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Hace 40 años murió Fofó, el querido 'payaso de la tele'

El junio del 76, 25.000 personas se arremolinaron en Vallecas para darle su último adiós en aquel multitudinario entierro.

Alfonso Aragón, "Fofó" | Archivo

Se cumplen cuatro décadas de la desaparición de Fofó. Cuando murió el 22 de junio de 1976 millones de niños españoles lloraron su ausencia. Veinticinco mil personas se arremolinaron en el madrileño pueblo de Vallecas para darle su último adiós en aquel multitudinario entierro. Nunca había ocurrido nada igual con ningún otro artista circense. Pero Fofó era diferente: se había ganado el cariño de la gente menuda con su bonhomía, sus divertidas canciones, la vis cómica y la ternura que emanaba de su figura, algo menguada, pues no era alto. Pocos meses antes le habían diagnosticado un tumor cerebral, en principio tenido por benigno. A las tres semanas volvería a casa. Durante ese corto periodo, sus hermanos, Gaby y Miliki, anunciaron a su audiencia infantil, mientras grababan El circo de RTVE, que Fofó estaría pronto de vuelta ante las cámaras.

Pero resultó que, a poco de aquella operación, lo ingresaron de nuevo en la Clínica de la Concepción por haber contraído una infección hepática cuando le transfundieron siete litros de sangre. Puede que aquel tumor no fuese tan benigno como se dijo, comentaría uno de los hijos de Fofó. Lo cierto es que contrajo una hepatitis mortal, inflamación del hígado, por aquel contagio sanguíneo, y de ello se fue a la tumba. Coma hepático. Había entrado en el quirófano gastando chirigotas a todo el cuerpo médico allí presente. Y ya no salió vivo de la clínica. Pocos días antes había aceptado, tras no pocas insistencias del equipo de José María Íñigo, acudir a Prado de Rey a ser entrevistado en el popular programa Estudio Abierto. Tenía poco pelo y mostraba un rostro algo demudado. Intentó quitar importancia a su estado pero, al concluir su comparecencia le dijo al presentador con voz tenue, al oído: "He venido a despedirme… porque esto, se acaba".

Tanto afectó su muerte a su hermano Miliki que, a las veinticuatro horas del óbito, sus cabellos se volvieron blancos. Poco después de aquella sentida muerte por grandes y chicos, en algunos medios periodísticos se debatió acerca de si fue ocasionada por alguna negligencia médica. Bien por imprudencia en el control de la transfusión o acaso porque el enfermo no pudo tolerarla y ello, tal vez, hubiera podido detectarse con tiempo. Pero entonces, año 1976 repetimos, resultaban complicadas a veces las transfusiones sanguíneas. Y el posible fallo médico nunca pudo probarse. Alfonso Aragón Bermúdez, Fofó, contaba sólo cincuenta y tres años en el momento de su fallecimiento.

Pertenecía a una familia ligada al circo, que procedía de la burguesía granadina, allá por el siglo XIX. Pepino, su abuelo, llegó a dar clases a Charlot, según contaban sus antepasados. Era hijo de Emilio Aragón (Emig) y sobrino de los afamados payasos Pompoff y Teddy. Su madre, Rocío Bermúdez, destacó como acróbata ecuestre. Durante los años 30 del pasado siglo los hermanos Aragón (Gaby, Fofó, Miliki y Rocío, que bailaba flamenco) trabajaron por toda España, destacando sus largas temporadas en el madrileño circo de Price. Hasta que a la muerte del padre en 1946 decidieron emprender la aventura americana, una vez que habían concluido una gira europea. Ya no volverían hasta 1973, gozando de su popularidad sobre todo en Argentina, pero también en México, Venezuela, Cuba, Puerto Rico y Estados Unidos. Entre los tres hermanos varones dominaban once instrumentos musicales. Al principio se les consideraba "excéntricos musicales". Fofó era el encargado de la trompeta. Llevaba la voz cantante. Los tres hermanos percibieron que los niños españoles no cantaban en ningún otro espectáculo bajo la carpa. Y probaron a que se aprendieran unos cuantos estribillos. Los peques repetían las divertidas melodías de estos payasos, como "La gallina Turuleca", "Susanita tiene un ratón", "Feliz, feliz en tu día", "Los días de la semana", "¡Hola, don Pepito!",… Y respondían al unísono, en medio de un regocijante griterío, a la pregunta que les hacía Fofó nada más aparecer en la pista: "¿Cómo están ustedes?", con un "biennnnn" que se eternizaba.

