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Un solo chicle puede liberar 3.000 microplásticos, según un estudio

Tanto los chicles naturales como los sintéticos liberan los mismos tipos de microplásticos al ser masticados.

Una joven sopla un globo de chicle rosa. | Pexels

El chicle, ese gesto tan cotidiano de mascar para refrescar el aliento o aliviar el estrés, podría estar contribuyendo significativamente a la ingesta diaria de microplásticos. Investigadores de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA) han descubierto que, al masticarlo, se liberan en la saliva cientos —e incluso miles— de diminutas partículas plásticas que luego pueden ser ingeridas. El estudio, presentado esta semana en la reunión de primavera de la Sociedad Química Americana, pone al chicle en la lista de productos sospechosos, junto con alimentos tan habituales como la sal, el arroz, el pescado, el marisco, la miel o incluso el agua potable.

"Nuestro objetivo no es alarmar a nadie. Los científicos desconocen si los microplásticos son peligrosos para nosotros. No se han realizado ensayos con humanos. Pero sabemos que estamos expuestos a los plásticos en nuestra vida diaria, y eso es lo que queríamos examinar aquí", explica Sanjay Mohanty, profesor de ingeniería en UCLA y principal autor del estudio.

Ni los naturales se salvan

El equipo examinó diez marcas distintas de chicle —cinco de base natural y cinco de base sintética—, todas disponibles en el mercado. A pesar de que las variantes naturales emplean polímeros vegetales como la savia de árbol y las versiones sintéticas utilizan derivados del petróleo, ambas liberaron cantidades similares de microplásticos. Y lo que es más inquietante: contenían exactamente los mismos compuestos, como poliolefinas, tereftalatos de polietileno, poliestirenos y poliacrilamidas.

"Nuestra hipótesis inicial era que las gomas sintéticas tendrían muchos más microplásticos porque la base es un tipo de plástico", reconoce Lisa Lowe, estudiante de posgrado en UCLA y coautora del trabajo. Sin embargo, los resultados desmintieron esa suposición.

Para minimizar las variaciones derivadas de las diferentes formas de masticar, fue una sola persona la que mascó siete unidades de cada marca, primero durante cuatro minutos, y después en una prueba prolongada de veinte minutos. Cada muestra de saliva fue cuidadosamente analizada mediante tintes y espectroscopía infrarroja.

Miles de partículas en un solo gesto

Los datos son claros: un chicle promedio liberó unas 100 partículas por gramo, aunque algunos alcanzaron las 600. Dado que una pieza de chicle pesa entre 2 y 6 gramos, esto podría traducirse en hasta 3.000 microplásticos por unidad. Si una persona mastica entre 160 y 180 chicles al año —una cifra nada descabellada— podría estar ingiriendo aproximadamente 30.000 partículas más de plástico, solo a través de este hábito.

La mayoría de esas partículas se liberan en los primeros minutos. "No se liberaron debido a la descomposición de las enzimas de la saliva. Más bien, el acto de masticar es lo suficientemente abrasivo como para que se desprendan trozos", señala Mohanty. De hecho, en tan solo ocho minutos de masticación, se había liberado el 94% del total de microplásticos detectados en las pruebas.

Reducir la exposición, una decisión prudente

A la espera de estudios que evalúen el impacto real de los microplásticos en la salud humana, Mohanty lanza una advertencia prudente: "Diversos estudios con animales y con células humanas indican que los microplásticos pueden ser dañinos (...) una opción prudente sería reducir la exposición a los microplásticos".

De momento, el estudio se centró en partículas de 20 micrómetros o más, por lo que podría haberse escapado una parte todavía más preocupante: los nanoplásticos, aún más pequeños y potencialmente más invasivos. "Se necesita más investigación para evaluar la posible liberación de plásticos nanométricos del chicle", admite el investigador.

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