
Lo de asistir en bragas saltándose el dress-code es algo que brilla por su ausencia. Matariamos por ver algo así. Imagínense por un momento que Victoria Federica y la elegantísima Gunilla von Bismark coincidieran en una gala con las mismas bragas -¡y al descubierto!-. Hubiera sido divertido (a la par de inapropiado). Ironías aparte.
Y es que lo de que Shein lance unos shorts que no se sabe si son bragas o pantalones cortos no es ninguna novedad ni noticia, dado que es algo que se lleva haciendo mucho tiempo en la industria: jugar a que la moda se vuelva imposible. Imposible de comprar, de llevar y de ser aceptado socialmente (esto último lo desarrollo más adelante).
Hasta aquí bien. Que el lujo abrace los imposibles es entendible; una práctica, a caballo entre el feísmo y la estupidez, que lleva ya muchos años instaurada (yo en este espacio siempre hago un análisis de ello). Pero que lo imposible lo confeccione y lo venda una marca democrática ofreciendo esa no-braga-no-short por 13 euros sorprende cuando menos.
Para que lo entendamos mejor: que la firma Mugler diseñe unos vaqueros en los que parte de los glúteos (la gran parte, los laterales) queden al descubierto y que Chiara Ferragni los lleve en Ibiza en sus vacaciones de verano lo podemos entender y asimilar. Que inspirados en esta tendencia de "llevar lo imposible" lo ofrezca una marca low cost cuyo target queda lejos de pasar sus vacaciones como ella (en una finca en Ibiza de lujo, con servicio, yate y viajando en jet privado) genera mucha controversia. Y la polémica ya está servida en TikTok.
Profundicemos más en el tema: que celebrities millonarias con cuerpos -semi- perfecto, con millones de seguidores en Instagram, perseguidas y deseadas -algunas veces odiadas- por la prensa, aparezcan con semejante prenda vulgar permite que podamos criticarlo: pero lo estaríamos, de alguna manera, aceptando. Que una persona anónima, con un cuerpo del montón, y sin ninguna clase de glamour pasee con esa no-braga-no-short por el Retiro o la Gran Vía generará, enseguida, un sentimiento de rechazo y ridículo. Porque, para hacer el ridículo, se debe ser o rico o famoso.
La no-braga-no-short, como he decidido bautizar, no sirve de lencería entre otras cuestiones porque el tejido es absolutamente inapropiado para las partes íntimas de una mujer. Pero tampoco sirven de pantalón corto porque es evidente que no cubre todo el cuerpo.
Entonces, ¿a quién se dirige Shein? ¿A quiénes aspiran a vestir con ese trozo de vaquero por 13 euros? ¿Cuál es la motivación de la marca? ¿Adónde estamos llegando? Son tantas preguntas sin responder, que en un mundo tan frívolo en el que nos estamos ahogando, hemos perdido el rumbo de nuestra existencia. Porque a muchos nos inquieta, nos perturba y nos atormenta (emulando a Esperanza Gracia): cuándo Victoria Federica se atreverá con la no-braga-no-short de Shein. Intentaremos (en palabras de Carles Porta) poner más luz a la oscuridad, o más carne al tejido. ¡Feliz sábado!
