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EDITORIAL

Lamentable Narbona

Se ha demostrado una ministra nefasta en todos los ámbitos. Sectaria, prepotente y tan cambiante en sus juicios como el viento que lleva dos semanas azotando Galicia

A pesar de que se veía venir la reacción de los socialistas y de la multiforme cuadrilla que le sigue allá donde va, no deja de sorprender la valoración que de los incendios gallegos han hecho el Gobierno de la nación, el de la región y el PSOE de todo el país. En la calle, la hasta hace dos días desaparecida plataforma Nunca Máis se desgañita exculpando al Ejecutivo de Touriño a la vez que señala de un modo no tan disimulado a la oposición del PP como responsable subsidiaria de la tragedia. En el Congreso de los Diputados la misma escena pero adornada de parlamentarismo. El bloqueo impuesto por el PSOE y sancionado por sus socios nacionalistas ha surtido el efecto deseado.

Ya lo advertíamos la semana pasada cuando la situación se desmandó. El guión escrito por la intelligentsia progresista y jaleado hasta la extenuación por sus voceros políticos ha llegado a su justo término. Sin disponer de las pruebas que les permitiesen acusar al Partido Popular de provocar el fuego, la culpabilidad se ha diluido en lo que han dado en llamar "terrorismo forestal", eufemismo de innegable factura socialista que, a pesar de su endeblez, está cosechando el fruto deseado: pasar de puntillas sobre la incompetencia manifiesta de la Xunta de Galicia y del Ministerio de Medio Ambiente en esta crisis.

Poco importa que terrorismo implique la existencia de un cerebro, de una organización y de una trama previa que persigue unos fines concretos. Menos importa aún que nadie haya podido demostrar absolutamente nada en lo tocante a este presunto terrorismo aparte de la detención de un puñado de pirómanos. La verdad socialista revelada, como el año pasado en Guadalajara, como el anterior en Huelva, ha vuelto a hacerse carne. Porque, si con algo viene tropezando este Gobierno un año tras otro es con los incendios forestales. No se recuerdan tres veranos más nefastos que estos tres últimos en los bosques españoles. El primer año pudo ser mala suerte, el segundo inexperiencia, para este, en cambio, no existen excusas. Tanto el Gobierno central como los autonómicos del PSOE son una irremediable nulidad en esta materia. Y no hay eufemismos que valgan.

Como el mal ya está hecho, y ahí están las víctimas mortales como dolorosa evidencia, la sociedad española exige una depuración inmediata de las responsabilidades políticas, que son muchas y tienen nombre, apellidos y alto cargo. En Galicia se debería proceder a una reestructuración total de la Consejería del ramo y a la apertura de una comisión de investigación. En Madrid, la ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, no puede sostenerse ni un minuto más. Sus bandazos, su irresponsabilidad y su absoluta incapacidad para gestionar la crisis no la hacen merecedora del cargo.

No dio la talla el año pasado en Guadalajara, como no la ha dado en prácticamente ninguno de los asuntos dependientes de su cartera, desde la aceptación a ciegas del Protocolo de Kioto hasta las desaladoras de Levante. Y, naturalmente, no ha estado a la altura de las circunstancias en esta ocasión. Se ha demostrado una ministra nefasta en todos los ámbitos. Sectaria, prepotente y tan cambiante en sus juicios como el viento que lleva dos semanas azotando Galicia. Que Narbona siga en su puesto significa que Rodríguez Zapatero acepta de buen grado y recompensa a uno de los responsables políticos del desastre. Mantenerla al frente del Ministerio sería decirles a los españoles que ser ineficaz, hablador y esconder la cabeza ante los problemas tiene premio en su Gobierno.

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