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Emilio Campmany

Un tapado en el armario

Supongamos que a partir de entonces Aguirre y un Rato salido del armario en el que estaba tapado empiezan a trabajar de consuno para ofrecer a España un tándem capaz de regenerar las instituciones democráticas (Aguirre) y la hundida economía (Rato).

Supongamos que Esperanza Aguirre se convenció hace unos meses de estas cosas: primero, que Rajoy no llegará vivo a 2012 y si llega, será para perder; que su caída abrirá la lucha entre ella y Gallardón; y que vencerá quien de los dos tenga más apoyos en el partido. Supongamos que entonces reflexionó sobre cómo asegurarse esos respaldos. Supongamos que pensó que las adhesiones, en los partidos, provienen sobre todo de las lealtades personales, de la capacidad de obtener financiación para las elecciones y del predicamento que se tenga entre el electorado. Supongamos que entonces la presidenta de la Comunidad de Madrid calculó que cuenta con muchos leales entre los cuadros medios del partido, pero que éstos podrían estar dispuestos a traicionarla si perciben, con razón o sin ella, que Gallardón tiene más respaldo económico y más carisma entre el electorado.

Supongamos que entonces Esperanza Aguirre se preguntó qué hacer. Supongamos que decidió que necesitaba vencer en Caja Madrid para tener casi tanto poder económico como Gallardón. Sin embargo, esto podía no ser suficiente si Gallardón convencía al partido de ser más atractivo para el electorado. Supongamos que Aguirre pensó entonces que la crisis económica ofrecía la oportunidad de ser mucho más carismática que el alcalde manirroto si, junto a su atestiguada costumbre de ser comedida en el gasto, era capaz de presentarse con un aliado que ofreciera garantías de ser capaz de reanimar la economía española. Quién mejor que Rodrigo Rato, que ya la había recuperado antes. El que Gallardón, en su soberbia, no perciba que en este momento necesita a un aliado que ofrezca solvencia en la gestión de las cuentas públicas y crea que con Cobo tiene bastante no hizo más que añadir ventajas a la decisión de buscar la alianza de Rato.

Supongamos que Esperanza Aguirre negoció con Rato y ambos decidieron unir los dos elementos de la estrategia colocando a Rato en Caja Madrid. Desde allí, Rato podría ofrecer tanta financiación electoral al partido como la que pueda proporcionar Gallardón y, a la vez, hacer propuestas económicas con las que ir empezando la campaña contra Zapatero. Supongamos que el primer intento de colocar a Rato salió mal porque Rajoy no aceptó a uno que podría utilizar la plataforma para hacerle sombra. Y supongamos que entonces Aguirre decidió proponer a quien suscitara la airada oposición de Gallardón, esto es, a alguien de su absoluta confianza, Ignacio González, con el fin de que su obstinación en el veto allanara el camino a Rato. Supongamos que entonces Rato acertó a conseguir que desde Moncloa y otros núcleos de poder se susurrara al oído de Rajoy su nombre. Y supongamos, finalmente, que Gallardón, convencido de la neutralidad del ex vicepresidente del Gobierno y a la vista de que Aguirre lo acepta sólo a regañadientes, resolvió ofrecer su nihil obstat.

Supongamos que a partir de entonces Aguirre y un Rato salido del armario en el que estaba tapado empiezan a trabajar de consuno para ofrecer a España un tándem con visos de ser capaz de regenerar las maltrechas instituciones democráticas (Aguirre) y la hundida economía española (Rato). Y supongamos, para terminar, que este tándem, tras desbancar a Rajoy y derrotar a Gallardón en la lucha interna del PP, es capaz de vencer a Zapatero o a quien en el PSOE le suceda en 2012.

Ya sé que es mucho suponer, pero ¿a que suena bien?

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