
Hay vidas de estrellas del espectáculo que, iluminadas por sus éxitos, esconden episodios muy duros desde la infancia hasta muy superada la juventud. Demasiados años de dolor hasta que pudieron lograr la tranquilidad que perseguían en su vida íntima y el triunfo profesional. Cher reúne esas características, que ha plasmado en el primer tomo de sus memorias, aparecidas mediado noviembre en Estados Unidos, que en marzo se publicarán en España. En el cine ha conseguido éxitos indudables y como cantante su leyenda de "Diosa del pop" le sirve como ya contrastada tarjeta de visita musical.
El nombre de la artista es Cheryl Sarkisian, descendiente de un padre armenio, del que apenas supo nada, pues se separó de su esposa cuando la niña apenas contaba unos meses. Estando embarazada de ella, el padre quiso que abortara. Afortunadamente, pudo venir sana y salva a este mundo. Como la madre se casó hasta en ocho ocasiones, una de ellas con el mismo marido, la infancia de la futura actriz-cantante resultó difícil y dolorosa. Porque tanto su progenitor como un padrastro la trataron mal, eran drogadictos, uno de ellos también delincuente. Tan complicada era aquella vida que la madre optó por llevarla a un orfanato. Para complicar más su situación, la niña era disléxica.
Esa madre, una actriz frustrada, deseaba a toda costa destacar como artista aunque fuera en sitios mediocres. Y no paró hasta llevarse a Cher con ella, ya acabado su paso por el orfanato, hasta Las Vegas, donde encontró trabajo de camarera a cambio de veinte míseros dólares semanales. Con ese dinero no podía alimentar a su hija, quien acabó viviendo en varios hogares que la tomaban caritativamente por un tiempo.
Cher fue creciendo y aunque era muy jovencita llamaba la atención por su físico. Tanto que en sus paseos por el área de Hollywood conoció circunstancialmente a Warren Beatty. El galán no desperdició la ocasión de llevársela a la cama. Relación que duró muy poco tiempo.
Cuando Cher llegó a los dieciséis años estableció amistad con un cantante llamado Sonny Bono. Él aceptó irse a convivir con ella a cambio de que le sirviera como criada y cocinera. De paso, sin mostrarle afecto alguno, la llevaba al catre cuando le apetecía. Simularon una falsa ceremonia de boda y así continuaron un tiempo, cuando ya ella había aceptado cantar con él, formando un dúo que en principio se dio a conocer como Caesar y Cleo. Hasta que adoptaron el definitivo de Sonny and Cher, gozando un tiempo de gran popularidad, no sólo en Estados Unidos. Eran los años del movimiento hippy y la pareja llevaba un repertorio muy asociado a esa leyenda de los jóvenes adscritos a tal revolución pacífica y libertaria que rezaba aquello de "Haz el amor y no la guerra", como protesta por cuanto ocurría en Vietnam. Chicos y chicas viviendo en comunas adornando de flores sus cuerpos medio desnudos.
Parecía que en ese clima Sonny y Cher también disfrutaran de un idílico hogar; todo lo contrario. Aunque tuvieron un hijo (él era padre de otro de anterior relación) llamado Chaz, apelativo familiar de Chastity, hoy con cincuenta y cinco años, la pareja, que se había casado ya legalmente en 1969, atravesaba por una tormentosa vinculación. Él la agredía, le era infiel, y Cher no hacía otra cosa que aguantar. Ni siquiera podía disponer de dinero, porque él apenas le daba lo suficiente para comprar ropa. Y encima era celoso. Aquella vida era todo un infierno para la cantante folk californiana.
Hubo, en esos trances de aquella desdichada unión, momentos en los que él quiso arrojarla al vacío desde la terraza de la habitación del hotel que ocupaban en Las Vegas. La misma intención que tuvo Cher de quitarse la vida por el mismo procedimiento. Por fortuna ninguno de los dos llevó a cabo semejante disparate, pero les faltó poco para hacerlo realidad, tal era la manera en la que sobre todo Sonny se comportaba. Cher estaba al borde no ya de un ataque de nervios, sino de acabar para siempre con la maldita vida que le hacía padecer su marido.
Parecía un contrasentido que, habiendo logrado tener éxito con sus actuaciones y sus discos, ganando bastante dinero, se llevaran tan mal, culpa insistimos del agresivo esposo. Quien se quedaba, insistimos con el ochenta por ciento de cuanto cobraban, añádase a eso la parte correspondiente al representante, así es que a Cher le quedaban las migajas, unos escasos dólares. Sonny la estafó mientras fueron marido y mujer. Llegado 1974 se separaron, ella no podía ya más estar con aquel maldito. Un año más tarde obtuvieron el divorcio.

