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Los 90 años de Yoko Ono y su tóxica influencia en John Lennon

Desde que John fue asesinado, Yoko le rindió siempre recuerdos.

Desde que John fue asesinado, Yoko le rindió siempre recuerdos.
Yoko Ono y John Lennon. | Cordon Press

Los Beatles, la mítica banda inglesa, los Fab4 (Fabulosos 4, como eran llamados) se separaron en 1970 dejando a millones de admiradores compungidos, con la esperanza de que algún día volvieran a reunirse. No fue así. Culparon a la segunda esposa de John Lennon, líder junto a Paul McCartney del grupo, Yoko Ono, de ser la causante de la ruptura. Seis décadas después de que el cuarteto de Liverpool se fundara, Paul declaró en un programa de gran audiencia en la televisión británica que era injusto culpar a Yoko de que Los Beatles se desintegraran, "porque me consta que John llevaba ya tiempo pensando dejarlos".

Yoko Ono acaba de cumplir noventa años hace pocas semanas, el 18 de febrero. Fue testigo del asesinato de John Lennon, a las puertas del edificio donde vivían. Desde entonces no ha vuelto a casarse. "La viuda de negro" como la motejaron, al vestir de luto mucho tiempo, mujer tan odiada por los "fans" de Los Beatles, es ahora una artista muy reconocida en los Estados Unidos. El Moma neoyorquino muestra en una exposición parte de las obras pictóricas de la artista japonesa, sus canciones y discos se escuchan a menudo, en tanto ella, en silla de ruedas desde hace siete años, procura estar lo más activa posible, siquiera a través de Twitter, acompañada de Sean, el hijo que tuvo con el recordado John Lennon.

Nacida en 1933 en Tokio en el seno de una familia de alto nivel, la madre artista y el padre banquero, fue una buena estudiante, compartiendo por cierto aula con Akihito, el futuro emperador nipón. La II Guerra Mundial fue desastrosa para su familia, y el progenitor de Yoko fue encarcelado. Tras su liberación, se mudaron a Estados Unidos. En Nueva York, Yoko Ono estuvo en varias etapas de su vida, adolescencia y juventud, hasta afincarse definitivamente después de episodios importantes en su devenir. Como fueron sus tres matrimonios.

En Nueva York frecuentaba el Greenwich Village, barrio bohemio. Sus estudios de filosofía, su actividad pictórica y musical, la llevó a aquel entorno, donde experimentó su arte conceptual y sus tendencias vanguardistas. Cantando y componiendo era muy diferente a cuantos intérpretes pululaban por aquellos pagos, mediada la década de los 50 del pasado siglo. Fue allí donde conoció al que iba a ser su primer marido, el compositor Toshi Ichiyanagi, compatriota suyo, con el que se desposó en 1956, divorciándose seis años más tarde. La última etapa de la pareja fue cuando regresó a Tokio. Yoko padeció trastornos psiquiátricos, siendo hospitalizada. Al recuperarse regresó a Nueva York. Su familia, al conocer la vida que llevaba, tan distinta al modo tradicional y conservador de los suyos, la desheredó. Yoko volvió a casarse, esta vez con un desconocido músico de jazz, en 1962, Anthony Cox, con el que fue madre por vez primera, de una niña llamada Kioko Chan. Tampoco fue feliz y acabó obteniendo el divorcio en 1968. Viajó a Londres y fue cuando se produjo su encuentro con John Lennon, que iba a cambiar sus vidas para siempre. Ocurrió en la galería de arte Índica, donde ella exponía sus últimas obras. A Lennon le fascinó tanto esta mujer que al poco tiempo la convirtió en su compañera, llevándola incluso a su vivienda, aprovechando que su mujer, su novia de la adolescencia Cynthia Powell, se hallaba de vacaciones en Grecia.

Ocurrió una escena típica de un vodevil teatral. Estaban John y Yoko desayunando tranquilamente en pijama cuando, de pronto, fueron sorprendidos por Cynthia, que regresaba de Atenas. No se alteraron aquellos y Lennon saludó a su esposa como si nada: "¡Hola, querida!" No hubo necesidad de explicar nada. El divorcio de ambos no se hizo esperar. Y Yoko ocupó el lugar de Cynthia en el corazón de John Lennon.

El "arte" de Yoko Ono

La boda de los citados tuvo lugar el 20 de marzo de 1969 en Gibraltar. Habían programado otras ciudades, pero por problemas burocrátios, de pasaportes o exigencias de residir un corto tiempo en Alemania o Francia fueron causa de que los novios eligieran el consulado británico de la Roca para celebrar ante un juez sus esponsales. Habían viajado hasta allí en avión privado y en él, a las dos horas de intercambiarse el sí, volaron a París y vivieron su noche de bodas en el hotel Plaza Athenée. Del acontecimiento absolutamente privado, en secreto, nos enteramos por los periódicos. Y hasta para conmemorarlo, se editó una tirada de sellos con la efigie de los contrayentes. Cinco días después recibieron a la prensa en un hotel de Amsterdam, metidos en la cama, portando cada uno una flor con carteles en la habitación donde se leía el lema de los hippies de San Francisco: "Haz el amor y no la guerra". En Montreal, los recién casados repitieron el numerito. John y Paul compondrían una balada que se hizo entonces muy conocida: "La balada de John y Yoko".

Yoko le infundió a John la tabarra del pacifismo, las soflamas sobre la guerra interminable de Vietnam, que el presidente Johnson no acababa de dar por perdida, como finalmente acaeció. John fue desentiéndose de Los Beatles, aunque cumpliera sus últimos contratos, hasta como quedó dicho que un año después de su boda con Yoko, el grupo se deshizo.

