Rosa María Sardá ha fallecido a los setenta y ocho años a causa de una larga enfermedad que la apartó hace seis años de la escena y los estudios de cine y televisión. En 2014 le fue diagnosticado un cáncer linfático. La terapia era dura. Y eso la llevó a declarar no hace mucho que estaba muy cansada, a punto de tirar la toalla prescindiendo de la medicación severa a la que se hallaba sometida. Era duro escucharla, o leer que "lo único que ya me queda por hacer es morirme".
Se da la dramática circunstancia de que entre las temporadas de 2004 y 2006 estuvo representando con éxito la obra Wilt, donde interpretaba el personaje de una enferma de cáncer. Aparecía en el escenario cubierta la cabeza con un pañuelo, significando así que estaba calva, a base de quimioterapia. Premonitorio trabajo en su caso, cuando ni remotamente podía imaginar lo que le esperaba.
Una actriz de su categoría, con tantas vivencias, estaba abocada a contarlas. Pero en España ya hemos dicho alguna vez que no existe la tradición inglesa, o norteamericana, de actores que plasmen en un libro sus memorias. Amigos de Rosa María, en especial el escritor Terenci Moix, la animaban para hacerlo. A los cuarenta años se dispuso a escribir las primeras líneas. Mas fue un parto difícil: tan lento que hubo de esperar varias décadas hasta verlo concluido. Llegado a ese momento ignoraba su enfermedad. No obstante subrayó en la última frase un comentario irónico sobre la muerte. El título de su autobiografía es Un incidente sin importancia, editado en castellano y catalán.
Rosa María Sardá siempre expresó sentirse a gusto como española, por supuesto asimismo como catalana. Coherente con su pensamiento, renunció en 2017 a la Cruz de San Jordi, condecoración otorgada por la Generalidad en 1994. Su razón, tardía, fue sencillamente porque estaba irritada tras el anuncio del 1-0 de la celebración del referéndum por la independencia catalana, lo que la gran actriz calificó "de estafa antidemocrática".
Nacida en 1941 en el seno de una modesta familia, sintió desde muy niña la afición por el teatro. En Barcelona siempre hubo una gran tradición por el Arte de Talía: centros de aficionados en cada barrio, de los que por ejemplo surgió la gran trágica Nuria Espert. A Rosa María Sardá le costaría mucho sobresalir pues contaba "que no me tomaban en serio". Practicaba el género del humor, donde al fin se le reconocieron sus méritos, así como los de excelente actriz dramática también, y más adelante como presentadora de los premios Goya en los años 1993, 1998 y 2001. Quizás haya sido la más acertada entre los colegas que han venido ejerciendo ese papel. Su gracia fue siempre natural, sin necesidad de ensayos o muecas premeditadas. Una actriz intuitiva, y a su vez disciplinada, culta, sujeta a los cánones interpretativos de las más grandes, que no ha recurrido ni a la provocación de la risa fácil ni al aplauso buscado a base de ramplones recursos tragicómicos.
En el cine, sus apariciones fueron siempre notables: La niña de tus ojos (y su secuela, La Reina de España), Todo sobre mi madre, Te doy mis ojos, Ocho apellidos catalanes, hasta su más reciente película, Salir del ropero.
Tuvo una vida dura, la otra cara amarga de muchos cómicos. La muerte de su hermano menor, Juan, a los veintiseis años, víctima del Sida (cuando poco o casi nada se sabía acerca de la enfermedad) sembró de dolor al clan familiar de los Sardá, del que forma parte también como presentador de radio y televisión su hermano Javier, diecisiete años menor que ella, que últimamente también tuvo un percance en su salud. Y tras esa máscara de los que como ella tanto nos han hecho reír, se escondía su escasa suerte en el amor. A partir de 1970 comenzó su convivencia con Josep María Mainat, componente de La Trinca, el trío humorístico-musical. En la casi totalidad de las biografías de la actriz se asegura que estuvieron casados. Tenemos esa duda, pues creemos que nunca firmaron papel alguno. Sí que fueron padres de Paul, nacido en 1975, también actor, que en una ocasión (la serie Abuela de verano) intervino a su lado. Como nieto.
Rosa María Sardá fue una las actrices más importantes de su generación, pura historia de la escena catalana. Y la mejor presentadora, animadora que hemos conocido.