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Katy Mikhailova

Tequila de mi vida

No hay que haber nacido en México para difundir el tequila, ni ser ruso para promocionar el vodka. La última polémica de Kendall Jenner lo demuestra.

No hay que haber nacido en México para difundir el tequila, ni ser ruso para promocionar el vodka. La última polémica de Kendall Jenner lo demuestra.
Kendall Jennner. | Cordon Press

Me enamoré del tequila en mi primer viaje por la península de Yucatán. Desde Mérida hasta Bacalar, para finalizar en Tulum. También en aquel viaje me enganché a los café americanos “aguados” (y no por Ignacio de Ciudadanos, precisamente, quien comparte conmigo la afición a superar el insomnio gracias a las Tentaciones, la Isla y la pequeña pantalla; sino por ese café “aguachirri” con mucha agua y nada de azúcar ni leche ni híbridos extraño de la misma). Bromas aparte. Me gusta el tequila. Y, como a mí, a medio mundo. 

No hay que haber nacido en México para difundir el tequila, ni ser ruso para promocionar el vodka ni tampoco vivir en Úbeda para publicitar el mejor aceite del mundo.

Les cuento esto porque Kendall Jenner, hermana de las Kardashian, ha protagonizado su última polémica por ser embajadora de una marca de tequilas. Al parecer, como se ve en su post en Instagram en el que cuenta su visita a las destilerías de la marca, a una parte de sus seguidores mexicanos les ha sentado bastante mal este hecho, considerado como “apropiación indebida de su cultura”.

Últimamente aprecio una sensibilidad tremenda con lo de la “apropiación indebida de la cultura”. Ahora es el tequila. Hace unos años también una parte de la comunidad mexicana se quejaba de que Zara se estaba “apropiando de su cultura” al lanzar unas prendas “indígenas” inspiradas en unas camisetas tradicionales: corría el año 2018 y era en Aguacatenango, humilde poblado de Chiapas, cuya población (o una parte) protestaba porque el gigante textil estaba cometiendo una “apropiación indebida de la cultura”. ¡Qué hastío!

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

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Oigan, o lean. Mientras en México algunos se quejan por no tener mexicanos de embajadores de marcas nacionales, aquí en España molesta que uno lleve en el polo la bandera rojigualda. Es el mundo al revés. Ojalá el planeta entero llevara la rojigualda y gigantes de la moda homenajearan nuestra cultura. Dolce & Gabbana lleva años recreando el flamenco en  sus campañas, y en Sevilla nadie se ha quejado todavía.

Pero esto no es todo. Seguimos con la presunta apropiación de la cultura. Esta semana Zara Home vuelve a ser señalada por vender en sus tiendas estropajos tradicionales de México con una inflación de más de 2000% en el precio. Que, dicho así, parece hasta caro. Hablamos de casi 12 euros para el producto de limpieza. Y sí, en México costará entre 15 y 30 céntimos. Pero la realidad es que no estamos en México. Y la compra de esos estropajos en Zara, junto a otros miles de productos, hace que fluya un concepto moderno llamado “economía” y “capitalismo”, de las que derivan fenómenos simbólicos e insignificantes (ironía aparte) como “generar riqueza”, “generar empleo”, y todo eso que, a lo mejor, suena a chino.

La cultura es cultura. Es universal. La inspiración es esa necesidad de crear a partir de lo que otros han creado. No pasa nada porque Zara venda estropajos y ponchos: México no va a desaparecer. Al contrario, es enriquecedor. No ocurre nada porque una firma de tequilas mexicanos fichen a una mujer no mexicana, y que ésta viaje de su país a México y hable de México y del tequila. El encanto es que México siga sonando y traspase fronteras, más si cabe.  

En Chic

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