John y Yoko acapararon la atención de los medios informativos durante bastante tiempo. A los periodistas les proporcionaban no pocas ocasiones más o menos divertidas. Como la "perfomance" de Yoko en el Carnegie Hall de Nueva York, bajo el título de "Cut Piece", invitando a los asistentes, tijeras en mano, a ir cortando trozos de su vestido, hasta quedarse casi en cueros vivos. Los reporteros gráficos flipaban en colores, claro.

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Yoko Ono | Archivo

La imaginativa Yoko no perdía ocasión de seguir sorprendiendo, primero a John, que ya iba acostumbrándose a las extravagancias de su mujer, sin decir ni pío. Como la de rodar un cortometraje con imágenes de trescientos y pico traseros, en tanto se escuchaba su voz, clamando: "¡Todos somos iguales!" Y cuando Yoko se encontraba con Paul McCartney, George Harrison y Ringo Starr, también por supuesto en presencia de John Lennon, aún en la etapa final del cuarteto, la japonesa se esmeraba en prepararles emparedados cuando ensayaban, rematando su función de ocasional camarera con un generoso surtido de porros.

John y Yoko viajaron a Mallorca junto a la hija que ella había tenido en su segundo matrimonio, Kioko. Pero la policía española los detuvo, al recibir una orden de Interpol tras una denuncia de aquel marido de la japonesa, Anthony Cox, que tenía la custodia de la niña. El episodio fue muy amargo para Yoko Ono pues ya no vió más a la pequeña hasta veintitrés años después. Así es que ella y John se plantearon ser padres. Lo fueron de su único hijo, Sean, quien heredó la vena musical de sus progenitores.

La inspiración de John Lennon como cantautor se fue contagiando del espíritu de Yoko Ono. Ésta, seguía con su filosofía propia, sus campañas en pro del pacifismo, una mujer antisistema si aplicamos etiquetas actuales. Influyó, insistimos, en la carrera de autor de su marido, que era más clásico en sus conceptos musicales, aun dentro de corrientes modernas del pop-rock. Y estuvo cinco años absolutamente ajeno a toda actividad. De esas ideas de su esposa él se benefició, desde luego. Hay una canción suya que se considera por muchos críticos la mejor de toda su obra, cuando ya era solista, alejado de Los Beatles: "Imagine". Él no se refirió a cómo la compuso, pero se ha sabido, por el propio Paul McCartney, que la lectura de un antiguo libro de Yoko, publicado hacia 1964, "Grapefruit", lo llevó a escribir la letra de "Imagine". Últimamente, se cree que Yoko ha de ser considerada coautora de esa pieza universalmente conocida.

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John Lennon | Archivo

Musicalmente, Yoko Ono, aparte de que tenía la carrera de piano, no fue reconocida en sus comienzos como una cantautora relevante; ni siquiera cuando a finales de los 60 se unió a John Lennon. Tuvo algún éxito comercial desde luego, caso de "Kiss, kiss, kiss", donde fingía tener un orgasmo. Los críticos no la tomaron nunca en serio, sin negarle tampoco sus aportaciones experimentales al pop de los 70 y 80, época en la que aparecieron las grabaciones de la New Plastic Ono Band.

John manifestaba hacia Yoko su profundo amor, la tenía constantemente a su lado, en los ensayos, en las grabaciones. Lo que no le impidió, de vez en cuando, engañarla con su secretaria y amante, May Pang. Enterada de que le ponía los cuernos, Yoko, con su sensibilidad oriental, pensó que era mejor seguirle la corriente e, incluso, facilitarle si fuera necesario alguna otra mujer que le apeteciera, pensando que así él sería feliz y lo tendría más cerca y contento.

Vivían sin escándalo alguno en Nueva York, en el edificio Dakota, de fachadas rojizas, al Oeste de la calle 72 de Manhattan. Ella misma eligió el amplio y confortable apartamento. Donde el 8 de diciembre de 1980, cuando regresaba la pareja del estudio de grabación donde John terminaba su nuevo álbum, un joven de cara redonda y lentes gruesas volvió a abordar al compositor-cantante, a quien por la mañana de ese mismo día ya le había requerido un autógrafo, que atentamente le firmó sobre la portada de su último elepé, "Double Fantasy". Aquel enfermizo admirador, sin dirigirle palabra alguna en ese atardecer, sacó un revólver, disparando sobre su ídolo, que resultó mortalmente herido. Yoko Ono fue testigo de aquella locura, la de un psicópata llamado Mark David Chapman, que a día de hoy cumple condena perpetua. La viuda del genio inglés ha lamentado más de una vez haber sido ella quien eligió aquel lugar para vivir, tan visitado por los turistas desde aquel homicidio.

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John Lennon y Yoko Ono | Archivo

John Lennon estaba feliz en Nueva York. No estaba tan agobiado por sus admiradores como cuando vivía en Londres, en la etapa de oro de Los Beatles. Quería a Yoko: "Todos saben quién es ella, famosa en todo el mundo… pero nadie sabe lo que hace", bromeaba acerca de las actividades de su mujer, infravalorada entonces en algunos sectores artísticos, de la pintura y sobre todo la música. "Es mi diosa del amor - confesaba en otra ocasión – y es quien llena mi vida".

Desde que John fue asesinado, Yoko le rindió siempre recuerdos, se sintió más unida a su hijo Sean, nunca tuvo otros amores que se conozcan. Continuó pintando, componiendo, grabando discos y celebrando exposiciones. Que desde hace seis largos años acuse problemas para moverse y tenga que auxiliarse con una silla de ruedas, no le ha impedido continuar sus labores artísticas. Al llegar a nonagenaria su hijo decidió inaugurar una web, "El árbol de los deseos", para quienes quisieran felicitarla. Porque Yoko Ono es una mujer importante: desde luego lo fue totalmente para John Lennon.

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