A Sonny Bono le importó un pimiento aquella ruptura, pues en seguida se encamó con la primera mujer que le convino. Acabó viviendo de la política, como alcalde de Palm Springs, turístico pueblo californiano, y luego siendo diputado republicano. Se casó de nuevo, tuvo otros hijos y se mató practicando esquí, en un accidente ocurrido en 1998.
Por su parte, Cher hubo de empezar de nuevo. Arruinada porque su ex la dejó casi sin un dólar. Después de haber actuado junto a Sonny Bono un montón de años. Poco tiempo después de su divorcio en 1975 se enamoró de Greg Alman, teclista, cantante y líder de un importante grupo de rock. A los nueve días de casados, se separaron. Pero reanudaron pronto su convivencia, fueron padres de un varón, Eljah y acabaron dejándose definitivamente en 1979. Como madre, Cher tuvo que hacer frente a las adicciones de su hijo, que era víctima de problemas mentales por culpa de las drogas que consumía. En ese mismo papel maternal, no acabó Cher de aceptar la decisión del otro hijo que tuvo con Sonny Bono, en realidad una niña, quien llegada su mayoría de edad, más o menos, se sintió un muchachote, sometiéndose a una operación de sexo. En ese tomo de memorias, la verdad es que Cher dedica poco espacio a sus hijos. Por algo será.
Si desquiciada había sido su existencia con ambos maridos, con tremenda voluntad y sacando fuerzas de los escoldos de aquellas fracasadas relaciones, Cher quiso salir adelante como fuera, aceptando actuaciones como solista, dejando claro que era una buena intérprete de géneros variados, desde el folk al pop. Hizo papelitos en el cine, intervenciones en televisión. Y un día coincidió con Francis Ford Coppola, audaz productor y director, que la animó a dedicarse más intensamente al cine, a demostrar que, además de cantante, podía triunfar como protagonista en la pantalla. Le hizo caso Cher. Acertada decisión que le permitió, justamente, dejar sentado lo que intuía Coppola. Como se demostró al ser nominada a los Óscar gracias a "Silkwood" en 1984, luego tres años después en "Las brujas de Eastwick" para ganarlo merecidísimamente gracias a su actuación en "Hechizo de luna", que nos parece la película que la catapultó en el cine. Ella siguió compartiendo repartos con primeros papeles en la pantalla, grabaciones de discos y actuaciones musicales. Cher consiguió a partir del decenio de los 90 ser considerada una estrella del mundo del espectáculo.
Dotada de un singular sentido del humor, Cher ha sido objeto muchas veces de imitaciones o frecuentes alusiones a su figura, a las veces que se ha sometido a intervenciones quirúrgicas, para aparecer siempre "más joven". En esa lucha contra el tiempo perdido, no obstante cuando se le pregunta si es que como en la célebre novela de Oscar Wilde "ha vendido su alma al diablo en pos de la eterna juventud", retruca que no pretende tal cosa, que no desea dar esa imagen. Manera de escabullirse ante la prensa de lo que es una realidad palmaria. Cher tiene setenta y ocho años y cuando aparece en público, no a menudo porque controla sus salidas, o si acepta una película o una serie de televisión, es consciente de que los personajes que interprete ya tienen que ser a la fuerza compatibles con su auténtica edad. Disimula, sí, con tratamientos faciales constantes y cuidadísimo vestuario y peluquería. Es una diva. Y atrás queda su amargo pasado.

Sus memorias abarcan de momento desde que naciera en 1946 hasta completar la década de los 80. Las han escrito tres autores con la vigilancia del editor, confabulados para que lo transcrito de boca de la interesada sea lo más fiel y ameno posible. Como Cher se ha guardado hasta el momento muchas cosas que contar, en primavera aparecerá un segundo tomo con sus recuerdos. Para esa ocasión reserva cuantos amores haya podido tener desde que se rompió su segundo matrimonio. Siempre ha elegido como parejas a jóvenes atractivos. El último por el momento se llama Alexander Edwards, tiene treinta y ocho años, y es quien hace feliz en la cama a la veterana diva. Según la vida que ha llevado hasta la fecha, no parece que tenga ganas de reincidir en un tercer matrimonio.