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LGTBI o el abecedario infinito

Como sigamos adheriéndole letras a LGTBIAQ+... nos vamos a quedar sin abecedario.

Como sigamos adheriéndole letras a LGTBIAQ+... nos vamos a quedar sin abecedario.
Isabel Pantoja | Instagram

El barrio de Salamanca respira una extraña tranquilidad y un precioso silencio operístico, lleno de paz, equilibrio y templanza. Hace calor. Sí, pero sus calles perfectamente ordenadas (a excepción de las obras de Príncipe de Vergara que parecen no acabar nunca…) recuerdan que es un barrio amable y familiar. Quizás todo lo contrario a lo vivido en el "centro centro" (recalco, quizás): el otro lado del paseo de la Castellana. No por falta de amabilidad, sino por el barullo y movimiento de una cantidad ingente de personas que salían a celebrar el Orgullo Gay. ¡Y qué bien! Pero, ¿por qué tantos días? Al menos eso me comentaba un muy buen amigo gay que reniega, no de la causa, pero sí de la forma de celebrar este orgullo. Como él, otros tantos.

No seré yo quien juzgue o analice el trasfondo de esta celebración con causa, dado que he decidido no pisar la Gran Vía y todas las calles y barrios colindantes. No por nada en especial: es que no he tenido ni reunión ni motivo alguno para dejarme ver por la zona. Por lo que no tengo una idea firme y real de esta celebración en 2022. Ni sé cómo han terminado las calles. Espero que estén limpias, aunque las imágenes y fotos de redes sociales auguran lo contrario.

Yo también digo sí a la libertad al amor y a decidir a quién amar. Digo sí al Orgullo. Afirmo ‘no’ a la homofobia (y la condeno). Y me cuesta, como a mi amigo, comprender que esta celebración deba prolongarse durante tantos días convirtiéndose en un incordio para los vecinos. Para los de dentro y para los de fuera. La lucha contra la violencia de género se celebra un día al año sólo, el Día de la Mujer, igual; la lucha contra los distintos tipos de cáncer, más de lo mismo. Y el Orgullo Gay, una semana y…

Quien seguro que comulga con esta ampliación en el tiempo esa es Isabel Pantoja. Ella, conservadora de cuna, se suma al arcoiris con un posado de lo más sugerente. ¡Renace Pantoja! Photoshop mediante. Mucho. Una mujer a la que Supervivientes la ha empoderado (y rejuvenecido), cosa complicada porque el reality es una especie de trituradora de la dignidad y el amor propio (a la Dra. Carla Barber, también le sentó de maravilla). Hay quien reflota y se reinventa, como Violeta Mangriñán; y luego están los que repiten sin éxito, como Anabel Pantoja.

Quien también ha debido de hacer un pacto con el Tiempo es Victoria Beckham, quien se dejaba ver con una sudadera de LGTBIQ+ (siglas extraídas de un portal de Internet que habla de la noticia). Yo en Tel Aviv me puse muy orgullosa un vestido de Pitusa (una firma de Miami, regalo de la propia diseñadora, Clara Lago) con los colores de la bandera LGTBI que, en verdad, no sé si la creadora lo hizo adrede o es mera casualidad. Lo que sé es que nadie nos puede decir (y menos aún cuestionar) a quién amar. El amor es libre y no juzga.

Ahora bien. Como sigamos adheriéndole letras a LGTBIAQ+... nos vamos a quedar sin abecedario. No me extrañará que colectivos de esta lucha peleen entre ellos por asignarse una letra… ya puestos, llamémoslo ABECEDARIO DE LA LIBERTAD POR EL AMOR, y fin de la historia. Como lo de llamar ahora Estados Unidas al país, que, tras la visita de las ministras (cual despedida de ministras, pero sin penes en la cabeza -la procesión la deben de llevar por dentro-), no levanta cabeza… ni cabeza ni lo otro. Para qué engañarnos.

Bromeaba el otro día conmigo el famoso fotógrafo-paparazzi Bernardo Paz (autor de cientos de exclusivas y "robados" de la prensa de corazón): "cada vez quieren pagar menos por la fotografía. Me ofrecieron una cantidad lamentable que tuve que subir. Y le dije ‘Puta pero limpita’", cerraba su diálogo. No lo primero (no es de mi interés), pero lo segundo, limpita y aseada (y sobre todo bien vestida) es la nueva Irene Montero, la que trata de recrear Sexo en Nueva York pero sin Sexo y sin unos Manolos, porque para su mentalidad comunista, esto último es un atraco a mano (o pie) armada.

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