
Influencers para el pueblo pero sin el pueblo, podría ser el lema de ‘Influismo Ilustrado’, un término que acabo de acuñar. La gente está molesta. Mucho. Andrés Sardá ha osado abrir su desfile con Dulceida, una influencer indigna de una pasarela. Ironía aparte. Porque resulta que para ser modelo le piden a uno un Doctorado en ‘Modelaje y Caminatas’, entre otros papeles fruto de la burocracia de la moda. La moda es piramidal, pero desde que Instagram es Instagram y las influencers son creadoras de contenido la moda se ha democratizado. O no.
Dulceida no tiene derecho a desfilar en un desfile porque ella solo tiene derecho a desfilar en su Instagram. O eso pensarán los haters, esa raza o subespecie de envidiosos con tiempo libre. Personajes y ‘personajas’ ajenos a la moda, que no comprarán en su vida nada de la marca mencionada que presentó su desfile el jueves en la Fashion Week Madrid, están molestos porque dicen, entre otras cosas (y es lo que he leído en la red) que los influencers usurpan profesiones a profesionales: que es que ahora van a los Goya sin derecho a ello, y otra sarta de estupideces.
No seré yo quien dicte quién tiene derecho a qué. Tampoco es que sea yo una defensora de esta nueva profesión pero no voy a sentenciar a nadie porque salga a desfilar en una pasarela que cada vez está más obsoleta.
Dulceida es ese ejemplo de creadora de contenido que siéndome indiferente antaño, con el paso del tiempo me ha ido seduciendo cada vez más y ya lo escribía en una columna hace unos meses sobre su reality.
Pero no siempre la cantidad es calidad. Y la compra de seguidores está a la orden del día. Hay gente que en red tiene "engagement" y otros simplemente quedan en un perfil bonito.
Quien conecta con su público que da gusto es Carmen Lomana. El jueves mi amiga ha organizado una cena en su casa muy especial. Por cierto, con una decoración impresionante. Mi lema es que sin mesas no hay paraíso (nombre de sección que he ideado para Fearless). Y hablando de mesas la ha decorado con piezas de porcelana y cristalería maravillosa de de Vista Alegre. En concreto la vajilla Paço Real, una colaboración de la marca con el Palacio Nacional da Ajuda de la nace una colección repleta de color y de gran valor histórico y cultural. Las piezas llevan elementos en oro, pintados a mano. Durante la cena Carmen nos contaba que los zapatos de Lidl fueron un éxito en ventas. Y a esto a lo que me refiero: cuántos de estos creadores de contenido sus contenidos se traducen en éxito de ventas? Claro que Carmen no es una influencer al uso (Dios me libre). Es una mujer con cultura, educación y visión de la estética.
No es el caso de Dulceida, pero me encuentro a diario influencers que carecen de cultura de moda. Y no diré el nombre de quién eea, pero en una comida una de estas creadora de contenido no sabía quién era Putin aún con la Guerra de Ucrania empezada… Este es el nivel, señores. El nivel de querer comer gratis en restaurantes, irse sin pagar pensando que con un ‘post’ todo vale o mendigar noches de hoteles de lujo.
Por fortuna no todos son así, pero sí una parte. No es de extrañar que la profesión que más deseen los españoles, en vez de ser escritores (como ocurre en algunos países de Europa), sea la de ejercer de influencer. Por suerte y por el bien de la humanidad los hay con valores y discurso: Grace Villarreal o María G de Jaime por ejemplo hacen una formidable labor por la maternidad y la familia.
Al final, como en todos los sectores, los hay de todos los niveles. Influismo ilustrado y amén.
