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Una monja casamentera, clave en la boda de Balduino y Fabiola de Mora y Aragón hace 65 años

Dos almas solitarias encontraron el amor gracias a una intermediaria clerical. Su matrimonio fue televisado y no pudo tener descendencia.

Dos almas solitarias encontraron el amor gracias a una intermediaria clerical. Su matrimonio fue televisado y no pudo tener descendencia.
Cordon Press

Se han cumplido sesenta y cinco años de un acontecimiento nupcial: la boda del rey Balduino de Bélgica con la española, de familia noble madrileña, Fabiola de Mora y Aragón. Aún, a pesar del tiempo transcurrido, no se sabe con absoluta precisión cuándo y en qué circunstancias se conoció la pareja. La versión más extendida tanto por lo publicado entonces como incluso ahora se centra en el importante papel mediador que tuvo una monja irlandesa para que se produjera aquel enlace. Sin embargo, en lo que respecta al primer momento en el que ambos personajes se encontraron, me fío de lo investigado por Jaime Peñafiel, el periodista español que ha asistido a más bodas reales entre los de nuestra profesión. Quien asegura que esa primera vez entre Balduino y Fabiola se produjo en 1956 en la clínica barcelonesa del eminente doctor Arruga. Allí se encontraba cierto día el monarca belga, de veintiséis años entonces, acompañando a su abuela, la reina madre Isabel, que tenía cita concertada. Y por otras razones, Fabiola de Mora y Aragón, una dama desconocida para los españoles salvo en un círculo reducido de la sociedad madrileña, acudía en esa misma fecha junto a su hermana, la marquesa de Aguilar. Nada se sabe qué ocurrió durante las presentaciones, pero Peñafiel asegura que hubo flechazo entre los futuros marido y mujer.

Tras otras investigaciones y recordando lo sabido al anunciarse el compromiso nupcial, que fue en septiembre de 1960, tres meses antes del enlace, he de incluir en el relato otra versión, aceptada en su día como cierta. Relativa a un viaje a Bruselas de doña Pilar de Borbón, hermana de don Juan Carlos, invitada por el rey Balduino, al parecer muy interesado en ella. Se hizo acompañar aquella por su buena amiga Fabiola. Cuanto sucedió después ya entra en el intrincado mundo de las suposiciones, a pesar de que sí pudo colegirse que doña Pilar desechó desde un principio un posible noviazgo con el monarca, del que llegó a decir entre sus amistades que Balduino le pareció un hombre soso. Del mismo encuentro pudo recogerse otro rumor: que en realidad al rey belga le pareció más afín a sus propósitos matrimoniales la desconocida, para él, amiga de doña Pilar. Siguiendo esta versión, Balduino propondría a la noble madrileña sucesivos encuentros para conocerse.

La monja y su viaje a Madrid para saber quién era Fabiola

Nada de lo que acabamos de contar creemos que invalida la posibilidad de que el propio Balduino quisiera enterarse de quién era, a qué familia pertenecía, aquella acompañante de doña Pilar. El rey consultaba a menudo a su confesor muchos de sus problemas. Y uno de ellos era que seguía soltero y los sucesivos gobiernos belgas ya le habían sugerido la necesidad de buscarse esposa. Algo nada fácil, partiendo de que él ya había desistido de emparejarse con alguna de las princesas casaderas: ninguna era de su interés.

Su confesor debió hablarle de una monja irlandesa conocida en la corte belga, llamada Verónica O'Brien. Ella fue la indicada para viajar a Madrid y sondear cuanto pudiera el entorno de Fabiola de Mora y Aragón. Y así lo hizo, con la ayuda de una institución religiosa, que dispuso encontrar el momento para que se entrevistara con la mujer en la que Balduino de Bélgica había puesto su mirada y su futuro.

Puede suponerse que aquella tarea no resultó fácil para dicha religiosa, pero porfió hasta lograr lo que la había traído a la capital de España: que dicha dama madrileña aceptara algunos encuentros muy discretos, fuera de Bruselas, por supuesto, entre ella y el monarca. Accedió, no muy convencida Fabiola. Se pudo saber, no en su momento, claro, uno de los lugares donde más o menos secretamente pudieron verse: en Lourdes.

Dos tímidos que nunca habían conocido el amor

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De Fabiola de Mora, como apuntamos al principio, nada se sabía. Y los periodistas de entonces tuvieron que investigar sobre ella cuando el 17 de septiembre de 1960 la Corte belga anunció el compromiso nupcial de la pareja, a tres meses vista de la boda regia.

Fabiola Fernanda María de las Victorias Antonia Adelaida de Mora y Aragón había nacido en el palacete madrileño del número 5 de la calle de Zurbano. Hija de los marqueses de Casa Riera. Familia numerosa de siete hijos, ella de los de en medio. Como si fuera una premonición, la llamaban "la reina" y sus sobrinos, tía Queen. Estudió enfermería, aunque no la ejerció. Sí que hacía visitas a enfermos y se preocupaba por realizar obras de espíritu cristiano. Era muy piadosa, lo fue siempre. Culta, llegó a conocer seis idiomas. Y escribió "Los doce cuentos maravillosos": se publicaron, dedicados a sus muchos sobrinos.

