
Han transcurrido cuarenta y cinco años del asesinato de John Lennon, que fuera líder de Los Beatles y luego brillante solista, compositor de "Imagine", extraordinaria balada. Quien atentó contra su vida fue un psicópata asesino llamado Marc Chapman: desde el mismo día que acabó con la vida del genial músico, 8 de diciembre de 1980, permanece en prisión, puede que definitivamente, a juzgar por las resoluciones que viene manteniendo la Junta de Libertad Condicional. Catorce veces le ha sido denegada, la última recientemente, a pesar de que, por vez primera, Chapman manifestara estar arrepentido. No será hasta 2027 cuando aquél podrá recurrir otra vez, mientras continúa encarcelado en el Wende Correctional Facility de Alden, en el estado de Nueva York.
Marc Chapman tiene en la actualidad setenta años y un año antes de su asesinato, en 1979, contrajo matrimonio con Gloria Abe, una antigua agente de viajes.
Así se produjo su muerte
Eran, aproximadamente, las once de la noche de aquel infausto día, cuando John Lennon, en compañía de su esposa, Yoko Ono, regresaba a su lujosa vivienda en el emblemático edificio neoyorkino, Dakota, en los alrededores del Central Park, calle 72 de Manhattan. Venían de dar los últimos toques a un álbum que Lennon pensaba sacar al mercado en la primavera próxima.

Un individuo, gordinflón, con gafas de astigmatismo, de nombre Marc Chapman, se les acercó; el mismo que, cinco horas antes, había solicitado de Lennon un autógrafo, que éste estampó sobre la cubierta de su último disco, "Double fantasy". De modo automático, con un garabato, lo que quizás no complació a su admirador. Por otro lado sí que se sintió muy orgulloso de que un amigo que lo acompañó obtuviera con su modesta cámara una fotografía de ambos, John y Marc. Testimonio gráfico histórico: el último que se hizo en vida del exbeatle.
John Lennon aparecía en ese instante cabizbajo, con sus cabellos peinados hacia atrás, levemente ondulados con sienes plateadas; gafas oscuras, como casi siempre usaba, tal vez para no ser reconocido, como hacen los famosos cuando pisan la calle. Vestía esa tarde cazadora de cuero y suéter cuello de cisne. Quien le hizo esa última foto se fue y Chapman le dijo que él se quedaba allí, en las puertas del Dakota porque quería esperar el regreso de su ídolo, que se produjo cinco horas más tarde.
Cuando tras regresar con su mujer a su apartamento John Lennon escuchó que lo llamaban, volvió la cabeza, instante en el que sonaron cinco tiros, y tambaleándose terminó cayendo sobre el pavimento. Yoko Ono no daba crédito a lo que estaba sucediendo en tanto aquel tipo contemplaba, inmóvil, la escena por él provocada en cuestión de segundos. La pistola que portaba, la tiró al suelo: un revólver calibre 38. Cuando, tras la intervención del portero del Dakota, una ambulancia trasladó al herido al hospital Roosevelt, mientras la policía detenía al asesino, los médicos determinaron que el músico había recibido cuatro disparos mortales de necesidad: en el pulmón derecho, el brazo izquierdo, el cuello, produciéndose una hemorragia en una arteria coronaria. Los facultativos nada pudieron hacer y John Lennon dejó de existir poco después de producirse el atentado. Como pudo, Yoko Ono explicó a Sean, hijo de John, lo sucedido. Y el niño, entre lágrimas, le dijo: "Ahora papá es parte de Dios".
El asesino buscaba la fama
Durante un mes, Marc Chapman estuvo sometido a observación en una clínica psiquiátrica, pasando después a disposición de la justicia, siendo condenado a la privación de libertad por tiempo ilimitado. Era un desquiciado que buscaba la fama a toda costa disparando precisamente al ídolo al que adoraba. Tenía entonces veintiocho años.
Tenía un pasado turbio, con desequilibrios mentales, dos intentos de suicidio, ruptura matrimonial, asiduo consumidor de drogas. Una permanente obsesión le perseguía: ser John Lennon, pues quería imitarlo a toda costa. Llegó hasta casarse con una japonesa de físico menudo en su afán de ser lo más parecido a John, marido de Yoko, nipona de origen. Su último empleo, tras varias experiencias laborales inestables, fue la de guardia de seguridad en un edificio. Estaba sin trabajo cuando mató a Lennon. Interrogado en dependencias policiales, confesó esto: "No tenía nada contra él; no sé por qué lo hice".
Citada Yoko Ono, cuando se conoció el testamento de su difunto marido pudo saberse la fortuna que le dejó, herencia al cambio en pesetas entonces de un millón trescientas mil pesetas y un patronato que ella presidiría en favor de obras sociales. Pero el patrimonio de John Lennon era muchísimo más elevado, que se estimaría en siete millones setecientas mil pesetas (traducción de dólares en nuestra moneda de la época). No digamos lo que producían sus composiciones por derechos de autor. Y en infinidad de inversiones inmobiliarias y negocios varios.
John Lennon fue incinerado. Millones de personas de todo el mundo lo convirtieron en eterna leyenda. Sus canciones quedaron en la mente y el corazón de toda esa gente que las sigue escuchando. Con Paul McCartney, firmaban los dos el repertorio, aunque se llegó a saber la autoría de cada uno en ciertas piezas. Paul dícese que creó "Yesterday". Era ayer, sí, un tiempo que pasó, pero no la memoria del ídolo llorado.
La última reflexión de Marc Chapman
Cada cierto tiempo, en concreto los aniversarios del óbito, volvía a recordarse al asesino de Lennon. Y en su última aparición ante la Junta de Libertad Condicional, a petición de aquél para solicitar su salida de la cárcel, se produjo una novedad: reconocía estar arrepentido. Sirviéndonos de su confesión, a través de las páginas consultadas del "New York Post", esto fue lo expresado por Marc Chapman: "Eso que hice fue para mí y sólo para mí algo desafortunado y tuvo que ver con su popularidad (la de Lennon). Mi crimen fue completamente egoísta. Para ser yo famoso, para ser algo que yo no era. Y entonces me di cuenta de que aquí hay un objetivo. No tengo que morir y puedo ser alguien. Había caído tan bajo… Esa mañana del 8 de diciembre lo supe. No sé cómo pero supe que ese día lo encontraría y lo mataría".
Aprovechó Chapman, en su alocución, un momento para disculparse ante la familia de John Lennon. Y él siguió largando ante la citada Junta que juzgaba su petición de libertad después de tantos años – cuarenta y cinco – tras los barrotes: "Él era un ser humano mientras yo estoy viviendo mucho más tiempo que él. Me disculpo ante su familia, amigos, "fans", por la devastación que les causé, la agonía que debieron sufrir. No pensé eso, en absoluto, en el momento del crimen; no me importó. Ahora, ya no me interesa ser famoso, ya no quiero serlo…"

