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Treinta años de la muerte de Joaquín Prat: se divorció de su primera esposa, que le hacía la vida imposible

Se cumplen 30 años del fallecimiento del gran Joaquín Prat, que se casó dos veces y tuvo 6 hijos.

Se cumplen 30 años del fallecimiento del gran Joaquín Prat, que se casó dos veces y tuvo 6 hijos.
RTVE

Se han cumplido tres décadas de la muerte de uno de los más grandes locutores de radio y presentador de televisión. Fue el 3 de junio de 1995. Tuvo una vida difícil hasta que pudo consagrarse en dichos cometidos. Tampoco su existencia en el terreno sentimental fue afortunada con su primera esposa: a su lado vivió un verdadero infierno. Gracias a su segundo matrimonio el valenciano pudo alcanzar la felicidad que el destino parecía negarle siempre. Su viuda lo ha recordado recientemente en el programa de Sonsoles Ónega, donde confesó algo terrible: de los cuatro hijos habidos con Joaquín Prat, el segundo de los varones, Federico, es drogadicto y la familia está desesperanzada, ya que él se niega a renunciar a sus adicciones.

Fui amigo de Joaquín, de Ximo como lo llamábamos, apelativo valenciano cariñoso, pronunciado Chimo en castellano. Aparte de muchos encuentros con él, me contó su vida cuando así se lo solicité, en su confortable chalé de una urbanización madrileña.

Había nacido en Valencia, hijo del dueño de una fábrica de cristales, luna y espejos, negocio que se fue al garete. La quiebra obligó a Ximo a abandonar la carrera de Derecho en el penúltimo año. Tuvo que ponerse a trabajar, viajó a Madrid, fue oficinista en la empresa Standard, hasta que por lo poco que ganaba, casi insuficiente para pagar la pensión en la que malvivía, resolvió marcharse a Suiza. Un emigrante más, pero sin papeles, lo que lo llevó a ser expulsado del país de las vacas a los seis meses de estar por aquellos parajes. ¿Qué hizo entonces? Marchó a otros países del entorno, ganándose la vida como lavaplatos, vendiendo helados, ejerciendo de recepcionista en un hotel y hasta extrayendo nabos en el campo. "Las pasé canutas – me contó – con aquellos trabajos, pero a cambio aprendí sobre todo inglés, francés e italiano".

Tras aquellas aventuras regresó a España, volvió a su tierra, entró de locutor en Radio Valencia, desde donde en la misma cadena saltó a Radio Madrid, en la Ser. Y allí desplegó todo el entusiasmo de su voz ante los micrófonos en programas tales como "Madrugada". Y "Ustedes son formidables", junto a su creador, Alberto Oliveras. Fue por entonces, comienzos de la década de los 60, cuando se enamoró de una irlandesa llamada Anne MacKiernan, con quien tuvo dos hijas, Anabel y Susan. Su vida con aquella mujer fue un infierno, como transcribí textualmente de su confesión. ¿Por qué? Era una mujer de moral estrecha, ideas religiosas radicales, fanática en sus creencias, puritana.

Por su profesión, Joaquín Prat tenía que asistir continuamente a comidas, cenas, cócteles, estrenos, eventos artísticos y sociales a los que no podía negarse en general. Y Anne MacKiernan quería que después de la radio volviera a casa y no acudiera a aquellos compromisos profesionales. Era inútil que pudiera hacerle comprender lo equivocada que estaba. Me consta que Joaquín era buen marido y nunca trató de engañarla, ni jugar a seductor con admiradoras que tenía por su buen quehacer profesional y su trato afable y cariñoso con todo el mundo. Como el divorcio era imposible en España, Ximo aguantó hasta que no tuvo más remedio que separarse. Lo sintió por sus dos hijas.

Su vida cambió en 1970 cuando hizo un viaje desde Madrid a Bilbao, ida y vuelta en avión con la misma tripulación. Tuvo tiempo por la mañana de fijarse en una atractiva, alta y rubia azafata centroeuropea, con quien al atardecer, de regreso, pudo intercambiar algunos diálogos. Y un dato importante: obtuvo el número de su teléfono. Esencial para llamarla a los pocos días, salir de paseo… y enamorarse. No podían casarse aquí, él logró divorciarse de su esposa en Santo Domingo, celebrar así una ceremonia en Dinamarca, patria de su novia, el gran amor de su vida, cuyos padres no consentían al principio las relaciones de su hija, Marianne Sandberg, con un hombre casado anteriormente que, encima, le llevaba veintitrés años de diferencia. Todas las pesadillas, esperas, contratiempos que se imaginen acabaron cuando en junio de 1984 por fin la pareja pudo contraer matrimonio civil en Madrid.

Joaquín ya era otro desde que conoció a Marianne, una extraordinaria, encantadora mujer. La vida de amargado que antes llevaba desapareció como por encanto. Y sus amigos pudimos compartir con él ratos alegres, porque era amigo de toda clase de bromas y chirigotas.

Ya había triunfado no sólo en Radio Nacional y la cadena Cope, sino en televisión con aquellos inolvidables programas: "Un millón para el mejor", "Galas del sábado", compartiendo la pequeña pantalla junto a la maravillosa Laura Valenzuela, y "El precio justo", donde popularizó aquella frase: "¡A jugaaaarrrr…!", alargando su mano derecha, que deslizaba en el aire.

Joaquín Prat era un padrazo. Tuvo dos chicas y dos chicos con Marianne. El primogénito, llamado como él, es hoy un casi ya veterano en el mismo oficio que su padre. Pero el otro varón, Federico, como dijimos al principio, trae por la calle de la Amargura a su madre y a sus hermanos. No hay modo de que deje de tomar drogas. De vivir su padre puede que le hubiera hecho cambiar de vida, pues era un hombre razonable, que no imponía a nadie sus ideas y respetaba a cuantos estaban a su alrededor. No se merece Marianne, a quien hace tiempo no vemos, con su bondad, padecer esa durísima situación familiar causada por un hijo adulto, que debiera respetarla y no hacerla sufrir.

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