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Cartas de amor

Amor de paseo

Iba andando, como sin prisa.

Dejando que mi soledad, mis deseos frustrados, los efectos que la ausencia de ti fueran encontrados por el viento que a mi paso salía por una de las avenidas más bellas de la ciudad. La ciudad de las flores, la ciudad de los patios, la ciudad de la judería de juderías, la ciudad de los arcos y columnas, la ciudad de las Ermitas, de las faldas de Sierra Morena y del Sagrado Corazón de Jesús.

Qué osadía la mía, cómo puedo ser tan irreverente, cómo puedo no cubrir tanto sentimiento al aire elegante cordobés de este. Además, mes de junio inusualmente fresco, cómo pude dejar que la luz agonizante del día de hoy, o lo que es lo mismo, el más bello atardecer del sur de Europa sufriera el exhibicionismo de mis suspiros, desnudos, anhelantes del whassap de los tuyos, del toque de tu presencia, del twitter de mis esperos, del mensaje privado de mis desesperos.

Porque tú me gustas, me entusiasmas, me emocionas, me haces que sienta ganas de escribirte un e-mail, un sms a todas las horas todos los días y cuando desapareces porque te vas, y cuando te vas porque desapareces. Haces que sienta eso que al final hace encontrarse incómodo el viento, al aire y a la luz de esta ciudad, es decir, el que yo odie la posibilidad que existe de que pueda cerrarse la sesión y pasar varios minutos y más sin verte, oírte, escucharte, escribirte, besarte, sin cantarte, sin sentirte, sin poder invitarte a algo fresquito y decirte que te quiero.

Y pedirte que te quedes y que no pase ni un día más sin estar contigo para que cubras con tu amor la piel de mis añoranzas que tanto pudor le causan a la atmósfera de esta ciudad tan delicada. Y no es cuestión de tratar mal al medio ambiente de una ciudad que, excepto en verano, nos ha tratado tan bien. ¿Verdad, excelsa?

Ángel Ojeda

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