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La apasionante vida amorosa de Carlos Larrañaga

Cary Grant llegó a tratarlo en Madrid como su mejor amigo. Este 11 de marzo Larrañaga hubiera cumplido 80 años. 

Cary Grant llegó a tratarlo en Madrid como su mejor amigo. Este 11 de marzo Larrañaga hubiera cumplido 80 años. 
La boda de Larrañaga y Merlo | RTVE

De vivir hoy, Carlos Larrañaga hubiera cumplido ochenta años. Nació en Barcelona el 11 de marzo de 1937. Su madre fue una de las grandes de la escena, María Fernanda Ladrón de Guevara, mujer de carácter y a su vez dotada de un gran sentido del humor. Hija natural de un diputado de finales del XIX y una duquesa. Se casó con un extraordinario actor, Rafael Rivelles, unión de la que nació Amparo, heredera del talento teatral de sus progenitores. Separóse aquella y contrajo segundas nupcias en la II República con Pedro Larrañaga, un caballero de vida novelesca, que había sido piloto de aviación, cazador, frecuentaba a gentes de la nobleza, incluyendo al Rey Alfonso XIII. Se apasionó por el juego y las mujeres. Perdió su gran fortuna. Se casó, tuvo tres hijos, y sin querer saber nada de aquella familia se instaló en Madrid, y de galán del cine mudo pasó a productor de La aldea maldita, una película mítica del cine silente. Finalmente, queda dicho conoció a María Fernanda, contrajeron matrimonio, formando compañía teatral. De esa unión nació Carlos Larrañaga. Y con ellos, muy niño, pisó los primeros escenarios, debutando en la pantalla con sólo cuatro años en Alma de Dios. Si su carrera artística fue brillante, tanto en el teatro como en la televisión y algo más apagada en el cine, nos ocupamos hoy de su biografía sentimental. No conocemos, haciendo alarde de memoria, ningún otro galán de prestigio que le hiciera sombra en cuestiones de conquistas amorosas. El único que rivalizó con él fue su gran amigo Arturo Fernández. Parece que aquel le ganó en amoríos al asturiano.

Prueba de que ya de jovencito se interesaba por el sexo femenino fue lo que me contó un día la recordada actriz Ana Mariscal: "En los rodajes, Carlitos era un peligro, pues nos pellizcaba el culo a todas". Frecuentaba en su alocada juventud a las modelos más llamativas de Madrid. Concurría a los cabarés de la Gran Vía, en uno de los cuáles, "York Club" conoció a una bailarina, con la que tuvo amores. Y cierto día, esa señorita acudió al domicilio de María Fernanda Ladrón de Guevara, quien le franqueó la entrada. No llegó a traspasar la estancia, y únicamente depositó en los brazos de la actriz un bebé, diciéndole: "Señora, aquí tiene usted a su nieto". Y tal como vino, se fue. Nunca más se supo de ella. Era hijo, sí, de Carlos Larrañaga, al que bautizaron con los nombres de Juan Carlos. Como quiera que el galán vivía solo en su apartamento y resultó incapaz de hacerse cargo del niño, fue la abuela quien acabó ocupándose de él, hasta que lo llevaron a un colegio de la sierra madrileña.

Las correrías de Carlos Larrañaga nunca se detuvieron y bien con mujeres más o menos conocidas del mundo artístico o con otras relacionadas con la vida de noche, lo cierto es que cambiaba de acompañante como de corbata. Iba siempre bien vestido, no le faltaba labia para engatusarlas y como era muy guapo había pocas que se le resistiesen. Se cuenta que en más de una ocasión la mismísima Ava Gardner lo visitaba en el camarín de un teatro madrileño donde, entre función de tarde y función de noche se intercambiaban caricias… y algo más. En la segunda mitad de los años 50 se paseaba por Madrid en una moto Vespa con sidecar, que conducía… ¡su chófer! Quien hacía las veces de secretario y compañero de juergas, de nombre épico, Gonzalo Fernández de Córdoba. Alguien dijo que se la había comprado Cary Grant. No me consta ese dato, pero lo incluyo. Lo que sí quiero es anotar la amistad que Carlos Larrañaga tuvo con el famoso actor cuando vino a rodar a España Orgullo y pasión. Se conocieron en el rodaje en Segovia. Y teniendo en cuenta la probada afición de Grant por el sexo masculino se fijó en la apostura de Carlos. Entonces, año 1957, ninguna publicación española podía siquiera insinuar que entre dos varones existía una cierta amistad llamemos íntima. Mucho después, ya en la última decena del siglo XX, entrevisté a Carlos Larrañaga, no evadió la cuestión y, muy tranquilo, me dijo esto, que conservo en mi archivo documental: "Sin duda Cary Grant influyó mucho en un joven como yo que entonces contaba veinte años. El rodaje duró seis meses. Él se llevaba mal con Frank Sinatra, se encontraba perdido en Madrid, sin amigos, y me pidió que lo acompañara en diferentes ocasiones. Tomábamos el té, almorzábamos, cenábamos… Era elegante hasta en bañador". Conociendo las inclinaciones sexuales de Carlos, no creo se acostara con Cary Grant. Puede que consintiera un coqueteo, pero nada más, Es la conclusión que obtuve de aquella entrevista.

