Tres días después de cumplir ochenta años, el reciente 17 de septiembre, Jimmy Giménez-Arnau dejaba este mundo tras una vida intensa, llena de aventuras, amores, libros publicados entre poesía y novela, negocios periodísticos, algunos escándalos, la lucha por ver a su hija sin conseguirlo, la ruina cuando organizó un festival de música, sus constantes apariciones en programas televisivos del corazón, la búsqueda de una mujer que lo hiciera feliz… Hasta que pudo encontrarla, por fin y es quien lo ha cuidado hasta su final.
No nos resulta fácil condensar cuanto de interés tuvo la existencia de Joaquín Giménez-Arnau, Jimmy para su familia, amigos y cuantos supieron de él. Hijo del diplomático y escritor asimismo llamado. Cuando Jimmy conoció a quien iba a ser su primera esposa, Merry Martínez-Bordiú, ésta se sorprendió al escuchar que él había nacido en el mar: "A bordo del "Cabo de Hornos", de la compañía Ibarra, el 14 de septiembre de 1943, en el golfo de Santa Catalina, entre Sao Paulo y Montevideo, aguas libres, alta mar, pabellón español. Como nací en un barco soy neonato. Mis padres se habían embarcado en Bilbao cuando mi madre estaba de siete meses, pues a mi padre lo habían destinado a Buenos Aires. Habían proyectado ellos que yo naciera en Argentina pero por la existencia de destructores y acorazados alemanes durante la II Guerra Mundial, el "Cabo de Hornos" fondeó en una isla, y así se explica que yo viniera al mundo en el mar".
Jimmy estudió Derecho, acabó la carrera de abogado, que no llegó a ejercer, cursando también la de Ciencias de la Información. Escribir era su pasión. Y lo demostró publicando primero un par de libros de poemas ("Cuya selva" y "La soledad distinta") y luego varias novelas, a partir de "Las islas transparentes", finalista del premio Nadal, la mejor de todas las suyas, aunque sólo vendiera según propia confesión que me hizo, mil doscientos ejemplares.
Ya era consciente en su juventud de que no podría vivir de la literatura. Antes de llegar a esa conclusión se había interesado por el deporte, siendo titular del equipo de fútbol juvenil del Real Madrid, donde coincidió con Julio Iglesias, que era guardameta, o el luego titular del club, Manolo Velázquez. Sorprendentemente también quiso destacar como boxeador amateur, con nefasto resultado, confesándome esto: "De los siete combates que hice los perdí todos. Me daban tales guantazos que en el rincón del ring pedía, después de cada paliza, tres docenas de toallas".
Era Jimmy lo que ahora se conoce como emprendedor. Y entre otras experiencias periodísticas fundó junto a Chumy Chúmez el semanario de humor "Hermano Lobo", muy celebrado por la progresía de la época, cuando rivalizaba con "La Codorniz", veterana publicación, que hasta entonces no tenía competencia. No se detuvo ahí Jimmy en sus afanes editoriales, pues sacó a la calle "El indiscreto semanal", conteniendo chismes escandalosos: perdió mucho dinero en ese invento. En adelante, su vinculación con la prensa ya fue en calidad de colaborador. Hasta que con la llegada de las televisiones privadas se convertiría en tertuliano de programas rosas, a saber entre otros: "Tómbola", "La Noria", "Donde estás, corazón", y "Sálvame", el último en el que tomó parte hasta el verano de 2023. Jimmy combinaba en sus intervenciones en esos espacios su agudeza, humor y un punto de agresividad.
En nuestro afán de proseguir el perfil de Jimmy Giménez-Arnau nos encontramos, ( puesto que ya siendo muy popular era el centro de virulentos ataques, como cuando Norma Duval le arrojó uno de sus zapatos a la cara en plena emisión de "Protagonistas", el programa de Luis del Olmo) con que circuló un calificativo hacia él: "contrabandista de drogas". Al respecto, me respondió: "Quien me diga eso se refiere sin duda a lo mucho que yo he publicado sobre ese mundo de las drogas. Sé mucho de química. La edición americana de "Play-Boy" insertó un reportaje mío sobre ese tema en su edición española". Me añadió algo más: que había dirigido una película titulada "Cocaína".
Otra de las actividades de Jimmy fue la de marchante de obras de arte: "Lo fui durante dos años de las firmadas por Rafael Alberti y de otros pintores. Muchos ricos tienen en sus despachos grabados de Alberti que yo les vendí".
La faceta de viajero fue otra de las pasiones de Jimmy: "He viajado por los cinco continentes, conozco ciento veinticuatro países, me he metido en toda clase de selvas y no tengo siquiera un rasguño. He visto mosquitos que arrancaban el brazo de un expedicionario y se subían a un árbol para comérselo. En Brasil, en Indonesia, en tantos sitios tropicales. En esos viajes lo mismo conocí a traficantes de medicinas caducadas, o de latas descompuestas, hasta talleres de diamantes". Entre algunos calificativos y comentarios sobre sus apaños para ganarse la vida, recogemos éste: un tipo capaz de venderle arena a un beduino en un desierto.
¿Y la muerte, la has visto de cerca?, le pregunté: "He visto matar a mucha gente en la guerra de Vietnam. Viví la Marcha Verde, en Marruecos, a la que fui pasándome desde el Aaiún a las fuerzas marroquíes, para contarlo luego, como hice en mi novela "Los insatisfechos". Me considero hombre de suerte: no tengo herida alguna, tan sólo dieciocho roturas de huesos que me he dado, simplemente".
