A lo largo de los años la relación que los seres humanos hemos ido manteniendo con los rayos solares ha ido alterándose, e incluso oponiéndose de unas a otras épocas. En todos los casos, el gusto por uno u otro tono mucho ha tenido que ver con las modas, que nos llevan a admirar más un color de piel que otro. Sin embargo, más allá de las tendencias estéticas, cada vez somos más conscientes de la necesidad de estar, ante todo, sanos y proteger nuestra piel al máximo. Para ello, se ha llevado a cabo un gran trabajo de sensibilización por parte de los expertos en la materia. El resultado es que hoy en día una gran parte de la sociedad sabe de la importancia de conocer su cuerpo. Saber qué tipo de piel tenemos y ser conscientes de que, por ejemplo, una Crema solar P20 es para unos tipos de piel lo suficientemente protectora y que otras requieren de un espectro mayor es esencial.
El bronceado a lo largo de la Historia
En la Edad Media lucir una pálida piel blanca era símbolo de belleza y también de riqueza, ya que el que poseía la piel clara no se dedicaba a trabajar las tierras. De hecho, quienes podían usaban lo equivalente a los actuales maquillajes para obtener un rostro lechoso. Este es tan solo uno de los ejemplos que ilustran cómo los patrones de imagen cambian, evolucionan y revolucionan los gustos sociales. Hoy en día son muchas las personas que eligen la playa para sus vacaciones y que tienen por objetivo final terminar el verano con el símbolo de haberlo disfrutado: lucir un buen moreno. A priori, recibir los rayos solares no es algo negativo, de hecho, puede resultar muy beneficioso. De hecho, en ciertos países como Finlandia o Dinamarca, en los que la presencia de la luz solar llega a ser escasa en ciertos momentos del año, la población acostumbra recurrir a métodos que aportan las propiedades de esta estrella. Bien por medio de vitaminas, bien por medio de lámparas que encendidas causan un efecto similar al del sol. Pero, ¿qué factores tendremos en cuenta a la hora de elegir nuestra crema solar?
- Los rayos UVA y UVB: entonces, si el sol tiene propiedades tan beneficiosas ¿por qué hay que protegerse de él? En primer lugar, porque dichas ventajas cohabitan con otra serie de elementos característicos que pueden llegar a ser muy dañinos para el ser humano. Es aquí donde nos topamos con los rayos ultravioleta, en los que se enmarcan los UVA, los UVB y los UVC. Los dos primeros son los más conocidos, sin embargo, existe la tendencia a confundirlos. Los rayos UVA son característicos del invierno y en nuestra piel pueden llegar a provocar el envejecimiento. Por su parte, los UVB predominan en los periodos estivales y son los causantes de quemaduras y melanomas.
- Protección los 365 días: por eso, no es exagerado decir que hay que protegerse durante todo el año, no solo en verano. De hecho, es imprescindible y, por eso, en alguna ocasión hemos escuchado decir que "el sol de invierno es el peor".
- La elección de nuestra crema: en ello juega un papel muy importante el espectro de protección. Cuando usamos una crema solar de amplio espectro, por ejemplo, estaremos protegidos frente a los tipos de rayos mencionados. A continuación, debemos elegir el factor de protección solar adecuado a nuestra piel, y ello dependerá de una serie de factores como son la época del año, la ubicación en la que nos encontremos y, muy importante, la genética. Hay zonas dónde la potencia de los rayos es mayor y hay personas que por su tipo de piel son mucho más sensibles a quemaduras e insolaciones.
- Protección fuera y dentro de la playa: aunque se suele identificar espacios como la playa en los que esencial usar la mejor crema solar, lo cierto es que en otras situaciones como cuando practicamos deporte o simplemente nos movemos por la ciudad es también necesaria. En todos los casos la protección solar nos ayudará a disfrutar de las propiedades beneficiosas del sol.
- Los factores de protección: por otra parte, cuando acudimos a comprar nuestra crema nos encontramos con una multitud de factores de protección y no siempre entendemos su funcionamiento. En realidad, todo se corresponde con un razonamiento lógico. El SPF, o factor de protección, nos indica el tiempo en el que podemos exponernos sin riesgo al sol. De este modo, los Productos P20 por ejemplo multiplican por 20 el tiempo en el que comenzaríamos a quemarnos de no usar dicha protección.
- Las cremas no son perennes: a la hora de elegir nuestra protección solar debemos tener en cuenta también factores como la fecha de caducidad, ya que de un año para otro solemos guardar envases y no siempre se mantienen en buen estado.
- La resistencia al agua: mientras nos bronceamos en la playa o mientras transpiramos cuando hacemos deporte estamos en contacto con líquidos que pueden reducir la efectividad de nuestra crema solar.