
Se ha destapado días atrás la supuesta íntima amistad que existió entre Juan Carlos de Borbón y Sara Montiel. Y en las tertulias televisivas han entrado al trapo algunos que desconociendo esa supuesta trama amorosa, caso de Ana Obregón, niegan que existiera. Dada la personalidad del monarca cuando años atrás no era posible hablar o escribir sobre su vida sentimental, se entiende que no haya pruebas de muchas de sus conquistas femeninas. Por ejemplo, la que se suscita ahora entre él y la estrella manchega. Sí que hay fotografías de ambos, naturalmente, pero en actos sociales, estrenos o encuentros ocasionales en "Casa Lucio" u otros restaurantes frecuentados por ambos. Imágenes que por supuesto nada prueban de si hubo o no romance entre ellos. Apuesto que sí.
El cadete don Juan Carlos de Borbón y Borbón juró bandera en la Academia General de Zaragoza, donde permaneció cursando la carrera militar entre 1955 y 1957. Los fines de semana se hospedaba en el Gran Hotel. Disponía de un espectacular coche con el que se paseaba por la ciudad algunas veces, entre la sorpresa de los transeúntes. Pero lo que nos importa aquí son sus silenciosos encuentros femeninos. Que los tuvo. Bastantes.
Quien me puso en antecedentes de ese asunto fue Matías Colsada, el mayor empresario teatral en España, dueño de buen número de locales. Estaba especializado en montar espectáculos de revista. Las más explosivas "vedettes" estaban en las diferentes compañías que formaba. Llegó a tener un capital de ¡ocho mil millones de pesetas!, cifra que pudo saberse cuando al morir se disputaron su astronómica herencia sus hijas y la última amante.
En un par de ocasiones hablé con él. Le pregunté si estaría dispuesto a contar su vida en la revista a la que yo pertenecía. Y me dijo: "Me lo han propuesto muchas veces. Editores deseosos de publicarlas, pero no podría. ¿Por qué? De contar toda la verdad de cuanto he vivido, no sé cómo acabaría". En otra ocasión, durante un almuerzo, salió en la conversación el nombre del Rey Juan Carlos. Y he aquí que Matías Colsada me confesó haberlo conocido durante su estancia en Zaragoza, donde el empresario era dueño del teatro Principal. Su confesión, con el ruego de no publicarla, fue la siguiente: le proporcionaba a quien todavía no era sucesor de Franco a la Jefatura del Estado, ni siquiera Príncipe de España, un reservado en dicho coliseo donde poder desfogarse con algunas de las "vedettes" de su compañía. Pero, ítem más: en algunas ocasiones con quien departió íntimamente en uno de esos palcos, con las cortinas echadas, fue con Sara Montiel. Don Juan Carlos aún no era veinteañero. Sara Montiel ya había cumplido los veintisiete.
A finales de los años 50 Sara Montiel disfrutaba de su gran éxito cinematográfico, "El último cuplé". En una gira de promoción, llegó a Zaragoza, donde sus organizadores le dieron una cena, a la que estaba invitado el Príncipe, quien estaba dispuesto a acudir: se lo impidió su preceptor, el duque de la Torre. Al día siguiente, don Juan Carlos le envió a Sara un "bouquet" de flores, con una cariñosa tarjeta. Época en la que él se carteaba con la condesa italiana Olivia D´Olgina, en una de cuyas misivas amorosas le decía estar deseando estar juntos para escuchar en la intimidad "Fumando espero", cuplé grabado por la Montiel.
Llegado 1960 Sara tuvo por fin ocasión de estar con don Juan Carlos en una recepción; se trataba de una cena que el embajador de Estados Unidos en España ofrecía a la estrella. A la derecha de ella sentaron protocolariamente a don Juan Carlos. Compartieron confidencias entre ambos. Con una anécdota, error de Sara al llamarlo "Majestad", a lo que atendió, comprensivo, el príncipe: "Por el momento, sólo Alteza".
Confesaba ella que los dos eran muy jóvenes, menor él, más conocida mundialmente ella por sus películas. Con el transcurso del tiempo ambos coincidieron en más de una ocasión. Y cuando Sara se casó con el empresario José Tous, propietario en Palma de Mallorca de un teatro, el periódico Última Hora y otros negocios, el matrimonio mantuvo encuentros a menudo durante los veranos, cuando el príncipe disfrutaba en familia de sus vacaciones en la isla. A la muerte de Tous, don Juan Carlos se mostró muy afectuoso con la viuda del mallorquín.
Hay en aquella pérdida que tanto afectó a Sara Montiel un detalle. Las cenizas de Pepe Tous fueron lanzadas al mar, siguiendo sus deseos, desde el barco del entonces ya Rey de España, deferencia necrofílica desde luego que éste tuvo con ella. Lo que no pudo hacerse transcurridos dos o tres días después del óbito porque la meteorología lo impidió. Ello intensificó más, si cabe, el agradecimiento de Sara hacia don Juan Carlos.