La marca de "Los payasos de la tele" consistía a primera vista en que no se pintaban la cara como el resto de sus colegas. Fofó, el contra augusto, ejercía ese eterno papel circense de quien se encarga de cargarse las bromas que quiere gastarle el clown, el payaso serio, a cargo de su hermano mayor, Gaby. Fofó llevaba la nariz postiza, la peluca, el sombrero, embutido dentro de una larga camiseta que le llegaba hasta los pies, de color encarnado. No necesitaba otro vestuario ni más aditamento alguno. Fofó era el más gracioso del trío y en una encuesta periodística resultó ser el que más votos consiguió de los niños consultados, resaltándose su sentido de la bondad y su alegría. El retorno de los hermanos Aragón a España se produjo en 1973. Nadie los conocía en estos lares: "No fueron nada fáciles nuestros comienzos en Televisión Española… Estábamos pagando casi treinta años de ausencia", escribiría Miliki en sus memorias. En el verano del citado año comenzaron anunciándose como Los payasos, y más adelante sus programas serían conocidos como El Gran Circo de TVE. Los grababan en una gran carpa que levantaron en el madrileño pueblo de Vicálvaro. "Bastaba una mirada para entendernos", comentaba Gaby, quien se ufanaba en proclamar que él "había inventado a Fofó y a Miliki". Llegaron a rodar varias películas, las primeras en Argentina. Había una vez un circo fue la que más dinero y popularidad les deparó, rodada ya entre nosotros.

Volviendo a Fofó: era el alma del terceto. Alguna vez tuvo discrepancias con Miliki acerca de la concepción de un espectáculo, o de la puesta en escena de alguna historieta, la resolución de un gag. Pero no llegaron a trascender al gran público sus posibles divergencias. Quizás ello se debía a su carácter, fuera de los focos: era más bien serio, algo parco en palabras. Pero en ningún modo antipático. No solía trasnochar ni irse nunca de parranda. Hombre familiar, casado con Juana Sac, padre de cuatro hijos, sólo vivía para su familia y para el circo y la televisión; muy trabajador, ensayaba concienzudamente todos sus números. Se definía así: "Dios me hizo payaso. A veces cuesta salir a hacer reír si estás enfermo. O triste. Pero en seguida hacemos un esfuerzo para que los niños no lo noten y se diviertan". En cierta ocasión le llegó la petición de unos padres cuya hija precisaba de una operación, pero se negaba con todas sus fuerzas, aunque les había dicho que si el que la operara fuera Fofó entonces estaría dispuesta a pasar por el quirófano. Parece una historia sacada de algún argumento folletinesco, pero ocurrió en realidad. La reacción de Fofó no se hizo esperar: convino con aquella familia el lugar y la fecha prevista para la intervención. Se vistió con la bata de médico, estuvo en la sala de operaciones con la pequeña hasta que le inyectaron la anestesia. Operada con éxito, cuando volvió en sí tenía a su lado a Fofó con sus manos entrelazadas a las suyas y sonriendo.

No quería este payaso de tan gran corazón que sus hijos continuaran la tradición familiar pero de los cuatro, tres varones y una hembra, dos de ellos decidieron serlo también: Alfonso (Fofito) y Rodolfo (Rody). El primero de los citados contaba que nunca vio a sus progenitores discutir. Si alguna vez se enfadaba la madre, Fofó decía alguna tontería y en ese instante acababa la trifulca. Cuando Fofó subió al cielo Gaby y Miliki se quedaron sin ganas de seguir actuando. Pero el espectáculo debía continuar, como reza la legendaria frase del "show business". Se les unió Fofito, y a partir de 1977 y hasta 1981 se incorporó también Emilio (Milikito). Dejó éste su papel de payaso sustituyéndolo en 1982 su primo Rody. Gaby, que moriría en 1995 a los setenta y cinco años, había dicho dos años antes: "Con la muerte de Fofó ya nada fue igual en el grupo, que comenzó a desmembrarse. Dimos la entrada a Milikito y eso nos separó a Miliki y a mí. Pesó el egoísmo de los hijos". Milikito se convertiría con los años en un próspero productor de televisión. En cuanto a los hermanos Fofito y Rody, que llevaban diecinueve años sin trabajar juntos, decidieron montar un espectáculo al alimón y acabaron como el perro y el gato. Fofito superó una mala época hacia 2006, cuando pidió trabajo a su primo Milikito y no le prestó ayuda, lo que le hizo caer en la bebida. Ya recuperado, volvió a sus actuaciones bajo la carpa, en tanto su hermano Rody se fue a vivir a Granada y también ha seguido al frente de otro circo.

A Fofó le dedicaron una calle en Vallecas, se le erigió una estatua en el Parque de Atracciones de Madrid y otras en Murcia, Elche y Albox (Almería). Cuarenta años después de su muerte, los que entonces eran niños, hoy seguro que al evocarlo lo echan de menos y a lo mejor algunos de los que lean estas líneas le dedican, con alguna lágrima, una oración por cuanto nos hizo reír y cantar.

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