Menú

La sostenibilidad insostenible y la polémica de Shein

La marca organizaba esta semana una visita a sus fábricas con influencers.

La marca organizaba esta semana una visita a sus fábricas con influencers.
Shein | Alamy

Shein organizaba esta semana una visita a sus fábricas con influencers, y la polémica ya estaba servida en cuestión de horas. Destene Sudduth, Aujené, Fernanda Stephany Campuzano, Kenya Freeman, Marina Saavedra y Dani Carbonari han sido los afortunados (o desafortunados) para conocer las instalaciones de la marca de moda low cost.

Y es que ya hace un año una periodista, Iman Amrani, narró las condiciones en las que los empleados en la fábrica de China trabajaban: 18 horas de trabajo y 4 céntimos ganados por prenda.

Casualidad o causalidad, la compañía decidía ahora mostrar otra imagen de la producción, apoyándose en ‘creadores de contenido’, que yo desconocía por completo, cuya intención (o función) iba a ser la de transmitir la otra cara de la moda (si es que existe en la producción acelerada), gratuidad mediante (pues afirmaron no haber percibido ninguna compensación económica).

Las "nuevas" instalaciones de Shein aparentaban orden y productividad, lejos de ofrecer a sus empleados condiciones infrahumanas. Los usuarios de Twitter, TikTok e Instagram se escandalizaban con este presunto ‘lavado de imagen de Shein’. La gota que colmaba el vaso sucedía cuando Dani Carbonari escribía "mi mayor lección de este viaje ha sido tener un pensamiento independiente, conocer los hechos y verlos con mis propios ojos" lo que viene a decir, básicamente, es que "Shein cuida a sus trabajadores".

En cuestión de horas, Carbonari recibía un aluvión de insultos y críticas que, para frenar, tenía que defenderse subiendo un vídeo y marcándose, en resumidas cuentas, un "perdón, no lo volveré a hacer". Ante ver peligrada su imagen, optaba por sacrificar su relación con Shein y salvaguardar su dignidad social, que no necesariamente moral.

Más allá de Shein, "Carobonaris" u otros seres que viven de tener seguidores y ceros a la derecha en su cuenta de Instagram o TikTok, es curioso analizar cómo piensa occidente. Todos (al menos la inmensa mayoría) consume moda low cost producida la mayoría en fabricas en India, China y otros país en vías de desarrollo, porque quieren moda barata, para después quejarse de las condiciones de sus trabajadores.

Vivimos una era en la que se nos llena la boca con la palabra ‘sostenibilidad’. Todos somos, de repente, sostenibles. Y buscamos la sostenibilidad como agua de mayo. Ética sostenible, economía circular… "palabrejas" como eslóganes y filosofías, a menudo, vacías. Queremos ropa bonita y barata, pero cuya producción haya sido ética y sostenible. ¿Cómo se consigue esto?, se preguntarán ustedes que son lectores curiosos, como diría mi maestro el Doctor Manuel Quintanar. Pues la verdad es que yo tampoco lo sé. La curiosidad matò al gato. Así que, tirando del refranero español… ojos que no ven, sostenibilidad que sí se siente.

Para comprar un pantalón en Shein que cuesta 40 euros, por decir una cifra, cuestiónense a qué tarifa se tuvo que producir. Si quieren derechos humanos, váyanse a la artesanía de Loewe y paguen 500 por una prenda que cumpla la misma función. Y que está confeccionada por profesionales "bien pagados".

No se puede estar en misa y repicando, y a Dios rogando y con el mazo dando. Seamos inteligentes y entendamos de dónde vienen los refrescos que tomamos, cómo se producen los móviles que utilizamos y cuál es el origen de las zapatillas de turno que usamos para ir al gimnasio. Un poco de coherencia en esta vida no nos vendría de más. Feliz sábado.

En Chic

    0
    comentarios

    Servicios

    • Radarbot
    • Curso
    • Inversión
    • Securitas
    • Buena Vida
    • Reloj Durcal