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Origen del nombre del tiovivo

Los tiovivos o carrusel es aquello que a todo niño divierte y sirve para mantenerles entretenidos por un rato. Pero, ¿Cuántos conocéis su origen?

Los tiovivos o carrusel es aquello que a todo niño divierte y sirve para mantenerles entretenidos por un rato. Pero, ¿Cuántos conocéis su origen?
Tiovivo al lado de la Torre Eiffel en París | Pixabay/CC/12019

En todas las ciudades del mundo existen los carruseles o tiovivos, tanto de manera permanente como con motivo de alguna feria o celebración. De hecho, en Madrid todavía podemos ver y subirnos al conocido tiovivo. Se instalan varios en ocasiones especiales, sobre todo en Navidad, y también los hay permanentes.

Algunos los conocen con el nombre de carrusel porque la plataforma gira, otros como caballitos, porque las figuras más habituales suelen ser corceles adornados, y otros como tiovivo pero poca gente conoce su historia.

De hecho, el primero que se conoce data de 1812 y se instaló en Vitoria por parte del Ayuntamiento. El encargado de la misma fue el francés Sebastiani, que la colocó en el Espolón de un circo de cuatro caballos de madera movidos por una rueda. Desde el principio se conoció como caballitos o tiovivo.

Pero, ¿De dónde surge llamar tiovivo al carrusel? El origen de este último vocablo tiene que ver con un madrileño llamado Esteban Fernández. Éste se ganaba la vida con unos caballitos instalados en lo que hoy es el paseo de las Delicias. El 16 de julio de 1834, Esteban falleció de cólera, pero cuando era trasladado al cementerio saltó del ataúd gritando: ¡Estoy vivo! ¡Estoy vivo! Desde entonces, su aparato de caballitos tomo el nombre de los caballitos del Tío Vivo.

Conozcamos un poco más a fondo a este humilde madrileño. Esteban Fernández, más conocido como Tío Esteban, se ganaba la vida con un carrusel infantil con cuatro caballos de juguete en la calle Paseo de las Delicias. De pronto, el Tío Esteban cayó enfermo fruto de la epidemia de cólera de 1834 y murió. Su fallecimiento causó mucho dolor a los vecinos del barrio, especialmente a los niños que se entretenían en su «atracción» día tras día.

Cuenta la leyenda que los familiares y amigos del Tío Esteban le colocaron en un ataúd abierto y le llevaron al cementerio en un cortejo fúnebre pasando por delante de su negocio. En el momento en el que se encontraban delante de su carrusel de «caballitos» se escuchó una voz procedente del interior del féretro. «¡Estoy vivo!, ¡estoy vivo!». Era Esteban Fernández que milagrosamente había «vuelto al mundo».

Una vez recuperado el Tío Esteban regresó a su trabajo. Su fama se propagó como la pólvora. Había incluso los que se desplazaban hasta el lugar simplemente para ver que realmente estaba vivo. «El tío vivo» se convirtió en una celebridad y aunque a Esteban en un principio no le gustaba la manera en la que se referían a él, al final lo aceptó y se quedó con el apodo.

Su atracción paso de llamarse «los caballitos» a «los caballitos del Tío Vivo» a, finalmente, «El Tío Vivo». Supuestamente es de esta historia de donde proviene la palabra «tiovivo», que tan extendida está ya por nuestro país.

El otro origen de la palabra Tiovivo

Esteban, que vio posibilidades comerciales en el apodo, acabó por poner a su atracción el nombre Los caballitos del Tio Vivo. Y con el tiempo, el carrusel fue conocido por Tiovivo.

La historia del Tío Esteban es muy entrañable, pero hay historiadores que no la creen verídica. Para algunos el origen de la palabra Tiovivo se debe a la viveza del tío que lo inventó, pero esta explicación tampoco parece muy satisfactoria.

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