Manolo Zarzo es ahora mismo el más longevo de los actores españoles en activo. Madrileño nacido hace noventa y tres años, que cumple el 26 de este mes de abril. Todavía sigue esperando que lo contraten, no quiere retirarse, aunque sea interviniendo con directores noveles, como hizo en uno de sus últimos trabajos, un cortometraje, sin cobrar un euro. Un grande del cine, con un récord en su larga centenaria filmografía. Camina apoyándose en un bastón. Dolorido en los últimos tiempos sobre todo en la espalda, a causa de un acto heroico del que fue protagonista hace sesenta y cinco años cuando salvó a una joven de una muerte segura en un incendio y él estuvo dos horas clínicamente muerto: salvó la vida de milagro. Mas las secuelas de aquello le pasan factura ahora en su ancianidad. La historia merece recordarse, sobre todo para los que no tengan noticia de tal suceso, que en su día fue dado a conocer en la prensa de la época con gran profusión de datos y fotografías. Era el 23 de septiembre de 1960.
El actor acababa de recoger su pasaporte en la madrileña Puerta del Sol en vísperas de viajar a Italia para una película, que desgraciadamente no pudo rodar, por cuanto sigue. Subía por la calle de Carretas cuando advirtió un gentío pendiente de las llamas procedentes de unos grandes almacenes. Varias empleadas se arrojaron al vacío, cayendo en una lona. Otra joven, desesperada, también se lanzó desde una ventana, aunque no sobre esa lona protectora. Sin pensarlo, Manolo Zarzo abrió sus brazos y sujetó entre ellos el cuerpo de la muchacha, que así salvó su vida. De otro modo se hubiera estampado junto al suelo sin remisión. De resultas del fuerte golpe, quien salió malherido fue el actor. Llevado urgentemente al Hospital General de Atocha permaneció unas horas a punto de irse al otro mundo, dos horas clínicamente muerto. Salvado en primera instancia de ese trance, los facultativos le diagnosticaron roturas de las cervicales, dorsales y lumbares, de las que tardó en recuperarse. Y a día de hoy, insistimos que padece muchos dolores, consecuencia de su heroicidad. Varios compañeros de profesión, como Carmen Sevilla, le brindaron un homenaje. La joven que salvó no le agradeció nunca haberla salvado de una muerte segura. Hay olvidos incomprensibles.
Tantos años transcurridos no han borrado para él aquella tragedia, aunque la guarda para sí y no suele recordarla ante nadie. Le quita, modesto, toda la importancia que tuvo. Fue un héroe, no nos cabe duda, sin lamentarse de los repetidos dolores de espalda que sufre.
Ha sido uno de los más grandes secundarios del cine, aunque también ha intervenido en películas con mayores cometidos, aunque en pocas ocasiones de protagonista. Un actor que siempre ha aportado veracidad en sus personajes, de acción o de comedia, en la gran pantalla o en la televisión y pocas veces en el teatro. Muy querido en la profesión, también por los periodistas – doy fe – en virtud de su talento y de su carácter sencillo, rozando la humildad, y siempre afable, lleno de simpatía. Pocos como él, con quien está reñido el divismo: "Yo nunca he sido una estrella", repite en las entrevistas.
Le he conocido un piso modesto a espaldas de la calle de Fuencarral. Luego adquirió otro de más prestancia en los alrededores de la estación de Pozuelo de Alarcón, población distante una cuarentena de kilómetros de la capital. Su existencia siempre ha corrido de manera natural, sin pavonearse de su indiscutible popularidad, ganada a base de muchos trabajos, coincidiendo en repartos internacionales con astros de la talla de Marcello Mastroianni, Edward G. Robinson, Alberto Sordi y un notable etcétera. Y cuando no trabaja, ya por su edad, se entretiene en labores de ebanistería, que era la profesión de uno de sus hermanos. Fueron ocho en su familia, con un padre albañil y una madre comadrona.
Comenzó a ser artista a la temprana edad de catorce años enrolado en una compañía juvenil, Los Chavalillos de España, por la que pasaron desde Federico Casado "Caracolillo", esposo de Juanita Reina, y Lina Morgan, cuando todavía no se anunciaba así, sino con su nombre, Angelines López Segovia. Entre los años 1949 y 1952 fueron novietes. Manolo confiesa que no pasaron de darse unos besos furtivos, tan jóvenes, y con la moral de entonces. De lo que no hay duda es que fue el primer amor de ambos.
Hay un dato anecdótico en la identidad del actor madrileño, quien se apellida López Zarza y no Zarzo. El cambio de vocal fue una ocurrencia de su hermano mayor. Y así fue anunciado en su debut cuando cantaba coplas y bailaba ritmos del folclore español. Con el paso del tiempo, ya fue dejando esa faceta para ser un actor sólido, extraordinario muchas veces en cometidos dramáticos, como también en argumentos de tipo costumbrista. Participó en más de un "spaguetti-westerns", de los muchos que se rodaban en Almería.
Manolo Zarzo se casó en 1959 con una enfermera llamada Mari Luz Cañizares. Tuvieron tres hijos, de ellos dos actores, Flavia y David. Se les murió una niña de apenas dos meses, víctima de una incontrolable bronquitis. La enterraron precisamente al día siguiente del suceso de la calle de Carretas. Aquel matrimonio "hizo aguas". La causa de ese fracaso es que a su mujer "se le cruzaron los cables". Y Manolo, ya no podía más aguantar aquella vida en su hogar roto. Se separaron y cuando las leyes lo permitieron, firmaron el divorcio.
Unos años más tarde, superada para él la vida imposible que vivió, encontró a su segunda compañera, vendedora en una tienda, con quien halló la estabilidad que buscaba. Pilar Alonso continúa siendo su feliz pareja, con quien tuvo dos hijos.
Manolo Zarzo, llegado a su edad nonagenaria, no ha perdido sus ganas de vivir, su faz normalmente alegre, la que tantas veces nos ha hecho disfrutar como actor extraordinario que es. Que disfrute su noventa y tres aniversario el próximo miércoles.