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Larrañaga junto a Grant | Archivo

Aparentemente, Carlos Larrañaga digamos que "sentó la cabeza" al casarse con la actriz María Luisa Merlo en 1961. Se separaron en 1976 tras muchas trifulcas. Habían formado una popular compañía de comedias. Les iba bien. Pero él, aparte de ponerle los cuernos de vez en cuando, cambiaba de carácter y de ser un tipo adorable y romántico se convertía en todo lo contrario. Y acabaron como el rosario de la Aurora. Tuvieron tres hijos: Amparo, Pedro y Luis. María Luisa quiso a Juan Carlos como hijo propio, al punto que éste se enteraría ya con veintitantos años de que no era su madre. En cuanto a Carlos Larrañaga nunca quiso ponerle a su primogénito en antecedentes de su pasado. En 1979 ensayando La gata sobre el tejado de zinc se enamoró de la actriz, escritora y dramaturga Ana Diosdado. Se casaron en Londres aunque entonces no validaron esa unión en España, hasta que en 1987 decidieron formalmente oficializar su boda civil en Toledo. La pareja duró más de lo que se pensaba, pero se rompió definitivamente en 1999. Entre sus posteriores líos con otras actrices vivió un breve romance con Pilar Velázquez, con quien estuvo representando unos meses la comedia Las mujeres de Jack. De un tipo inteligente como Carlos Larrañaga cabía esperarse frases alusivas a su afán amatorio. Así, dijo una vez: "Nunca me he acercado a una mujer sin que ella me diera una pista primero". Le tentaron más de una vez con la pretensión de que escribiera o dictara sus memorias. Se negó. Un caballero como él nunca podría detallar con nombres y lugares sus aventuras galantes. Sólo conocemos unas pocas, de las muchas que se supone protagonizó.

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La boda con Diosdado | Hola

El 13 de noviembre de 2000 se casó con María Teresa Ortiz-Bau, Directora de la Fundación Wintherthur, madre de varios hijos. Cuatro años duró ese matrimonio, el tercero del actor, quien no atravesaba por entonces una buena época de trabajo. Se destaparon comentarios en los que se aseguraba que era ella quien hacía frente a los gastos de la casa. Pero él en cualquier caso no se sentía un chulo, no deseaba dar la impresión de saberse un mantenido. Y de la noche a la mañana anunció a través de ¡Hola! la exclusiva de la separación, con la que se desayunó ella: "Ayer estábamos aquí en casa los dos, como otros días, y hoy me entero por una revista que me deja". Fue inmediatamente después cuando lo vimos emparejado fugazmente con una atractiva periodista, directora de una revista femenina, Sarah Glattstein, con la que vivió unas cuantas semanas en las que ella creyó encontrar el cielo, hasta que descendió para darse cuenta de que su galán volaba más alto y era difícil retenerlo. Sin embargo, apareció luego una actriz poco conocida, Ana Escribano, con la que se desposó el 5 de octubre de 2006 en Torrelodones. La cuarta boda de nuestro impenitente seductor. Ella aportaba una hija. En febrero del año siguiente tuvieron una niña, Paula, El actor contaba sesenta y nueve años. Siempre representó menos por su buen aspecto. Y en 2010 se separaron. Era difícil "echar el guante" a un hombre como él, retenerlo en casa, porque estaba acostumbrado a seguir conociendo a más mujeres, a conquistarlas, como si fuera un "donjuán" de incontinente vida sexual, necesitado de más presas que cayeran en las redes de sus brazos, de su mirada. Si no, no se entiende que con setenta y cinco años todavía estuviera disconforme con su situación sentimental, incapaz de formar un hogar estable. Tenía con sus hijos una relación algo distante. Y de pronto, nuevamente dio en verse con su primera mujer, María Luisa Merlo (que también arrastraba, desde que se separaron, un ajetreado pasado amoroso). Y convinieron en formar de nuevo compañía teatral. Buscaron una obra, Quizás, quizás, que pensaban representar en aquel verano de 2012. Pero Carlos Larrañaga tuvo aquel año su primer aviso en un cuerpo ya desgastado por el tiempo: un tumor en las vías urinarias. Del que se recuperó. Pero fue ingresado más tarde en un hospital de Málaga. Dejó dicho que sólo autorizaran a verlo sus tres hijos Amparo, Pedro y Luis. La primera se ocupó de permanecer a su lado los días en los que se debatió entre la vida y la muerte. Fatalmente el 30 de agosto falleció por una descompensación cardíaca.

Con Carlos Larrañaga perdimos a un formidable actor, dotado especialmente para la comedia, sin que le fuera ajeno el drama. Se le recordará por la serie de televisión Farmacia de Guardia. O por aquella aparición infantil en Pequeñeces, con cinco años. Y otras en cintas policíacas como Un vaso de whisky. Quizás su mejor película como él mismo me reconoció fuera El extraño viaje, filme maldito de Fernán-Gómez. Y Las verdes praderas, de Garci, donde estaba sensacional. Por supuesto en una larga lista de apariciones teatrales y en innumerables espacios dramáticos de la pequeña pantalla. Para su biografía, quede sin duda una vida de gran seductor a la que jamás quiso renunciar.

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