
Nuria Espert es el símbolo del mejor teatro en España desde hace algo más de medio siglo. Insuperable en el drama y la tragedia. No le fue fácil acceder al puesto de primera actriz. Si ha cosechado innumerables premios, el más importante para ella fue su matrimonio con el actor y director Armando Moreno. Viuda desde hace tres décadas, madre de dos hijos, abuela, ensaya su próximo estreno, ya en la frontera de los noventa años. Un caso no muy habitual en el arte de Talía, todavía siendo una gran diva de la escena.
Nuria Espert Romero nació en Hospitalet de Llobregat el 11 de junio de 1936. Tuvo una infancia difícil pues su padre, que era carpintero, nada más concluir la guerra civil fue encarcelado y cuando cumplió su condena, al volver a casa, Nuria no sabía quién era aquel recién llegado, quien malvivió luego con trabajos ocasionales. Era la madre, trabajadora en una fábrica textil, quien más dinero llevaba a casa. El matrimonio acabó separándose, pero viviendo bajo el mismo techo, pues su modesta situación económica les impedía prescindir de su modesto piso.

Sus progenitores eran componentes de una formación teatral de aficionados. A su hija la registraron al nacer con el nombre de Nuria, acordándose de una función que habían representado con éxito, "Terra baixa", de Ángel Guimerá, de las más conocidas en la escena catalana, en la que uno de sus personajes respondía al apelativo de Nuri. Debutó en 1949 haciendo de princesa en una obra donde le pagaban ciento cincuenta pesetas semanales. Ganaba más que su madre en la fábrica textil, quien así pudo jubilarse, después de muchos años trabajando catorce horas al día.
Como la biografía de Nuria Espert es amplísima, nos vemos obligados a condensar sus capítulos más destacados a partir de sus inicios profesionales como actriz, preferentemente en el teatro. Sustituyó a sus diecinueve años a la veterana Elvira Noriega, por enfermedad, en "Medea". Y a partir de entonces, su carrera fue imparable. Entre un centenar largo de obras representadas, imprescindible es recordarla en "Las criadas", de Jean Genet, que estuvo un tiempo prohibida por la censura. El acreditado autor y director Peter Brook, que la vio actuar, le dijo: "Eres un vaso de agua que se congela en un instante y al siguiente rompe a hervir". Tales esfuerzos hacía en aquella función, junto a Julieta Serrano, que consultado un médico la obligó a usar un braguero.
Su fama como actriz y directora, con el paso del tiempo llegó a oídos de la gran Glenda Jackson, y en un teatro londinense se puso a las órdenes de Nuria Espert, dirigiéndola en "La casa de Bernarda Alba". También hizo otro tanto en la capital británica con la asimismo magnífica Joan Plowright, esposa de Laurence Olivier. No se conoce otro caso paralelo a esa faceta de la actriz catalana, reclamada para hacerse cargo de unas representaciones londinenses, cuando la capital británica es desde hace mucho tiempo la más importante en el mundo escénico europeo.
A toda una vida invertida en rigurosas funciones del mejor teatro clásico y moderno, Nuria Espert añadió otra faceta: dirigió nueve grandes óperas, como "Madama Butterfly", "Carmen", "Electra", "Rigoletto", "La traviata", "Tosca", entre otras, con elogiosas críticas. En el cine, no ha tenido tiempo ni ocasiones para mostrar también su talento. Entre 1954 y 2007 tan sólo rodó una docena de películas, de las que destacamos: "La Tirana", de 1958, donde era la criada del personaje central incorporado por Paquita Rico. "María Rosa" fue un drama teatral que estrenó con su marido, luego dirigido por éste, Armando Moreno, en su versión cinematográfica de 1966, teniendo por coprotagonista a Francisco Rabal. En esa época a ella le ilusionó mucho actuar en la gran pantalla y, a tal efecto, se hizo una operación de nariz, en la creencia de que eso favorecería su fotogenia. Ya mucho más adelante, Nuria participó en el reparto de "Actrices", en 1996. En televisión, sus apariciones fueron fugaces, resaltando su papel de Margarita Xirgu, la legendaria actriz, en la serie de 1987 "Lorca, muerte de un poeta". Y dentro de su vasta producción artística hay algo que ya no ocurre en su profesión: la grabación discográfica de elegidos poemas o fragmentos teatrales, faceta en la que Nuria Espert dejó para la posteridad en una decena de álbumes. Como recitadora pudo llevar a cabo varias temporadas un espectáculo, "Aire y canto", mano a mano con Rafael Alberti.
