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40 años de "si me queréis, irse": la multitudinaria boda de Lolita y Guillermo Furiase

La boda de Lolita y Guillermo Furiase en Marbella sigue en el recuerdo de muchos, 40 años después.

La boda de Lolita y Guillermo Furiase en Marbella sigue en el recuerdo de muchos, 40 años después.
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Han transcurrido cuatro décadas de la boda religiosa de Lolita Flores con el argentino Guillermo Furiase. Fue el 25 de agosto de 1983 en Marbella. La iglesia estaba hasta los topes. Una multitud de fieles y de admiradores rodeaba a los contrayentes, de tal forma que el sacerdote que iba a celebrar la ceremonia no tuvo más remedio que recurrir a que los contrayentes pasaran a la sacristía junto a los padrinos y familiares. Lola Flores, alarmada ante tamaña expectación sin control, pronunció una frase que ha quedado para el imaginario popular como ya histórica: "¡Si me queréis, irse!"

Lolita González Flores vino al mundo en Madrid el 6 de mayo de 1958. Su bautizo tuvo dos padrinos de categoría: el productor cinematográfico Cesáreo González y Paquita Rico. La vida de la primogénita de "La Faraona" y "El Pescaílla" transcurrió feliz, sin que ella manifestara en su juventud dedicarse a la canción. Lo que se despertó en ella hacia 1975, que es cuando asombró a todos, empezando por sus más allegados, cuando fue número 1 en las listas musicales con el tema "Amor, amor". Época en la que se le conoció su noviazgo, de cuatro años, con un vivales sin oficio ni beneficio llamado Antonio Arribas. También sintió hacia Joan Manuel Serrat un interés especial, que sólo se tradujo en amor platónico. Con quien sí llegó a mayores fue con el matador de toros Francisco Rivera "Paquirri", conviviendo con él varias semanas en una de sus fincas. Se supo que estando el torero encamado en casa de Bárbara Rey, llamó un día por teléfono a Lolita para saber cómo estaba, en tanto aquella contenía su risa bajo las sábanas. "Paquirri" le dijo otro día por teléfono que su relación llegaba a su fin, porque se había enamorado de Isabel Pantoja. Lolita, cuando escuchó aquellas palabras, rompió a llorar desconsoladamente, entrando en un periodo de desolación. Lola Flores,( fui testigo de lo que dijo aquella noche en una discoteca en la que actuaba, en la madrileña plaza del Callao) dirigió palabras muy duras hacia el torero y le deseó lo peor del mundo. Una maldición en toda regla.

La mancha de mora dicen que con otra se quita y Lolita encontró a quien pudiera devolverle la ilusión como mujer y futura madre: el argentino Guillermo Furiase. Fue en el invierno de 1982, donde se produjo el encuentro en una discoteca llamada "Josele", cuando una amiga del alma de Lolita, Charo Vega, le presentó al galán. A sus amigas les confesó: "Éste no se me escapa". Dejó de pensar en "Paquirri". Concentró toda su pasión en su nueva pareja, que no daba muestras de tener una profesión asentada. Guillermo haría andando el tiempo estas manifestaciones: "Me enamoré de Lolita y me casé con la familia y el que quiera pertenecer a la familia Flores así tiene que ser. Es un clan en el buen sentido de la palabra, y o quieres a todos o no quieres a nadie". El sujeto vivió unos años ejerciendo de acompañante de su mujer en todas sus actuaciones. Representante, no exactamente, porque Lolita ya tenía a un profesional, Pepe Vaquero.

El caso es que llegado el 23 de abril de 1983 la pareja celebró su boda civil en Marbella. Justo siete días antes de la que celebraron Isabel Pantoja y "Paquirri". ¿Casualidad? ¿Premeditado? Lola Flores sacaría de dudas a los malpensados. Por venganza, para quitarles protagonismo. "La gente va a ir a la boda de "Paquirri" con el ¡Hola! debajo del brazo con la de mi hija!. Seis millones de pesetas pagó la revista mencionada por la exclusiva, dinero que Lolita y Guillemo emplearon para dar la entrada de la vivienda en la que comenzaron a vivir. La estuvieron pagando hasta poco antes de separarse.

Y llegó luego la ceremonia eclesiástica en la fecha ya al principio mencionada, 25 de agosto de 1983, también en Marbella, ciudad malagueña donde la familia Flores veraneaba siempre en su chalé "El Lerele". En una iglesia, la de la Encarnación, con capacidad para mil quinientas personas, que ya es cifra respetable. Pero es que entraron cinco mil. Y aquello parecía una estación del Metro madrileño cualquier día a las dos de la tarde. O la Nochevieja en la Puerta del Sol, todo el mundo apretado. Pero es que unos días antes de la boda, cuando Lolita acudió a un programa de José María Íñigo, no se le ocurrió mejor cosa que invitar a su casorio a cuantos lo quisieran. Le hicieron caso ¡pero de qué forma! Gritos, empellones, los amigos de lo ajeno haciendo su agosto,… ¡Fue la de Dios es Cristo! en palabras de la propia Lolita. Quien acabó sentada frente al altar en el suelo junto a Carmen Ordóñez, una de sus íntimas amigas. A su hermano Antonio se le veía sudando y Rosario más o menos lo mismo.

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Lolita y Guillermo en 2003 | Cordon Press

Padrino de la boda fue Manuel Benítez "El Cordobés", que no paraba de reírse a carcajadas en medio del barullo, muy animado porque un par de horas antes se había tomado unas copitas junto al padre de la novia. A su lado estaba la madrina, Lola Flores, gritando a más no poder, alegre por dentro, furiosa por fuera. Los fotógrafos no paraban de disparar sus "flashes" sin desmayo. Y ya quedo dicho que el oficiante del enlace cortó por lo sano y consiguió a duras penas llevar hasta su despacho en la sacristía a los novios y testigos para leerles la epístola de San Pablo y escuchar el preceptivo "¡sí, quiero!".

"En aquella época – confesó Lolita años más tarde – yo no era la de hoy en día, sino la hija de Lola Flores". Lo demás, en la biografía de Lolita, se escapa del propósito de este artículo. Tuvo dos hijos. Se separó. Volvió a casarse. Y de nuevo conoció otro divorcio. Y ahora es libre, sin ganas ya de repetir más nupcias, pendiente de sus descendientes, ya mayores. Centrada en su trabajo artístico, unas veces en el teatro, de tarde en tarde el cine o la televisión y cantando cuando tiene ocasión, porque le sale del alma. Lo de aquella su primera boda, no lo ha olvidado. Pero prefiere callarse si alguien le pregunta cómo fue aquello.

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