El glaucoma es una enfermedad por aumento de la presión del líquido que se encuentra en el interior del globo ocular. Como en casi todo, lo ideal es la prevención con un sencillo examen, sobre todo si hay antecedentes en nuestra familia. LD (PULEVA-Salud) Dentro del ojo tenemos un líquido denominado humor acuoso, que es el encargado de mantener la presión ocular adecuada. Esto se consigue porque hay un equilibrio entre la cantidad de líquido que entra y la que sale. Si este equilibrio se rompe y la cantidad de líquido que entra es mayor que la que sale se producirá un aumento de la presión.
Cuando la presión del interior del ojo se eleva, hay algunas estructuras que se atrofian, principalmente las fibras del nervio óptico. Esto conlleva una pérdida del campo visual que se inicia en la periferia y va avanzando hacia el centro.
¿Cómo se diagnostica?
Las pruebas necesarias para diagnosticar glaucoma son tres básicamente:
- Una medida de la presión intraocular.
- Una dilatación de la pupila para comprobar el estado del nervio óptico.
- Una campimetría en donde se valora el estado del campo visual.
La pérdida del campo visual es irreversible, por tanto si el glaucoma no se trata a tiempo puede llegar un momento en que la visión quede limitada a la zona central e incluso se llegue a la ceguera.
El tratamiento en situaciones avanzadas consiste en intentar conservar la poca visión que quede.
¿Qué síntomas produce?
En muchos casos el glaucoma no produce ni dolor ni ningún tipo de síntomas, por este motivo es conveniente revisarse la tensión ocular cada cierto tiempo. De cualquier manera pueden existir algunos signos como dolores de cabeza, visión borrosa, lagrimeo o enrojecimiento.
En casos avanzados provoca intensos dolores en el ojo afectado que tradicionalmente reciben el nombre de "dolor de clavo". En la mayoría de los casos existe un factor hereditario en esta enfermedad, por tanto aquellos pacientes que hayan tenido antecedentes de glaucoma en su familia deberán controlarse la presión intraocular de manera habitual.
¿Cómo se trata?
Lo primero que debemos hacer es intentar controlar la presión, para ello se recetarán medicamentos que reduzcan la producción de líquido en el ojo o que faciliten su salida.
Si el tratamiento con medicación fuera insuficiente se plantea la aplicación de láser y si esto último tampoco diera un resultado efectivo pasaríamos a la cirugía del glaucoma.