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Agapito Maestre

"Vivir desviviéndose"

Gracias, otra vez, por hacer actual esa conciencia crítica de España que ha perdurado siempre en sus almas mejores. Felicidades, en fin, porque también tú suscribirías la feliz y honda expresión "amamos a España porque no nos gusta".

Felicidades, amigo. De corazón. Siento tu éxito, tu triunfo, como una recompensa a tu esfuerzo intelectual, filosófico, por pensar, como muy pocos han hecho en nuestra época, la noción de fracaso de la que hoy, dicho sea de paso, tendremos que tratar en la tertulia de Dieter Brandau. No, no, no es el nihilismo de cartón-piedra francés tu tradición. Eso es sólo una pose. Una apariencia. Un alevoso entretenimiento para falsos imitadores de personajes como Bouvard y Pécuchet. Tampoco rindes tributo a los cinismos centroeuropeos de última hora. Quiero creer que tu columna La sandalia de Empédocles ha sido premiada, entre otras razones, porque enriquece una tradición, una cultura y una mítica, que ha hecho del fracaso su primera categoría educativa. El fracaso es español o no es. El fracaso es nuestra singular paideia.

He ahí algo que jamás nos podrán arrebatar. Acaso por eso sea verdad que España nunca ha logrado una época de verdadero y sólido esplendor. Quizás sea cierto que España nada más descubrir el oro de América comenzó su decadencia. Quizás las múltiples guerras que España mantuvo en Europa, desde el XVI, impidieron nuestro éxito como nación. Lejos está de mi ánimo quitarle la razón a Gracián y Saavedra Fajardo, en la primera centuria de nuestro siglo de oro, menos aún tengo objeciones serias contra Cadalso, Jovellanos y Cabarrús en el XVIII, sobre la decadencia de España. Por el contrario, el diagnóstico crítico de estos grandes pensadores sobre el fracaso de España creó una corriente intelectual que, en el siglo XIX, creció con autores como Larra y Ganivet.

Larra aunó los motivos espirituales a los materiales para explicar la decadencia de España. Lo hizo con tal arte que creó un Estilo. Todo un género literario, una forma de escribir poética, para pensar España que llega hasta nuestros días, después de haber sido recreada por la generación del 98 y el 14. Larra es, sin duda alguna, el más cercano a tu Empédocles en el Ecna. Larra, sí, es el mayor icono del pensamiento del fracaso de España. Más aún, la propia muerte de Larra es la quintaesencia de ese fracaso, de ese "vivir desviviéndose", como diría Américo Castro, que es la nota más relevante de toda nuestra historia desde el siglo XV. Sí, amigo, tu aguda conciencia de lo que es España y de lo que no es se traduce, como en todos nuestros clásicos del fracaso, en una angustia "algo así", según el propio Castro, "como si el río no cesara de preguntarse si sus aguas van realmente por donde deben discurrir".

Gracias, amigo, porque no hay día que dejes de recordarme que los logros, los éxitos son indisolubles de sus desdichas y fracasos. O sea, "vivir desviviéndose". Gracias, otra vez, por hacer actual esa conciencia crítica de España que ha perdurado siempre en sus almas mejores. Felicidades, en fin, porque también tú suscribirías la feliz y honda expresión "amamos a España porque no nos gusta".

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