
Los modelos climáticos apostaban porque la disminución de la capa de hielo en los casquetes polares era un proceso irreversible, pero la realidad ha venido también a desmentir ese efecto que se daba por seguro que iba a provocar el calentamiento global.
Sin embargo, desde 2007 la capa de hielo en el Ártico sigue siendo muy similar en el momento de su extensión mínima anual –que es el que se usa para esas comparaciones– y, tras una reducción que fue muy importante en 2023, también el hielo alrededor de la Antártida ha recuperado una extensión perfectamente normal, destrozando los pronósticos más alarmistas que se habían publicado incluso sólo unos meses antes.
Lo explica en un contundente comunicado la Asociación de Realistas Climáticos (ARC): en julio de 2023 la capa de hielo en el océano Antártico tuvo dos millones y medio de kilómetros cuadrados menos de lo que había sido su media en los 30 años anteriores. Un fenómeno que sorprendió a los climatólogos de todo el mundo que, hasta el momento, habían reconocido, por ejemplo a través de un estudio llamado Proyecto de Comparación de Modelos de Amplificación Polar que esa reducción de la banquisa antártica que habían previsto no estaba teniendo lugar.
Según el análisis de la ARC, esta disminución tan abrupta e inusual del 2023 parece estar más relacionada con los récords de calor propiciados por la erupción del volcán submarino Hunga Tonga en 2022, que produjo una notable "serie de anomalías climáticas de origen natural".
Sin embargo, los científicos se lanzaron a publicar estudios a partir esa disminución del hielo antártico con los que relacionarla directamente con el cambio climático: al menos tres han aparecido en diversas revistas que auguraban un empeoramiento de la situación de la capa de hielo de no frenarse las emisiones de CO2; aseguraban que la banquisa antártica ha entrado ya en un estado nuevo más precario; y declaraban que una anomalía como la de 2023 sólo se da cada 2.650 años, considerando que esa disminución de la superficie helada era extremadamente improbable de no ser por el cambio climático.
El problema es que tan sólo han tenido que pasar unos meses –el último de estos estudios se publicó en mayo del año pasado– para que estas predicciones catastrofistas queden desmentidas por la realidad: según los datos que aporta la ARC desde julio de 2023 hasta enero de este 2025 la superficie de hielo marino antártico ha pasado de tener 2,6 millones de kilómetros cuadrados menos que la media de los últimos 30 años a estar solo a 320.000 kilómetros cuadrados de esa media. Además, este mes de enero había en la Antártida una extensión de hielo marino 160.000 km cuadrados mayor que en enero de 1980, hace 45 años.
Para la ARC las implicaciones de este nuevo fracaso predictivo son muy contundentes: "La única conclusión posible es que los modelos están terriblemente equivocados y nuestra comprensión del cambio climático natural es tremendamente insuficiente", apuntan en su comunicado.
"Lo ocurrido revela que cuando los científicos dicen que el cambio climático de origen humano ha hecho más probable la pérdida abrupta del hielo en realidad se lo están inventando, porque hubiera hecho aún mucho más improbable la abrupta recuperación que ha tenido lugar no miles de años más tarde, sino inmediatamente", concluyen.
Y es que, como bien explica también el comunicado, el fracaso predictivo que han tenido los modelos climáticos tanto para el hielo ártico como para en antártico demuestran que estos modelos "no son capaces de proporcionar respuestas acertadas" sobre las causas de las variaciones del clima ni sobre su impacto. Algo que en su opinión se debe a que "los datos que tenemos no se extienden el tiempo suficiente para reproducir las variaciones naturales que seguimos observando sin ser capaces de explicar".
Además, alertan de que "al ofrecer respuestas poco fiables, basadas en modelos inseguros, la ciencia del clima puede constituir un factor de riesgo en vez de ofrecer seguridad a la sociedad". Y, sobre todo, de que esta ciencia imperfecta "es una base extremadamente insegura sobre la que justificar unas políticas energéticas y medioambientales que pueden resultar extraordinariamente dañinas para la economía".