
La familia Casas forma una piña. De origen gallego, los padres han alumbrado cinco hijos, cuatro de los cuáles se dedican al mudo artístico: Mario, el primogénito, que va a cumplir treinta y seis años en junio y está considerado como uno de los galanes más conocidos del cine y la televisión. Le sigue Óscar, que nació en Barcelona hace veintitrés años. Luego está Sheila, licenciada en Derecho, también con estudios de Psicología, que ha probado suerte asimismo como actriz. Christian debutó como modelo aunque últimamente se haya dedicado a los negocios. El benjamín, Daniel, cuenta con doce años y aún es temprano para que haya decidido su futuro profesional.
Como de Mario Casas ya se saben muchas cosas, le dedicamos este artículo a Óscar, que podría competir con él en rompecorazones. Ya hace tiempo que apuntaba a rivalizar con él en conquistas: es alto (mide un metro y ochenta y un centímetros), guapo, musculoso, frecuenta un gimnasio donde se machaca los músculos, por eso exhibe abdomen y bíceps de atleta. Se lo rifan las chicas que lo conocen. Él "se hace el loco", porque está dedicado en cuerpo y alma a su trabajo en películas y series de televisión. Y esa pasión puede que haya sido la causa por la que, después de tres años de relaciones con Begoña Vargas, decidiera cortar con ella en el último verano.

Óscar Casas ya con siete años era actor infantil y luego modelo. Se introdujo en una serie de televisión, Abuela de verano, emitida a través de la 1 de TVE y posteriormente intervino en otras muchas. Con su hermano Mario coincidió en varias, con la particularidad de que en varias de ellas también representaron papeles con igual parentesco: SMS, El barco, Instinto… Por su cuenta aparecería en el papel de Bruno en Cuéntame.... Fue Gabi en Águila roja. Y entonces, cuando ya su físico, su nombre, figuraba en las agendas de representantes y productoras, por supuesto igualmente en la memoria de los telespectadores, Óscar, acaso por consejo de su hermano, se marchó una temporada a Irlanda para aprender inglés. No sería el único viaje al extranjero pues, más adelante, viajó a Nueva York, para algo sorprendente: practicar boxeo como aficionado. Y no es que vaya a dedicarse profesionalmente al deporte de las doce cuerdas, pero considera que le ayuda a mantenerse en forma, lo que para un actor, con su galanura, es conveniente.
No quiere por el apellido trabajar a la sombra de su hermano. Eso le honra. No son rivales. Se ven a menudo. Él escucha sus consejos, por tener más experiencias. Luego, en el plano personal, se intercambian prendas, algo divertido, pues deben tener la misma talla. Se ríen cuando uno y otro descubren en imágenes de prensa que llevan ropas prestadas de ambos. Buena gente. En cuestiones amorosas ahí sí que no hay interferencias. Mario, que sepamos, continúa con Deborah François, desde 2020, en tanto Óscar, después de tres años de románticas relaciones rompió con Begoña Vargas el último verano. Esta madrileña de Loeches, de veintidós años, uno menos que Óscar, actriz, bailarina y cantante, estaba muy enamorada de él y hasta convivieron una temporada en Los Ángeles. A la vuelta fue cuando tarifaron, aunque ambos dirían que quedaron muy amigos.

Como decíamos, Óscar Casas está muy concentrado en sus trabajos. El año pasado siguió su contrato con la multinacional Netflix, para la que rodó la serie Jaguar, junto a Blanca Suárez. Es un actor concienzudo. Al respecto queremos recordar cuando en 2007, con sólo ocho años, figuró en el reparto de El Orfanat0, el filme de misterio dirigido por J.A. Bayona, donde aparecía con un rostro horrible. Cuatro horas le llevaba todos los días someterse a una esforzada sesión para caracterizarlo como un pequeño monstruo. A lo que había que sumar otras dos horas para volver a su físico normal. Aquella experiencia le hizo recapacitar que su oficio precisa de muchos esfuerzos. Entonces, ahora el amor queda para él en un segundo término… hasta que aparezca.

