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De cebollas, aire y lágrimas

Congestión, picaduras de mosquito y el dilema eterno del edredón con aire acondicionado.

Congestión, picaduras de mosquito y el dilema eterno del edredón con aire acondicionado.
Premios Fearless. | Katy

Me he puesto mala. No dramáticamente enferma-eso sería demasiado literario para la realidad-. Pero sí ese malestar residual y existencial que se arrastra como una suegra silenciosa por el pasillo. Congestión, picaduras de mosquito y el dilema eterno del edredón con aire acondicionado.

Sí, soy esa especie extraña que necesita dormir con el aire a tope pero arropada como si viviera en Laponia. Y esta semana me ha tocado hacerlo en Barcelona, en la impresionante casa de Lázaro Rosa-Violán, en su jardín de ensueño, convertido en jungla salvaje por obra y gracia de los mosquitos más sofisticados del Eixample. Me han atacado con tal entusiasmo que ya no sé si me han picado o me han dado las buenas noches con arte.

Y eso que vengo de la gloria. El lunes pasado celebramos los Premios Mujer FEARLESS 2025, una noche castiza, luminosa y brillante como un mantón bien planchado. Bailamos chotis, brindamos con churros y colapsamos Instagram con 500 stories, mínimo. ¿Entre las premiadas? Hiba Abouk, Bea Fanjul, Cruz Sánchez de Lara, Sonsoles Ónega, Antonia Dell’Atte, y una lista larga que, por su valentía, su fuerza y su manera de cambiar el mundo sin pedir permiso, se merecían este galardón en nuestra cuarta edición. Y después yo ponía rumbo a la ciudad condal para inaugurar FEARLESS FEST con Lázaro en Roca Barcelona Gallery.

Y luego, claro, llegó la bajona post-fiesta y post-evento. La alergia. El contraste térmico emocional. Porque después de tanta emoción, una se cae con todo el equipo. El de gala, el de aire y el de stories de recap.

Pero no estoy aquí solo para hablar de mis dolencias ni de mis logros editoriales, sino para abrir un melón —o quizá un canapé, que es más de mi estilo—. La gran división nacional no es la tortilla con o sin cebolla. Es el "team aire acondicionado" versus "el club ventana entreabierta con miedo a la corriente". Esos que viven en guerra civil doméstica, donde cada noche es una cumbre climática.

Y ya que hablamos de climas extremos, vayamos al otro polo emocional. La gente que se graba llorando para subirlo a Instagram. No digo que llorar esté mal. Llorar es sanísimo. Pero… ¿grabarte mientras lloras? ¿Quién sufre y piensa "espera, que este llanto merece plano corto y filtro Valencia"? ¿En qué momento el dolor pasó a edición? ¿En qué mundo se llora con storytelling?

No sé si se hace por pena, por likes o por una necesidad muy contemporánea de demostrar que uno también tiene emociones, como si no tenerlas ya fuera sospechoso. Pero lo que empieza como vulnerabilidad acaba en performance. El drama está bien, pero no hace falta añadirle producción.

Mientras tanto, yo aquí, congestionada, con picaduras de mosquito en el alma y preguntándome si debería subir una foto con el aire acondicionado de fondo, bajo el hashtag #sensibilidadreal.

Aunque quizás lo que nos falta no es sensibilidad. Es simplemente apagar el móvil, llorar a gusto y volver a la tortilla. Con cebolla y con dignidad. Porque ser mujer hoy es exactamente eso, saber encender el aire sin apagar la dignidad.

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