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Sanidad convierte el "urbanismo táctico" en política sanitaria

Sanidad propone rediseñar calles para "mejorar la salud" con
participación, ideología y clima, pero sin evidencias médicas claras.

El Ministerio de Sanidad y la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) han publicado en 2024 la guía ¡Actuar y transformar! Urbanismo táctico para mejorar la salud en el entorno local. En ella, se propone rediseñar el espacio público con intervenciones rápidas y de bajo coste como bancos, pintura, jardineras o cortes de tráfico.

El documento defiende que estos cambios pueden mejorar la salud individual y colectiva. Sin embargo, la propuesta parte de un enfoque marcadamente ideológico. La guía se construye sobre conceptos como "equidad", "participación ciudadana" y "cocreación de espacios de lo cotidiano", presentados como claves para el bienestar.

También incorpora el cambio climático como argumento transversal. Afirma que estas actuaciones permiten mitigar sus efectos y prevenir enfermedades. Pero no presenta evidencia científica clara que respalde estos beneficios.

La ciudad como herramienta de salud

La guía parte de una premisa contundente: "pueblos y ciudades protegen y promocionan la salud de las personas y de los ecosistemas naturales y urbanos". A partir de ahí, se presenta el urbanismo táctico como un proceso colaborativo, ágil y reversible que convierte pueblos y ciudades en "laboratorios urbanos".

Estas intervenciones, dice el Ministerio, buscan generar entornos "más accesibles, seguros, confortables, mudables y operativos". Y sostiene que, además de cambiar el paisaje, "la participación mejora la salud y disminuye las desigualdades sociales".

Sin embargo, no hay indicadores epidemiológicos ni estudios clínicos que respalden estas afirmaciones. La relación entre pintura en el suelo y mejoras en salud física, mental o emocional se da por supuesta, no demostrada.

Pintar calles y colocar bancos como política pública

Las intervenciones propuestas son puntuales, baratas y fácilmente reversibles. "Pintura, palets, macetas y mobiliario temporal" son los elementos recomendados para transformar el entorno.

El objetivo es que estos cambios temporales se conviertan en permanentes si resultan "bien acogidos" por la ciudadanía.

La guía insiste en que estas acciones pueden tener "efectos positivos en el bienestar" y en la salud emocional. Pero no se evalúa el coste- beneficio de estas medidas frente a otras políticas sanitarias más estructurales.

Cambio climático como justificación universal

La transformación del espacio urbano también se presenta como parte de la lucha contra el cambio climático. Se afirma que estas actuaciones ayudan a combatir la contaminación del aire, el ruido, el estrés térmico y los efectos de las olas de calor.

"La ocupación del suelo, la distribución de usos y actividades en el territorio urbano, así como la propia construcción de los edificios... deben tener en consideración las características actuales y futuras del clima y los posibles riesgos climáticos", señala el documento. También cita proyecciones de la OMS que estiman 250.000 muertes anuales atribuibles al cambio climático entre 2030 y 2050.

Pero no se explica en qué medida un banco de madera o un mural pintado pueden mitigar ese impacto. Las intervenciones sugeridas tienen escasa relevancia climática y no se cuantifican sus efectos reales.

Espacios verdes y bienestar emocional

La guía destaca los beneficios de los espacios verdes (parques, jardines) y azules (ríos, fuentes) para la salud. Afirma que reducen ansiedad, depresión y enfermedades respiratorias, y cita el "efecto moderador de la naturaleza" sobre el estrés infantil.

"La naturaleza cercana mejora la salud mental", señala, aludiendo a un estudio con escolares en Cuenca. Sin embargo, los beneficios se presentan de forma general, sin diferenciar entre bienestar percibido y salud medible.

Sin datos, sin control, sin comparación

En toda la guía no hay análisis de impacto, ni evaluaciones independientes ni comparación con otras políticas posibles. Tampoco se abordan los posibles efectos adversos: desplazamiento del tráfico, vandalismo o gentrificación.

El urbanismo táctico se presenta como "una potente herramienta para obtener una mejor calidad de vida y una mayor salud entre la ciudadanía". Pero no se define cómo ni con qué métricas evaluar ese
impacto.

Ideología que cuesta, y la pagamos todos

Convertir el espacio público en un escenario de transformación simbólica no es gratuito. La guía del Ministerio de Sanidad no detalla cuánto ha costado su elaboración, ni cuántos fondos públicos se destinarán a poner en marcha las medidas que propone. Pero sí deja claro que hablamos de intervenciones que ya mueven millones de euros, como los 16,8 millones invertidos en jardineras, bancos y pintura en Barcelona.

Mientras tanto, seguimos sin dotación económica específica para enfermedades como la ELA, hay fármacos innovadores sin financiar y hospitales con servicios saturados. La paradoja es evidente: el Ministerio que no cubre necesidades sanitarias básicas impulsa políticas urbanas revestidas de salud, pero carentes de respaldo clínico.

Se vende como salud lo que en realidad es ideología urbana. Y como casi siempre, la factura la pagamos los mismos.

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