Nuria no tuvo más pretendientes que Armando Moreno, al que conoció en una sala de doblaje, actividad que ella cultivó también por un tiempo. Tenía entonces dieciocho años y el galán valenciano que combinaba el cine con el teatro, treinta y dos. Se casaron en 1955. "No teníamos un céntimo", confesó ella. Poco a poco, Armando debió considerar que su carrera como galán se había estancado. En todo caso, siendo buen actor, comenzó a dirigir obras teatrales, con el pensamiento siempre puesto en su mujer. Fundaron una compañía que llevó unos años el nombre de Nuria Espert. Para empezar, como tenían dificultades económicas, fue Armando quien hipotecó sus bienes y con lo recaudado pudieron salir adelante con aquella aventura, afortunadamente provechosa. "Con setenta y cinco mil pesetas – contaba Nuria – montamos "Gigí".
La actriz siempre, gran enamorada como estaba de su marido, elogiaba el talento de éste, y su dedicación exclusiva para que ella fuera la triunfadora mientras él permanecía a la sombra. Fue su Pigmalión. "Me refiné a su lado, pues Armando tenía una elegancia exterior extraordinaria. Fue mi primer amor y muerto él ya no he vuelto a enamorarme nunca más".
Vivían en Madrid, al principio, cuando se trasladaron desde Barcelona, en un piso frente al Palacio de Oriente. Padres de dos hijas, Alicia y Nuria, la primogénita empresaria teatral, y la otra bailarina. Precisamente, de adolescente, su madre también había soñado dedicarse a la danza. Pero fue el teatro, insistimos, a lo que se dedicó en cuerpo y alma. Todas sus vivencias las volcó a los sesenta y seis años en sus memorias, dictadas al escritor Marcos Ordóñez, tituladas "De aire y fuego", durante más de un año recogiendo los relatos de la eximia actriz.

El capítulo más doloroso fue cuando murió su esposo. Fue justo hace treinta años, el 30 de octubre de 1994, encontrándose Nuria representando en el madrileño teatro María Guerrero "El cerco de Leningrado". Al acabar la función, la actriz fue informada de que Armando Moreno estaba gravísimo en un hospital. Acudió para darle el último adiós. Murió víctima de una larga afección cardíaca. Dos días más tarde, Nuria reanudaba sus representaciones. Así es la existencia de los actores. La función debe continuar, es el consabido lema.
Pocas veces ha faltado a su cita en el escenario. Sólo en un par de ocasiones. Tantos viajes le produjeron un cansancio físico que derivó en depresión. Ello la obligó a una retirada.
Nunca le ha movido el dinero para actuar. Le gustan los aplausos, claro está. Pero es el entusiasmo por su trabajo lo que más le llena. El escenario es la vida para ella. Ha confesado no ser ni apasionada ni ambiciosa.
Tiene ahora en su casa de las afueras de Madrid un montón de premios. En este 2024 el Max de Honor. Otro galardón preciado fue el de la Royal Central School of Speech and Drama de Londres. Es doctora honoris causa de la Universidad de Barcelona, ella, que fue poco a la escuela. Y el último de esos reconocimientos lo acaba de recibir el reciente 8 de octubre en una ceremonia presidida por la reina Sofía, otorgado por la Fundación Mapfre, concedido por toda una vida profesional, consistente en cuarenta mil euros.
Nuria Espert ya está pensando en su próximo compromiso en el próximo diciembre, en Madrid, Teatros del Canal, seis meses antes de cumplir noventa años. La obra se titula "Todos pájaros", una historia de amor ambientada entre israelíes y palestinos. Nada más actual con ese fondo cuando el conflicto bélico se ha intensificado entre esos pueblos, complicado asimismo en guerra fronteriza con los libaneses. Nuria Espert siempre ha sido muy sensible a las desgracias humanas. La política no le ha interesado. Siendo catalana hace ya tiempo que declaró: "Aborrezco el nacionalismo".
"Mujer de aire y fuego" la definió su paisano y buen amigo, el escritor Terence Moix. Desmintió el pasado año que se retiraba, mientras iba de gira con "La isla del aire". "Para mí, el teatro es vida. Yo creo que es una escuela de amor".