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Según Miguel Siurán

La última biografía de Nino Bravo

Cuando murió, la familia del cantante tuvo serios problemas económicos, apenas había fondos en sus cuentas bancarias.

Cuando murió, la familia del cantante tuvo serios problemas económicos, apenas había fondos en sus cuentas bancarias.
Nino Bravo | Archivo

Acaba de aparecer Nino Bravo. Los años que nos tocó vivir, biografía del malogrado cantante valenciano escrita por quien lo descubrió y bautizó artísticamente, Miguel Siurán, empresario de espectáculos, director unos años del programa de novedades musicales Discomoder en la capital levantina y editor asimismo, a finales de los mitificados años 60, de la revista Mundo musical.

El primero de los veinte capítulos de que consta el libro tiene un significativo título: "Cómo hacer de un chico humilde de barrio una estrella de la canción". Fue el año 1968 cuando Siurán conoció a un joven del que sus amigos decían que era una copia de Tom Jones, Engelbert Humperdinck y John Rowles, a la sazón intérpretes en candelero de lengua sajona -sobre todo el primero- dotados de unas voces potentes. En parecida línea, con luz propia desde luego, sólo existía en España un ídolo: el incombustible Raphael. El muchacho de cabellos lacios y expresión distante respondía al nombre de Luis Manuel Ferri, y sus amigos lo llamaban Manolo. Una vez convencido Miguel Siurán de las facultades vocales de aquel diamante en bruto de la canción, lo inscribió en un concurso local denominado pomposamente I Festival Nacional de Cantantes Noveles, en Vall de Uxó (Castellón), que no ganó aunque causara buena impresión. Al neófito intérprete lo acompañaba un grupo que permanecería siempre a su lado, salvo en esporádicos momentos, Los Superson.

Al padrino no le convencía el apelativo de su pupilo, así es que decidió bautizarlo con un sobrenombre que, tras no pocas cavilaciones, sería el definitivo de Nino Bravo. Lo primero, en recuerdo de Nino Rota, afamado compositor italiano de las bandas sonoras de películas de Fellini. Por otra parte, en la Valencia de los años 50 decirle a alguien "nino" era equivalente a "muñeco, guapetón". En cuanto al apellido, surgió al contemplar Siurán una madrugada la defensa que un marinero hizo de una mujer cuando cierto tipo quería abusar de ella. "¡Bravo!", se dijo para sí el ilusionado comentarista musical. Y al día siguiente comenzó a llamar así a su poderdante, en principio extrañado, divertido hasta que el entonces Manolo se convenció de que anunciarse como Nino Bravo podía funcionar.

Sin contrato alguno por medio, sólo fiándose de la amistad, un apretón de manos y la palabra se convirtió en su hombre de confianza. Le procuró un debut en el teatro Principal de Valencia, por donde habían pasado grandes figuras del espectáculo. Invirtió en ello cincuenta mil pesetas, con la promesa de que Nino se las devolvería. Lo que hizo tarde y mal. También gestionó su contrato discográfico, primero con RCA, que desestimó la oferta, hasta que la multinacional Philips, con uno de sus sellos, Polydor, aceptó fichar a la joven promesa, grabándole en 1969 su primer "sencillo". Poco después, sin mediar palabra, ni explicación alguna, Nino Bravo prescindió de su descubridor. Miguel Siurán recuerda ahora: "La humildad no era una de las virtudes en aquel chico de barrio". Si alguna vez se vieron, el cantante no mostró deseos de hablar con él. Tampoco en declaraciones públicas supo agradecer los desvelos de quien se sacrificó por él en sus principios.

En "Nino Bravo. Los años que nos tocó vivir" nos enteramos que el llorado intérprete albergaba el propósito de grabar un disco de boleros con Antonio Machín, con quien coincidió en un Parador de las Fallas en 1973, en vísperas de su trágica muerte. Cuando ello ocurrió –se cumplirán cuarenta y un años el próximo 16 de abril-, su familia atravesó por serios apuros económicos. Cierto es que Nino Bravo había ganado sumas importantes de dinero en los dos años anteriores, tras el éxito con "Te quiero, te quiero". Pero invirtió casi todos sus ahorros en la construcción de una casa en su pueblo natal, Ayelo de Malferit. También soñaba con unos terrenos en la barriada valenciana de Campanar para edificar una macrodiscoteca para la que ya tenía dispuesto el nombre de "Julio Verne".

Así es que, tras su entierro, María Amparo y dos hijas de pequeña edad pasaron apuros, porque Nino apenas les había dejado dinero en sus cuentas bancarias. Hubo que organizarles un festival en su beneficio, al que acudieron, el 12 de septiembre de aquel 1973 a la plaza de toros de Valencia, un buen número de compañeros del difunto, entre ellos Manolo Escobar, el que más empeño puso en esa ayuda; Julio Iglesias, Víctor Manuel, Fórmula V, Bruno Lomas… Se grabó un disco en directo para recordar la efeméride.

Curioso resulta saber que en 2011 el Ayuntamiento de Valencia editó una guía gráfica del Cementerio General con un plano donde se ubican las tumbas de veinticuatro valencianos ilustres, entre los que se encuentra Luis Manuel Ferri Llopis (Nino Bravo). Ni que decir tiene que la tumba del cantante es muy visitada. Lo mismo que el Museo que lleva su nombre en su ciudad natal, inaugurado en 2006, con objetos del intérprete. Hasta la Once le dedicó la efigie suya en un cupón puesto a la venta el domingo 21 de abril de 2013. Seis son las calles dedicadas en su memoria en Valencia, Ayelo de Malferit, Roquetas de Mar, Náquera, Tuineje y Villarrubio. Y dos monumentos en la capital del Turia. En el recuerdo de sus admiradores constan las periódicas reediciones de sus discos. Que sólo fueron cinco álbumes. Con un total de sesenta y cuatro canciones, salvo error u omisión. Pues corta fue su vida profesional, de apenas cuatro temporadas.

La biografía de Miguel Siurán está escrita con un texto ágil y aborda también acontecimientos musicales paralelos a la vida de Nino Bravo. Al final del libro, el autor incorpora en la historia la figura de una admiradora del cantante, una belleza morena de la que apenas nos aporta datos, revelándonos que fue la última mujer que estuvo a su lado, desayunando con él, en la mañana del 16 de abril de 1973, apenas tres horas antes de su muerte. Es un misterio que queda en el aire. ¿Llevaba Nino Bravo una doble vida amorosa? ¿Acaso no era feliz en su matrimonio? Este volumen biográfico es el cuarto que aparece sobre la figura del mítico cantante. Tal vez debió publicarse antes. Gracias a las confesiones de Miguel Siurán, nos hemos enterado de aspectos que ignora el gran público del ídolo desaparecido.

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