
Reconozcámoslo. Todos hemos recurrido a Wallapop en algún momento. Si no es para vender, para comprar. Yo soy del segundo grupo. El del impulso, la inconsciencia y el capricho. O al menos así opero. Mi última, sino única (creo recordar), adquisición ha sido una butaca descatalogada de una firma italiana, Fornasetti, que, de no haber sido encontrada en esta aplicación y sí en tienda, habría valido el triple rondando los 1000 euros.
Wallapop está de cumpleaños. 10. Una década vendiendo y comprando sueños. O chatarra. O ambas, que, en alguna ocasión, puede ser lo mismo. Esto varía según las expectativas de cada persona. La aplicación que nacía en Barcelona con 13 empleados hoy suma 350. ¡Felicidades! Contribuís a generar empleo, a generar riqueza y a darle segundas vidas a los seres inertes.
Hace una década no era nada cool comprar ropa ni objetos de segunda mano, porque la mentalidad de la sostenibilidad, la economía y moda circular no era más que un secreto a voces de la antesala a la Agenda 2030. Para la "no-agenda 2020" el tema era el agujero de la capa de ozono. Una cuestión que ha pasado a un segundo o incluso tercer plano, o atmósfera, más bien. Nadie menta ya al ecologismo como movimiento, y hasta el verde cada vez cobra más colores (que si azul por los océanos, que si marrón por la tierra). En época de Orgullo Gay cualquier mezcla es posible; de gamas cromáticas, puntualizo, por lo de la bandera multicolor...
En aquel entonces, comprar ropa de segunda mano era de clase media con problemas financieros, tristemente. Hoy ya no es ‘segunda mano’ sino ‘vintage’, que pronunciando con acento francés /vintash/ hasta tiene rollo, como dicen los jóvenes. A Wallapop le siguió Vinted precisamente para heredar ese "vacío" en materia textil que había en esta app. Porque, admitámoslo también: la ropa de Wallapop no es todo lo atractiva que parece en Vinted, aunque ello no repercuta en venta (Wallapop vende vestidos de boda como churros un día de resaca en invierno). Bajo mi criterio, esta aplicación es más apta para muebles y otros objetos. Pero para gusto, colores, y productos.
En cualquier caso, y aunque, como ven, el imaginario social colectivo español ha ido evolucionando, tratar con usuarios de Wallapop es digno de todo un estudio sociológico. Escribirse con cada persona que pervive en esa red es un mérito al alcance de aquellos que han heredado el talento de la paciencia. Tanto es así que nació Walapuff, un perfil que plasma conversaciones absurdas que se gestan en esta red y que son reales.
Yo tengo el defecto de comprar ropa de vestir que no me termina gustando y, ya no solo que no vuelvo a la tienda para devolverla, sino que tampoco la vendo en ninguna red ni aplicación. ¡Muy mal por mí y mi economía! Pero hago el análisis del coste de oportunidad: ¿vender unos vaqueros que costaron 50 euros, por unos 30 es rentable? Es decir: si mi tiempo es dinero, ¿compensa que pierda minutos, horas, preciadas de mi día a día para negociar con posibles clientes? En mi caso lo tengo claro. Pero admiro a toda esa gente que es capaz de poner a la venta hasta unos calzoncillos, sin usar (o no…) a 1 euros, 2, 3… de pronto nos encontramos con bienes por precios tan ridículos que me pregunto si el que las vende de verdad atraviesa una situación de necesidad real (algo, ante lo que no puedo hacer otra cosa que callar y aplaudir) o si es el deporte de deshacerse de productos con nocturnidad y alegría, pero con dosis de pequeños empresarios. Sería interesante medir el nivel de codicia que hay en esta red, a la par de aburrimiento o simplemente gente práctica y previsora. Y también plantearse en qué punto, a nivel fiscal, se ubica la economía de aquellas personas que se dedican a vender en Wallapop como el que abre un puesto de patatas (¿tributan como autónomos? ¿pagan un IVA? ¿IRPF?).
No podré decir ni la marca ni la celebrity… pero hay una firma de cosméticos que ha dejado de enviarle productos a una mujer muy conocida porque descubrieron que ésta las ponía a la venta en Wallapop. Algo que, según como se mire, hasta tiene su sentido. Porque, ojo, que las marcas ya no quieren pagar publicidad con dinero sino con productos. Así que yo ya me veo pagando la compra del mes con serums y cremas ‘anti aging’. Para todo lo demás, mastercard con Wallapop mediante. ¡Feliz sábado!
