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La bofetada de Anita que enamoró a Manolo Escobar

La bofetada hizo efecto. Y tras salir juntos unos días el “flechazo” entre ambos fue fulminante.

La bofetada hizo efecto. Y tras salir juntos unos días el “flechazo” entre ambos fue fulminante.
Manolo Escobar y Anita Marx | Gtres

Siempre dijo Manolo Escobar que la primera mujer de su vida fue… su madre. Aquella "María del Carmen" a la que cantó en coplas. Pero luego añadía: "Mi segundo, mi verdadero amor, fue Anita, mi mujer". La que acaba de fallecer, quizás por culpa, en cierto modo, de la ausencia de su marido, a quien seguía echando de menos. Era una pareja entrañable, muy unida. Fue en el verano de 1959 cuando se conocieron. En Playa de Aro, la localidad turística de la Costa Brava, donde Manolo Escobar y sus guitarras (que eran sus tres hermanos acompañantes) actuaban en un local para "guiris". Y allí, en una sala de fiestas, acudió Anita Marx, la alemana de ojos cautivadores que hicieron tilín a un ligón almeriense que era el artista canoro de "El Porompompero".

Recordaba Gabriel García Mármol, sobrino de nuestro personaje, quien se enfada conmigo cuando cree que se mancilla la memoria de su tío y me llama para reprenderme, sin motivo alguno, lo que sigue a continuación, que le contó este: "Estaba confabulado con el "maitre" para que si había alguna joven guapa que hubiera acudido sin pareja, la sentase delante y luego yo me espabilaría. Aquella noche allí estaba ella, en una mesa, con otra mujer mayor que creía su madre, pero que resultó ser amiga de su madre. ¡Y no veas cómo era mi futura mujer! Con esos ojos azules y el pelo negro, que por cierto me engañó, porque era morena de bote. Empecé interpretando "Ojos verdes" y según cantaba me iba acercando a su mesa y mirándola a los ojos le puse mi sombrero cordobés, que yo entonces, muy flamenquito, cantaba con sombrero cordobés y… me perdí". Al día siguiente habían convenido una cita, Manolo intentó "meterle mano" y Anita Marx, muy alemana, le propinó una bofetada a Manolo, quien prometió no sobrepasarse en adelante.

La bofetada de Anita Marx en el rostro de Manolo hizo efecto. Y tras salir juntos unos días el "flechazo" entre ambos fue fulminante. Un amor que duraría ¡cincuenta y cuatro años! Pero hubo un problema, y es que ella, acabadas sus vacaciones en Playa de Aro volvió a Alemania. Manolo le confesó a su sobrino andando los años: "Me fastidió el verano, porque yo iba de flor en flor y me quedé pillado como un gilipollas, y hasta hoy".

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Se intercambiaron cartas. Pero Manolo no se enteraba de lo que ella le decía en la lengua germana y tuvo que recurrir a quien pudiera traducirlas. Anita, para poder reunirse con Manolo, resolvió buscarle a él y a sus hermanos un contrato: "Nos consiguió unas actuaciones en un night club, donde las chicas invitaban a los clientes a beber a cambio de una comisión, y allí, entre actuaciones subidas de tono o al menos más festivas, aparecíamos Manolo Escobar y sus guitarras, atracción internacional, cantando folclore español donde nadie nos hacía ni puto caso".

Eso era en el mes de octubre de aquel lejano ya 1959. Y el 10 de diciembre el muy gallardo almeriense de El Ejido Manuel García Escobar contraía matrimonio con Anita Marx, no sabiendo él ni papa de la lengua de Goethe ni ella nada de la de Cervantes. El amor es ciego, que dijo no sé quién. Y sordo, añadimos. Hubo un antes y un después. Y es que en principio, cuando no se habían dado el "sí", Manolo le confesó –no sé cómo, con algún intermediario, o por señas- que él no podía darle un futuro estable, que no tenía un duro, vamos. Y Anita utilizó entonces sus armas de mujer, pues enamorada de nuestro compatriota, resolvió darle celos con un paisano rubio, para ver si el españolito se decidía. Y hubo boda, sí, señores. Anita pagó las alianzas. Fueron a un juzgado y a Manolo sólo se le ocurrió decir "ouí", en francés, cuando el funcionario le preguntó si quería casarse con Anita. Ambos tenían caracteres dispares: Manolo, vehemente; Anita, más fría, calculadora. Discutían mucho, pero se querían. Ella, diría: "Nos queremos mucho, y el secreto es aguantarnos las equivocaciones, saber respetarnos, soportar los defectos de uno y otro, porque no somos perfectos".

Se quisieron hasta el final de sus días, cuenta Gabriel, el familiar más cercano a su tío Manolo, porque era su representante y lo acompañó en los últimos años de su vida. Quien añade que la fecha tal vez más feliz de la pareja fue la del 28 de mayo de 1978 cuando les llegó a su hogar Vanessa, la niña que adoptaron y quisieron como propia. Manolo y Anita llevan dieciocho años y medio casados y no tenían descendencia. Tras algunos embarazos, sin resultado positivo, llegaron a la conclusión de que era mejor adoptar un bebé. Recuerdo que me enteré de ello, pero Manolo Escobar "se hizo el longuis" negando la realidad: quería mantener en secreto aquella adopción. La llegada de Vanessa al hogar del cantante cambió la vida del matrimonio. Si hasta entonces Anita viajaba con Manolo (lo vigilaba de cerca, por si acaso, y sabemos que un día lo sorprendió en actitud comprometida con una cantante manchega de su compañía) en adelante ella se quedaría en casa, cuidando de la pequeña amorosamente.

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Anita Marx se acaba de morir. La recuerdo siempre muy sonriente, simpática con los periodistas. Hablaba un español muy aceptable, con acento germánico. En cambio, Manolo apenas si en su vida con ella aprendió algo más que "danke" (gracias) y poco más. Recuerdo un agradable almuerzo en Benidorm, en "El Porompompero"·, la casa que por fin pudieron recuperar, tras la ruina del cantante. Un amigo los ayudó, pues aquel chalé salió en una subasta, y éste la adquirió para luego cederla al cantante, quien la fue pagando poco a poco. Anita Marx supo apoyar a su marido en esos años inciertos de su patrimonio. Habían vivido como millonarios y de la noche a la mañana, tras aquel fiasco de la fábrica de pantalones que Manolo avaló a unos socios que resultaron ser unos sinvergüenzas sin crédito alguno, el matrimonio se quedó poco menos que en la calle. Ella estuvo a las duras y a las maduras. Porque estaba enamorada de su esposo. Al que quiso hasta que un aciago día de 2013 el corazón de Manolo Escobar se detuvo para siempre. Y ella, desde entonces, lo ha seguido recordando minuto a minuto, hasta que, presa de la pena, también el suyo ha dejado de latir.

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