Jimmy tenía cierta mala fama: lo trataban algunos de cínico y golfo. "El cínico – según Óscar Wilde, es quien dice la verdad". Contraataqué: "Pero es que sobre ti sobrevuela a menudo el escándalo, la frase lapidaria, los despropósitos, cuando no tu imagen frívola". A lo que adujo: "Es que si doy la imagen del verdadero Jimmy no vendo".
Porque Jimmy Giménez-Arnau, que escribía muy bien, era brillante y su amigo, el poeta Félix Grande lo definió como "un lujurioso de la palabra", al ser también un magnífico orador y conversador, conocía perfectamente cómo comportarse en las tertulias de la televisión, y en su estilo de articulista.
Luego estaba el seductor perpetuo, que cambiaba de pareja a menudo. Tuvo muchas novias. No vamos a identificarlas aquí, al no ser la mayoría suficientemente conocidas. Salvo una, quien sería su primera esposa, Merry Martínez-Bordiú, hija de los marqueses de Villaverde, nieta de Francisco Franco, quien la llamaba desde que era muy niña "La ferrolana", dado su carácter revoltoso.
Jimmy conoció a la tercera nieta del Caudillo en la casa que los padres de Merry tenían en el pantano de Entrepeñas. Un amigo de ambos les preparó el encuentro. Pronto se enamoraron. A él le fascinó el carácter independiente de ella. Y se casaron: el 3 de agosto de 1977, en la capilla del Pazo de Meirás, residencia de la familia Franco en los meses de verano. Por cierto, antes de esa boda, Merry tenía otro novio, Miguel Ángel Muñoz-Calero.
El enlace fue todo un acontecimiento social. La exclusiva fue de "¡Hola!". Jimmy convino con el director de la publicación el pago a cambio de un millón de pesetas. "Podía haberles sacado más", pensó luego. A quien no dejó estar presente en la boda fue a Jaime Peñafiel, subdirector del semanario. Le caía mal.
Los primeros meses de la pareja fueron tan divertidos como felices, viviendo en un torreón de la sierra madrileña, propiedad de los Franco. Allí, en plan "hippy", Jimmy y Merry dieron suelta a su vida en libertad y hasta se asegura que sembraron marihuana. Tuvieron una niña, Leticia. Sólo un par de años les duró aquellos idílicos momentos. Separados en 1979, en 1981 obtuvieron en divorcio. En adelante, pese a lo pactado ante un juez, Jimmy tendría dificultades para ver a su hija, quien cuando cumplió su mayoría de edad ya vivía en Norteamérica con su madre, cada vez más distanciada de su padre. El mayor dolor padecido por Jimmy en su vida fue perder todo contacto con Leticia.
Y a partir de entonces Jimmy orientó su vida en Puerto de Andratx, en Mallorca, donde compró una vivienda. Se le ocurrió un día montar en la isla un festival de música, al que asistí. Fue su ruina.
Seguía escribiendo y conociendo otras mujeres. Con la norteamericana Bárbara Worthington convivió varias temporadas y estuvo a punto de casarse con ella. Desistió. No quiso comprometerse más con ninguna otra mujer, salvo divertirse lo máximo posible con las que se le ponían a tiro. Pasaron bastantes años, cuando él iba de programa en programa rosa ganando un buen dinero, para resarcirse de aquellas pérdidas festivaleras. De vez en cuando atendía peticiones de entrevistas, una de ellas en 2007. Se la concedió a una joven periodista, Sandra Salgado, que trabajaba en el programa "Dolce vita". Antes de cumplimentar la cita, ambos se pasaron un día hablando dos horas por teléfono. Seis años y medio después se casaban.
Sandra Salgado, treinta y cinco años menor que Jimmy, Licenciada en Comunicación Audiovisual, quedó encantada de haber conocido a Jimmy. No le importara que podría ser, por edad, su padre. Su enlace, de carácter civil, fue en la Junta Municipal de Fuencarral-El Pardo. La exclusiva, Jimmy se la cedió a "¡Hola!", como en su otra boda. Nada de gratis, por supuesto. Jimmy siempre tuvo algo de fenicio a la hora de negociar.
Uno de los testimonios de Jimmy más enternecedores fue cuando declaró en una entrevista que Leticia era el gran amor de su vida, que no quiso nunca a otra mujer como a ella, y eso que fueron muchas las que pasaron por su cama. "A Leticia le debo la vida", sentenció. De dos maneras: una porque le proporcionó el equilibrio sentimental que él precisaba. Y otra porque estuvo enfermo de neumonía, y Sandra no se apartó de su lado, hasta que él se recuperó.
Jimmy continuaba apareciendo en los programas fin de semana de la tele. El último fue en "Sálvame", donde colaboró hasta que dejaron de contar con él en junio de 2023. Nada sabemos desde entonces a qué se dedicó después. Y este pasado martes, Sandra, ya viuda, comunicaba el triste desenlace de Jimmy. Así nos enteramos de que Jimmy, el estupendo escritor, el tertuliano malvado, había dejado de existir. Al menos, tuvo una vida de fábula. Es de los personajes desaparecidos al que podríamos adjudicar la consabida frase coloquial: "¡Que me quiten lo balao!".