
Es el tercer episodio que El Placer de Viajar ha dedicado, con la colaboración de la Asociación de Sitios Patrimonio de la Unesco de Alemania y la Oficina de Turismo de Alemania, después de uno dedicado al patrimonio a orillas del Rin y otro en el que se siguió una ruta de ciudades, monumentos y castillos desde las ciudades hanseáticas del norte del país.
Tres rutas en las que ha quedado claro la riqueza del Patrimonio Mundial alemán, no en vano es el tercer país con más sitios –54– en la lista de la UNESCO, así como sus posibilidades turísticas, prácticamente infinitas.
De Roma a la siderurgia del siglo XX
Sólo una hora en coche separan a Tréveris de la Fábrica siderúrgica de Völklingen, pero en ese espacio se comprimen siglos de historia: la ciudad guarda algunos de los más impresionantes y mejor conservados monumentos romanos de Europa, como su famosa Puerta Negra, mientras que la fábrica era uno de los mayores complejos siderúrgicos del mundo y hoy es un impresionante escenario de arquitectura industrial y una más que interesante muestra del desarrollo técnico de Occidente.
La siguiente parada de nuestra ruta es en una de las tres ciudades balnearias reconocidas como Patrimonio Mundial que tiene Alemania: Badem Baden. Las otras dos, por cierto, son Bad Ems y Bad Kissingen y las tres son un ejemplo perfecto de esos lugares nacidos con el primer turismo sanitario del mundo y en los que se creó una arquitectura que ejerció su influencia en toda Europa
De la arquitectura moderna a la rococó
Volvemos a una joya de la historia de la arquitectura, en este caso de la del siglo XX, que está en Stuttgart, concretamente en el barrio de las afueras de la ciudad en la que en 1927 tuvo lugar la exposición Weissenhofsiedlung, donde 17 jóvenes arquitectos europeos construyeron edificios de viviendas que marcaron el comienzo de la Arquitectura Moderna.
Entre ellas estaban dos casas adosadas de Le Corbusier, uno de los grandes iconos de la arquitectura del siglo XX, que son como otras obras del genio suizo, Patrimonio Mundial. En una de ellas está ahora el Museo Weissenhof, con una exposición sobre el origen y la historia de tan peculiar barrio, mientras que en la segunda casa se puede visitar la idea original de Le Corbusier, con su esquema original de colores y buena parte del mobiliario, que ha sido restaurado.
De Stuttgart viajamos a los Montes Suavos, en los que en un paisaje bellísimo con palacios y castillos en unas montañas suaves y onduladas encontramos también las obras de arte más antiguas de la historia en sus cuevas prehistóricas.
No lejos de allí están también los vestigios de otro pasado aunque no tan antiguo: de nuevo el romano, en este caso del limes en el Danubio, la antigua frontera del Imperio en la que había fortalezas, termas romanas, campamentos de legionarios, torres de vigilancia, murallas fronterizas y museos más que interesantes con extraordinarios hallazgos arqueológicos que sirven para conocer y admirar esa gran historia de la historia.
Y si hasta ahora hemos admirado la arquitectura romana, la medieval y la del siglo XX, en la Iglesia de Peregrinación de Wies encontraremos uno de los mejores ejemplos de rococó europeo, además en un entorno excepcional y con una hermosa tradición a sus espaldas.
Hacer de lo normal Patrimonio Mundial
Todas las ciudades del mundo tienen su sistema de gestión de agua pero sólo el de Augsburgo es Patrimonio Mundial. Una aportación a la lista que puede resultar sorprendente, pero que se entiende mejor al conocer esa red que se inició en el siglo XIII, cuando la mayor parte de las capitales europeas no tenían ni alcantarillado, y que incluye infraestructuras desarrolladas durante siglos y también elementos artísticos como fuentes monumentales.
La ruta sigue por el centro histórico de Ratisbona y Stadtamhof, en realidad dos ciudades en una ya que sólo están separadas por el Danubio, sobre el que, por cierto, los romanos –otra vez ellos– elevaron un impresionante puente que aún hoy se puede ver y utilizar.
Son ciudades que tienen un patrimonio bimilenario y, además, han logrado mantenerlo casi intacto, pues se salvaron en gran parte de los bombardeos de la II Guerra Mundial. Entre sus monumentos destacan también tesoros medievales como el mercado, el ayuntamiento y la catedral, pero no es una maravilla sólo por esos puntos concretos, sino que toda esa parte antigua está llena de torres, iglesias, monasterios y sobre todo mucho carácter, con sus edificios altos y sus calles estrechas y oscuras, pero llenas de encanto.
Un teatro como eran antes
A orillas del pequeño encantador río Regnitz, que es parte de alguno de sus mejores rincones con unos puentes bellísimos, Bamberg tiene un casco antiguo con más de 2.000 edificios declarados patrimonio histórico, así que aquellos que dicen que la propia ciudad es una obra de arte se equivocan muy poco.
La catedral del siglo XIII es sin duda la gran estrella de este patrimonio excepcional, con su estilo románico tardío, sus imponentes dimensiones y las obras de arte en su interior, entre ellas el llamado Jinete de Bamberg, que se ha convertido en el símbolo de la ciudad.
A menos de una hora en coche encontramos Bayreuth, famosa por su relación con la música y por su festival wagneriano. Es también el lugar en el que encontramos la Ópera de los Margraves, una obra maestra del barroco que fue inaugurada en 1750 y es el único teatro de su género de todo el mundo se conserva intacto, todo un milagro, cabría decir.
Creado por Giuseppe Galli Bibiena, en aquel momento quizá el arquitecto teatral más famoso de Europa, ha sido uno de los precursores más evidentes de los grandes teatros del siglo XIX.
Nuestra ruta va llegando a su fin, pero aún nos quedan maravillas que disfrutar, como la Región de los Montes Mineros, una gran desconocida en España pero que ofrece paisajes de cuento, interesantes formas de conocer una tradición de minería de milenios y una forma de celebrar la navidad que es considerada entre las más llenas de encanto de toda Alemania.
La penúltima parada nos lleva a un patrimonio muy especial: otro milagro de la historia que ha permitido que lleguen hasta nosotros tres monumentos de la antigua judería de Erfurt: la Sinagoga Vieja, el Mikve –baño ritual– y la Casa de Piedra, que nos permiten asomarnos a la vida de las comunidades judías en Europa Central en la Edad Media.
La espectacular fortaleza de Wartburg es el lugar ideal para terminar este recorrido. Situado en la cima de una montaña y protegido por un precipicio de 400 metros de altura sobre la ciudad de Eisenach, no sólo es de una belleza que la hace ser vista casi como un castillo ideal, sino que tiene una historia más allá de sus funciones militares: por ejemplo, Lutero residió allí y en una habitación que todavía se conserva tradujo el Nuevo Testamento al alemán.
Y es que en una u otra época y de una u otra forma, pero siempre llena de belleza, la historia de Alemania y de Europa no dejan de estar presentes en estos viajes por el apabullante Patrimonio Mundial alemán.