Parecía siempre algo triste, melancólica pero en su reducido círculo familiar y amistoso aseguraban lo contrario, que era alegre y divertida. En su rostro, para los demás, no experimentaba esas sensaciones. Y cuando empezó a ser conocida, destacaba por su timidez. No se le conocieron relaciones con ningún joven, y conforme fue cumpliendo años, rechazó dos proposiciones matrimoniales. Iba camino, a sus treinta y dos años cumplidos, de ser la clásica solterona, la tía feliz jugando con los hijos de sus hermanos, y nada proclive a noviazgo alguno. Hasta hubo momentos en los que pensó meterse a monja. Muy independiente, al punto de que disponía de un apartamento donde pasaba muchos ratos: se llevaba mal con su madre, doña Blanca.

También tímido lo era Balduino. Acusaba la muerte de su madre, la reina Astrid de Suecia, en 1935 a consecuencia de un accidente de automóvil que conducía su propio marido, Leopoldo III. Abdicó poco después este a favor de su hijo Balduino, y se casó con una joven mucho menor que él, mal recibida en el entorno familiar y de la Corte belga. Católico, Balduino llevaba una vida espartana, sin amistades femeninas conocidas. Cuando su gobierno aprobó la ley del aborto, no firmó el decreto, eximido de esa obligación porque durante un día dejó de ser rey.

Una boda fastuosa televisada

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Y llegó el día de la regia boda. Primero, una ceremonia de carácter civil celebrada en el salón del trono del Palacio Real de Laeken. Y después, la boda religiosa en la catedral de San Miguel y Santa Gúdula de Bruselas, oficiada por el cardenal Van Roey. Las casas europeas estaban representadas bien por reyes o por príncipes. La delegación española contaba con la presencia de los Condes de Barcelona y don Juan Carlos de Borbón. De la familia de la novia no acudió su hermano Jaime. Fabiola se negó a invitarlo. Las trastadas que le hizo fueron la causa. Una de ellas proporcionarle a los periodistas Jaime Peñafiel y Jesús Hermida el diario íntimo de Fabiola para publicarlo en "La Actualidad Española". A cambio de dinero. Sin inmutarse, en la noche del día de la boda, Jaime de Mora y Aragón seguía tocando el piano como solía hacerlo a menudo en un club de la madrileña avenida de América, donde estrenó su "Vals a Fabiola", compuesto por él.

Durante varias semanas antes del enlace la pregunta más repetida era cómo sería el vestido nupcial. Fabiola confió a Cristóbal Balenciaga ese honor. Confeccionado en seda blanca y tul adornado con armiño. Veinticuatro metros de tela fueron necesarios, seis metros eran la extensión de la cola. Talle algo bajo. Manto sobre los hombros. A destacar una tira de visón blanco bordeando el escote. El afamado modista vasco se inspiró en unos modelos estilo rococó francés del siglo XVIII.

Por su parte, el novio lucía uniforme militar con la graduación de teniente general del ejército belga.

Cuatro horas duró la ceremonia. Televisada. Por primera vez Televisión Española retransmitía un evento de esa naturaleza. Se vendieron en España miles de televisores. Y desde entonces, al integrarse en la Unión Europea de Radiodifusión, ya se pudo también contemplar anualmente el Festival de Eurovisión.

No pudieron tener hijos. La reina sufrió cinco abortos

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Balduino y Fabiola formaron una pareja unida y enamorada a lo largo de treinta y tres años. Sólo una nube ensombreció su regio hogar en el palacio de Laeken: la imposibilidad de ser padres. Lo intentaron hasta que en 1968, cuando la reina contaba cuarenta años, sufrió el quinto aborto.

Los veranos lo pasaban casi siempre en España. Bien en una finca de Hornachuelos (Córdoba), donde por cierto iniciaron su luna de miel, o en Zarauz, aunque donde más tiempo pasaban era en "Villa Astrid", un chalé situado en Motril. Visitaban entonces a Franco y este los invitó en alguna ocasión a una travesía en el yate "Azor". Mantenían una excelente relación con el Jefe del Estado.

El 31 de julio de 1993, mientras sentado en la terraza Balduino contemplaba serenamente el horizonte falleció repentinamente a causa de un fallo cardíaco. En el entierro y funeral en Bruselas la reina Fabiola llevó un vestido blanco. Se lo había pedido Balduino cuando llegara esa ocasión, si él muriera antes, como así fue.

Balduino dejó como heredero a su hermano Alberto. Y Fabiola continuó en el Palacio Real ostentando un papel parecido al de una Reina Madre. Hasta que falleció el 5 de diciembre de 2014, a los ochenta y seis años. Nunca dejó de rezar por su amado esposo, con quien fue tan feliz.

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