La comunidad internacional se ha volcado estos días con Marruecos tras el terremoto que sacudió el país el 8 de septiembre y que ya se ha cobrado la vida de más de 2.500 personas, además de dejar una alta cifra de heridos. Mandatarios y gobiernos de todo el mundo han trasladado sus condolencias y ofrecido ayuda humanitaria al Gobierno marroquí y al rey Mohamed VI, que el pasado sábado decretó tres días de luto por las víctimas del seísmo.
El monarca reaccionó tarde y mientras los muertos y heridos aumentaban a lo largo del fin de semana, poco o nada se conocía de su paradero hasta que la prensa francesa desveló que se encontraba en Francia el día de la tragedia. Según ha desvelado Le Monde, el Rey estaba instalado en París desde el día 1 de septiembre, una ciudad donde pasa largas temporadas y donde posee una lujosa mansión de 1.600 metros cuadrados en Champ-de-Mars, cerca de la Torre Eiffel.
No fue hasta el 9 de septiembre cuando voló a Rabat para mantener una sesión de trabajo en la que se examinó la situación de país tras el terremoto y tras la que ordenó rápidamente desplegar un programa de emergencia para atender a las víctimas y rehabilitar los edificios dañados.
Posteriormente, la agencia estatal MAP emitió un comunicado a las 20 horas del sábado junto a una foto de la reunión en la que aparece Mohamed VI acompañado por su hijo, el heredero Moulay El Hassan, y los altos cargos políticos y militares. Esta fotografía y la carta que la acompaña es la que las televisiones marroquíes emiten desde el sábado a la espera de que el monarca visite las zonas afectadas y a los heridos tres días después de la tragedia, algo que hoy lunes todavía no se ha producido.
La agenda pública del rey de Marruecos se ha reducido con los años debido a su delicado estado de salud pero su ausencia ante una catástrofe de tal magnitud no ha hecho más que generar todavía más malestar, mientras los soldados continúan rescatando víctimas de aldeas completamente devastadas. Su actitud refuerza la imagen de un rey ausente que da la espalda a su pueblo e intensifica los rumores de una no muy lejana abdicación en su heredero.
El comportamiento de Mohamed VI con su pueblo ya ha sido cuestionado con anterioridad, siendo especialmente sangrante cuando en 2020, en mitad de una crisis sanitaria y económica por la pandemia del covid-19 y un día un día antes de pedir a su país un "esfuerzo", se filtró que había adquirido el palacete de París por aproximadamente 80 millones de euros.
Antes de pasar a manos del monarca marroquí perteneció a Khaled bin Sultan bin Abdulaziz al Saoud, un miembro de la familia real de Arabia Saudí que la vendió a la inmobiliaria francesa SCI Deschanel, de la que Mohamed VI es dueño de un 99,99%, tal y como contó entonces Africa Ingelligence. El interior de la propiedad, construida en 1920, es todo un misterio, aunque se conoce que sus más de 1.000 metros cuadrados están distribuidos entre dormitorios, baños, cocina, varios salones y salas comunes, y un jardín privado que con vistas a la explanada de Champ-de-Mars.