
Septiembre ha llegado, por si no se habían enterado. Y con ello, toda la ilusión y la tontería romántica de los comienzos. Cada año durante agosto hacemos propósitos que luego quedan en nada. El ser humano necesita un punto de partida para continuar el desarrollo de su vida. Instagram se llena de nostálgicos que lloran el final del verano y de optimistas que celebran cualquier comienzo. Ya sea de una semana, mes o temporada (incluso un amanecer o un desayuno con un gratuito ‘buenos días’). Cada quien usa sus redes como considera. La vanidad, el aburrimiento, el vacío emocional, el morbo, la curiosidad y las ganas de difundir la personalidad por falta de seguridad en uno mismo diversifica a los españoles en diferentes categorías de personas.
Mientras, en Balenciaga siguen haciendo de las suyas, y el asunto de la moda (tanto en redes como en la vida real) se les está yendo de las manos (o de las orejas). No es la primera vez. La última polémica son los pendientes confeccionados a partir de cordones y agotados por 195 euros el par. Increíble pero cierto. La moda es la materialización de lo absurdo. No tengo prueba de ello, pero tampoco duda: Cristóbal, desde donde quiera que esté, el único creador y referente real de la marca, no sabe ya qué hacer para que se frene semejante catástrofe. Para que el apellido que hizo historia en la alta costura, marca España por cierto, deje de ser mancillado de esta manera. Consecuencias del nuevo mundo con el que, por cierto, no comulgaba; y fue el motivo de abandonar la moda.
La basura de lujo es una tendencia que llevan en la casa de moda, propiedad del Grupo Kering (como Gucci). Y es que, hace unos meses (en noviembre), inspirados en el uniforme de los basureros españoles, lanzaba la marca un parka de lo más terrorífica por casi 3.000 euros.
La pregunta que me planteo es qué estamos haciendo mal como sociedad para que haya consumidores de semejantes bazofias a precios desorbitados. Cuál es el target de la marca y adónde pretenden llegar con esto.
Demna Gvasaglia, el director artístico, ha perdido totalmente el norte y el sentido del gusto. Sobrevive a base de atracones de titulares mediáticos y polémicos. No parará hasta destruir el imperio de lo efímero que es la moda pero, que, pese a su fugacidad, deja un legado y una huella en el tiempo imborrable. Balenciaga con Demna se ha convertido en una máquina grotesca de elaborar basura, una mala caricatura de los estratos más bajos (bolsas imitando las de Ikea como sacos de lujo) que ha decidido elevar invirtiendo la pirámide del lujo. El lujo y sus consumidores miran hacia abajo, para inspirarse en el populacho. Pero desde la first class y bromeando con ello. Preguntémonos si acaso un basurero de verdad podría permitirse semejante prenda que han imitado.
Ha llegado el momento de ponerle freno a la grosería estética, e intentar comenzar este otoño con más nobleza visual. La normalidad en la moda brilla por su ausencia, y es que tiene algo de bonito y bello: que es dejar brillar la personalidad de la persona, en vez de esconderla bajo cualquier disfraz.

