cuencas, las únicas que se encuentran por encima del 50% de su capacidad son las cantábricas. Las levantinas, en el extremo opuesto, a duras penas llegan al 20%. En alguna como la del Segura la situación es de una gravedad alarmante. El río se encuentra literalmente seco y las reservas acumuladas en los embalses no pasan del 10% de la capacidad máxima. Una catástrofe para la boyante agricultura de la ribera y una amenaza sobre la numerosa población que se asienta en la vega del Segura.   
 
A tal extremo ha llegado la sequía en Murcia que a principios del mes pasado y por primera vez en la historia el río Júcar tuvo que “prestar” agua al Segura. La Mancomunidad de Taiblilla recurrió in extremis, y previo pago, a las reservas del embalse de Alarcón para conjurar las temidas restricciones. Las borrascas se han mostrado, no obstante, esquivas con la región murciana durante todo el mes y esta semana la cuenca se encontraba de nuevo en números rojos. Al Gobierno no le ha quedado más remedio que actuar y a falta de otra solución ha recurrido a lo único que queda después de toda la demagogia desplegada por Narbona durante el último año y medio: el trasvase Tajo-Segura. Los murcianos habían pedido 77 hectómetros cúbicos para atender a la demanda agrícola y al consumo humano. Zapatero ha obviado lo primero y ha autorizado tan sólo la mitad, 39 hectómetros cúbicos destinados en exclusiva al abastecimiento de la población.
 
La decisión, por arbitraria y politizada, no ha sentado nada bien en Murcia, especialmente porque los embalses de la cabecera del Tajo cuentan con excedente y porque en Castilla-La Mancha no se ha establecido restricción alguna al agua destinada a los cultivos. Los regadíos de la ribera del Segura son muy competitivos y si se abandonan ponen en riesgo centenares de hectáreas de arbolado y la suerte de 70.000 familias que viven de ellos. Muy al contrario, la agricultura castellano-manchega vive en gran parte de las subvenciones de la UE. Tras el trasvase de subsistencia aprobado ayer se encuentran razones políticas en las que los socialistas Barreda y Bono tienen mucho que ver. Murcia pertenece, por decisión de sus ciudadanos, a la denostada nómina de autonomías que, como Madrid o Valencia, están gobernadas por el PP y esta de la sequía esta siendo la coartada perfecta para recordárselo.
 
Las dramáticas consecuencias que está teniendo la sequía en Murcia y en buena parte del país no pueden separarse de la pésima gestión del problema que está llevando a cabo el Gobierno. Una de las primeras cosas que hizo nada más llegar al poder fue paralizar el PHN, que era mucho más que el trasvase del Ebro, y desde entonces no ha hecho más que propaganda y juegos de manos para distraer. ¿Se acuerda alguien de las desaladoras?, ¿cuántas se han puesto en funcionamiento?, ¿han servido de algo para prevenir la sequía los planes del sustitución del PHN que Narbona anunció el año pasado a bombo y platillo? Parece que no. A pesar de las advertencias, el presidente se ha empeñado en mirar hacia otro lado, en seguir su peculiar agenda en la que la negociación con ETA o el Estatuto catalán tienen mucha más prioridad que los problemas reales del país. Porque, mientras el viernes Carod y Maragall brindaban alegremente con cava, muchos municipios padecían restricciones al consumo y las reservas globales de agua se desplomaban por debajo del 40%. Que no llueva no es, obviamente, culpa del Gobierno, que no se sepa encarar los problemas derivados de la falta de lluvias si lo es. Zapatero aún tiene tiempo de rectificar. La climatología es caprichosa y más en un país de contrastes como España que registra años muy húmedos y años extremadamente secos. La actual situación puede tocar a su fin este invierno o puede prolongarse por más tiempo. De la previsión y de la correcta asignación de recursos dependerá que una simple sequía se transforme en un drama.    

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